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La corrupción

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 27 de abril de 2016, 04:21h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

Es el tema de moda, sobre ella se escribe y se suceden programas monográficos televisivos, radiofónicos e innumerables tertulias, con voces y opiniones pontificantes y poco menos que “ex cathedra”, en los que se aborda este tema y se trata de analizarlo y de buscar la raíz y las razones de su existencia. Acaso, deberíamos recordar aquella frase con que Hobbes definía al “hombre”: “homo homini lupus est”, el hombre es un lobo para el hombre, que se muestra en su animalidad salvaje y que, por avaricia, sin escrúpulo alguno, apetece lo ajeno y para conseguirlo, a veces, es capaz de pasar por encima del cadáver de su propio padre.

Realmente, en este país, aún hoy, a duras penas, llamado España, bien podría decirse que la corrupción ha tomado carta de naturaleza y que ha arraigado, prácticamente, en todos los estadios de la sociedad, y ya, en realidad, nadie se escandaliza cuando salta a la palestra, en los medios de comunicación, la última, cada vez más sofisticada y más impensable e inesperada, por los sujetos actores de la misma y por la forma en que se ha llevado a cabo. Nadie se sorprende ya, aun cuando la nueva noticia sobre la corrupción afecte a las más altas instituciones del Estado e individuos que el día anterior se ponían como ejemplo de honradez y limpieza denostando a quienes se dejan llevar por el camino fácil y goloso del trinque, a veces, a pecho descubierto, y quedando en bragas cuando son pillados in fraganti formando parte de esa lacra social que ellos ponían a caer de un burro. Y lo más sorprendente es que ninguno de esos sujetos atrapados en su propia tela de araña por la avaricia y la soberbia, enrojece y se siente culpable, antes bien, con un morro que se lo pisan, proclaman su inocencia, de principio al fin, atacan a quienes les han descubierto y se creen víctimas de una confabulación judeo-masónica programada y propiciada por quienes creen ser sus enemigos para acabar con la presunta  brillante carrera en este o aquel puesto o cargo que ocupen en la sociedad.

Pero, lo cierto, es que, en verdad, lo que sale a relucir no es sino la punta del iceberg, del que dicen esconde bajo las aguas nueve veces la altura de lo que deja ver sobre las mismas, así que si multiplicamos la cifra puede llegar a ser escandalosa, de órdago a la grande y a la chica simultáneamente. Mas, como he dicho anteriormente, parece que la enfermedad se ha hecho crónica y nadie parece darle ya más importancia a lo que, un día sí y otro también, amanece sobre nuestros ojos, quizás porque las consecuencias que conllevan las prácticas corruptas, por lo general, acaban en agua de borrajas, o sea, sin consecuencias, valga la redundancia, para los interfectos y concernidos, dejando a la ciudadanía de a pie con cara de tontos, y con un palmo de narices y sobre todo prendida de una impotencia desmoralizadora y lamentable, que acaba haciéndole pasar del caso y dedicarse cada cual a lo suyo, que no es poco, cuando sobre todo concierne al asunto de la sobrevivencia y a la preocupación de saber si llegaremos o no a fin de mes.

La última ha sido la presunta trama concertada entre el pseudo sindicato llamado “Manos Limpias” y la organización sin ánimo de lucro y en defensa de los consumidores y usuarios bancarios “Ausbanc”, con sus cabezas de serie al frente: Miguel Bernad y Luis Pineda, respectivamente, o viceversa, que, al parecer, tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando, los cuales habían pergeñado un sistema para su enriquecimiento ilícito, mediante el chantaje y la extorsión, a las entidades financieras con carácter general y no financieras, como se ha puesto de manifiesto con la pretensión de cobrar tres millones de euros del entorno de la Infanta de España, Cristina, a cambio de retirar la acusación popular que el indicado sindicato ejerce contra la misma en el llamado caso “Nóos”, que viene ventilándose en la Audiencia de Palma de Mallorca, tal como denunció a la autoridad judicial el primer espada de los Abogados defensores de la Infanta, Miquel Roca y Junyent, contra la que, como su propio nombre indica (Roca) se dieron de bruces quienes pretendían hacer el negocio del siglo a espaldas de la legalidad vigente, haciendo un corte de mangas a la justicia y a la sociedad en general, porque habría que haber visto cuáles hubieran sido los motivos y razones alegados por la acusación popular para, tras la pertinaz lucha en pos de lograr la imputación de la Infanta y su comparecencia ante la justicia sentada en el banquillo, de repente y por arte de birlibirloque, hubieran desistido de su empeño. Desde luego, habría sido interesante haber presenciado este final de película, que hubiera puesto de relieve la enorme cara dura y sinvergonzonería de quienes se esconden bajo la faz de la justicia y la impoluta honradez, ejerciendo de justicieros, en un redivivo de los Batman, Jabatos, Guerreros del Antifaz y Capitanes Trueno, entre otros.

