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Subir o bajar los impuestos

Por Miguel Ángel Vicente
martes 14 de junio de 2016, 22:52h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

Esta es la cuestión. This is the Question! En este momento clave para el devenir del futuro de este país, aún hoy, a duras penas, llamado España, momento en nos la jugamos, prácticamente, a una carta o a una vuelta de ruleta, no podemos seguir siendo engañados por quienes encabezan las listas electorales de los principales partidos políticos que aspiran a hacerse con el Poder y, por tanto, con la facultad de intervenir en la vida, personal y patrimonial, de todos los españoles, sin que parezca que ninguno de todos esos gerifaltes que suspiran por llegar a la poltrona de La Moncloa, a saber, Albert Rivera (C’s), Pedro Sánchez (PSOE), Mariano Rajoy (PP) y Pablo Iglesias (Unidos Podemos), gocen del beneplácito de los electores, pues todos ellos, salvo Rivera que se mantiene en empate, el saldo evaluativo (la diferencia entre los votantes que aprueban su gestión y los que la desaprueban), según un estudio de Metroscopia hecho para el Diario “El País”, suspenden, con una diferencia aplastante respecto de los tres últimos mencionados, con un saldo bastante negativo: - 37, - 40 y – 45, respectivamente. Ello demuestra el escaso carisma de los líderes políticos que aspiran a conseguir el maillot rojo, o el amarillo o la maglia rosa, según hablemos de las tres más importantes carreras ciclistas por etapas, a saber, la vuelta a España, el Tour de Francia y el Giro de Italia. Y, asimismo, como no podía ser de otra manera, ese saldo negativo tiene muy mucho que ver con el hartazgo de la ciudadanía respecto de unos cabezas de lista que bien puede decirse que a la vista del resultado que depararon las urnas el pasado 20 de Diciembre, la cagaron, al no entender la voluntad y, por tanto, el encargo de los ciudadanos españoles derivado de esos resultados, y que anduvieron mareando la perdiz, perdiendo un tiempo precioso e incurriendo en un gasto que a la postre ha sido inútil y que ha vuelto a incrementarse con el coste de la nueva cita electoral, pudiendo decirse que la inmensa mayoría de esa ciudadanía, que llaman silenciosa, la que “ora et labora”, o solamente “labora” u “ora”, o ni una cosa ni la otra, está hasta el gorro de estos individuos que siguen erre que erre y tiro porque me toca, encantados de haberse conocido y jugando con las cosas de comer, lo que acabará, si no se remedia, más bien antes que después, en un conflicto del que, desde luego, no deseamos que nos salpique.

Pues bien, ante las previsiones de Bruselas y del FMI y de otras organizaciones, nacionales e internacionales, de que España no cumplirá con el déficit previsto en este año 2.016, reseñando que ya se ha incumplido ampliamente el déficit previsto para el año 2.015, planeando sobre las cabezas de todos los españoles la posible sanción vía Bruselas, de nada más y nada menos, que 2.000 millones de euros, amén de los 8.500 millones de euros que se prevén han de salir de los bolsillos de esos mismos españoles, vía recortes, ajustes o “medidas” como eufemísticamente llama Mariano Rajoy y su Partido el PP, a aquéllos dos, el futuro se presenta bastante más negro que una noche sin luna, y ante estas predicciones, el Partido que preside Mariano Rajoy Brey, usando y abusando, una vez más, de la credulidad del españolito de a pie, anuncia, sin recato, la bajada de impuestos con carácter general, pero de una manera ya, concreta, del IRPF en dos puntos en todos sus tramos, a partir de Enero de 2.017, lo que supondrá, como es lógico, ante el negro panorama que nos pintan desde Bruselas, una paralela subida de todos los demás impuestos, habidos y por haber, pues ya sabemos que el Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, en funciones, Don Cristóbal Montoro, es un hacha en eso de crear nuevos impuestos allá donde no los haya ya (recordemos, a este respecto, el 20% que se aplican a todos los premios de las loterías, a partir de 2.500 euros, que, por cierto, lo creó con carácter temporal, temporalidad que, como siempre, acaba convirtiéndose en perpetuidad, creyendo que los ciudadanos a los que maltrata de tal guisa no tienen memoria; o su gran reforma de los incrementos patrimoniales, derogando la actualización del precio o valor de adquisición - como si un millón de pesetas del año 1.984 fuera igual a 6.000 euros de hoy en día – o derogando los coeficientes de abatimiento, lo que ha supuesto un rejón en todo lo alto, de muerte económica para muchos hogares, sobre todo a quienes desavisados incurrieron en el error de simplemente donar un piso a sus hijos o nietos). ¿Alguien puede creer, a día de hoy, en la palabra electoral de estos pájaros de mal agüero, de estos pillos que se las saben todas y que tratan al ciudadano de súbdito y contribuyente, que es para lo que les interesa el pueblo?. Habría que responderles que “a otro perro, con ese hueso”.