Y es que en esta España corrupta por los cuatro puntos cardinales, en la que Dios no encontraría siquiera un solo hombre honrado, a fin de evitarle el destino que le infligió a Sodoma y Gomorra, a las que aniquiló bajo una lluvia de fuego que no dejó piedra sobre piedra, el mal ha sentado cátedra. Y hasta tal punto hemos llegado, en grado de corrupción y degradación, que encajaría perfectamente aquella admonición de Jesucristo a los fariseos que se disponían a apedrear a una adúltera: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. En esta España, repito, corrupta,  ¿alguien podría tirar esa primera piedra?.

Ahora salen a la palestra quienes, por acción u omisión, sabían o, al menos, intuían lo que se escondía bajo esas siglas de misión contra el mal: ¡Manos Limpias y Ausbanc! ¡la madre que los parió! Según todos los indicios, sepulcros blanqueados por fuera, pero negros y llenos de podredumbre por dentro.

Ahora, que se ha descubierto y ha salido a la luz del día el desaguisado, todos los actores concernidos entonan el “mea culpa” y se rasgan las vestiduras, cuando callaron como putos sobre lo que, al parecer, era un secreto a voces, tal como se ha expresado en el reciente XXIII Encuentro del Sector Financiero de ABC.

Ahora, la Presidenta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, Elvira Rodríguez, extrañada, declara que “no me sorprende el caso”, y Manuel Pardos, Presidente de Adicae, manifiesta “que Ausbanc era un entramado de extorsión se sabe desde hace veinte años, lo que nadie tenía eran pruebas”. Malas excusas o excusas de cobardes, porque las pruebas existían, tal como se deduce de las denuncias llevadas a cabo por el Presidente de CreditServices, Javier López, cuyas denuncias se archivaron y, además, fue condenado a pagarle una indemnización millonaria a Luis Pineda por llamarle extorsionador. Así que, ahora, menos lobos, y es que en este tipo de casos se reproduce la misma situación de los abusos sexuales a menores dentro de la propia familia, que suelen ser callados por las propias familias, y así nos luce el pelo. Aquí, salvo Javier López, nadie tuvo el valor de iniciar acciones legales, siquiera una investigación, para haber acabado hace veinte años, cuando se dice empezaron a cometerse los hechos delictivos, dejando solo al que se atrevió a desvelar el velo.

Ahí queda para el análisis ese Foro de la Justicia, que periódicamente organizaba Luis Pineda, con el fin de asegurarse la confianza de jueces, magistrados y fiscales a los que invitaba (y pagaba) por sus ponencias, a fin de intentar revestirse de la apariencia de una posible justicia a la carta, con la finalidad de ver facilitada la extorsión a las entidades financieras, las cuales han dejado de pagar a Ausbanc sus inserciones publicitarias en las revistas de dicha organización, salvo, de entre los grandes bancos, el BBVA, que, al parecer, no tragó el anzuelo ni se sometió a la extorsión.

En definitiva, todos, o casi todos, callaron y tragaron, lavándose las manos como Poncio Pilatos ante Jesucristo. Así, repito, nos luce el pelo.

MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ

27 de abril de 2016

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