Por su parte, los candidatos del PSOE y de Unidos-Podemos, se emperran en subir los impuestos, según dicen, a los ricos, dejando a las clases sociales media (¿existe esta clase hoy por hoy en España?) y baja. ¡Largo me lo fiáis!, que dijera Don Juan Tenorio o el Burlador de Sevilla, pues en esta historia siempre se acaba igual. Lo primero es la formulación del concepto de “rico” o de “muy rico”. Desde luego, quien gana 60.000 euros al año, deslomándose y echando más horas que un reloj en el trabajo, me parece que más que de rico tiene más bien de “pobre”. Y como siempre, los “más ricos”, acabarán escapando por las alcantarillas o desagües de la ingeniería fiscal, y son aquellos a quienes conviene no tocar, pues no en vano está en amplia connivencia con el poder político. Así que, echemos las barbas a remojar, que nos tocará, de nuevo, a los de siempre.

Y, por su parte, Albert Rivera, como siempre, nadando entre dos aguas, propone la rebaja del IRPF allá para 2.018, dejando un plazo por medio en espera de que escampe o de que acabemos arrollados por un tsunami o una inundación.

Desde luego, está claro, que de nuevo, nos la meterán hasta el corvejón y doblada. Y basta para ello una simple muestra, que nos pone en bandeja Javier Tahiri, en un artículo publicado el domingo pasado en el Diario “ABC”, reseñando que la recaudación por el Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI) subió un 70% desde 2.007, pese a que la vivienda, en ese período, se desplomó un 30%, que yo creo que, incluso, la caída es más, alcanzando los ingresos por este impuesto el año pasado 2.015, 12.511 millones de euros, un 1’1% más que en 2.014 y un 70% más por encima   de los del año 2.007. Ítem más, el IBI no ha bajado nunca sus ingresos, según la serie que arranca en 1.990. No me extraña que los entes municipales, Ayuntamientos, hayan equilibrado la balanza de sus cuentas y presupuestos, más teniendo en cuenta el Impuesto sobre el Incremento del Valor de los Terrenos de Naturaleza Urbana, lo que vulgarmente se conoce como “la plusvalía”, que raya cotas de confiscación y apropiación indebida. Cualquier empresa que para salir de la crisis hubiera podido crear un impuesto que hacer recaer sobre las espaldas de la generalidad de la ciudadanía su sobrevivencia, desde luego, no habría cerrado o incurrido en concurso de acreedores o le hubiera impedido caer en quiebra. Como se ve, la solución nunca es una mejor gestión y una exigencia de responsabilidad a quienes dilapidan, despilfarran o, simplemente, se apropian del dinero de las Cajas Públicas de Caudales, sino que basta un apretón de tuerca más a la ciudadanía y que el pueblo pague los platos rotos de los desmanes de nuestros mandamases.

Aún hay quien tiene la caradura de decir que en España aún se pagan pocos impuestos, comparados con otros Estados miembros de la Unión Europea. A lo que hay que poner dos objeciones: la primera, es que en esos países, pongamos, por ejemplo, que hablo de Suecia, Finlandia, Reino Unido o cualquiera otro, los sueldos y el salario mínimo interprofesional, duplican cuando no triplican los vigentes en España; y la segunda, es que en esos países sí existe un Estado del Bienestar, pues gozan de una sanidad, una educación y una justicia de alta calidad y, además, gratuitas, entre otras muchas prestaciones sociales, mientras que aquí pagando lo que pagamos en tipos impositivos desorbitados, tenemos una sanidad, una educación y una justicia, entre otros servicios, de pena y, además, tenemos que copagarlos. Repito, de nuevo, que “a otro perro, con ese hueso”. Y punto.

MIGUEL ÁNGEL VICENTE MARTÍNEZ

15 DE JUNIO 2016

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