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Todos contra el brexit (I)

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 13 de julio de 2016, 04:33h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

Tras la decisión tomada libre, voluntaria y democráticamente por el Reino Unido de recobrar su plena soberanía, o sea, su libertad, por la que Braveheart luchara como un titán, a través del Referéndum que llevó a las urnas a los británicos el pasado 23 de Junio y cuyo resultado fue del 51’9 al 48’1 por ciento a favor de la salida del país de su Majestad la Reina Isabel II de Inglaterra, de una moribunda, estática, indolente y artificiosa Unión Europea (la UE), se han desatado todo tipo de conjeturas acerca de los males que tal decisión (errónea para los europeístas y los defensores del “Remain”) acabarán acarreando al país que ha tenido la osadía de subirse a las barbas de la Comisión Europea, haciéndole un merecido corte de mangas, una peineta del tamaño de la catedral de Westminster, dejando atónitos y con un palmo de narices a los gerifaltes de Bruselas, que se las prometían muy felices y que jamás, en su fuero interno, previeron el  intento de un país miembro (y comprometido sólo a medias, que todo hay que decirlo) de escapar y liberarse de las cadenas del engendro europeísta, y por la magnitud, la economía y la idiosincrasia del país del Big-Beng, bien podríamos decir que el mismo ha puesto una pica en Flandes (recordando el hecho de que, en tiempos de Felipe IV y bajo la privanza del Conde-Duque de Olivares, conseguir el reclutamiento de un “mozo de pica” para situarlo en los Países Bajos, costaba Dios y ayuda, por lo que la dicha frase vino a usarse como imagen comparativa de todo aquello que de suyo ofrece extrema dificultad) para asombro y sorpresa mayúscula de la Comisión Europea y de los demás Estados miembros de la Unión, de ese pretendido Estados Unidos de Europa que confrontar a los Estados Unidos de América, sobre todo de los fundadores e ideólogos de este monstruo de 28 cabezas en que ha derivado el llamado proyecto europeísta.

Y es que la susodicha Comisión se creía, al igual que creyó el Generalísimo de los Ejércitos, don Francisco Franco Bahamonde, que estaba todo atado y bien atado. Pero, hete aquí,  que la especial naturaleza de los británicos, tan suyos y de tan su Majestad la Reina, han abierto la Caja de Pandora, y han dicho hasta aquí hemos llegado y no damos un paso más en este malsana compañía, han dicho basta ya de seguir, como perros falderos, los dicterios de la Comisión Europea, o séase, de la Comisión manejada como un títere por la Cancillera Alemana Ángela Merkel, y han vuelto a respirar el aire puro y fresco de su independencia.

¿Quién pensó y creyó ser posible poner vallas y enjaular a la verdecida campiña y estepa británicas? Habría de calificar de iluso a quien de tal guisa pensara y esperara de la sangre británica una dócil sumisión a los Tratados de la Unión.

Mas lo que ha sucedido, tenía que suceder. Todos recordamos aquellos ya lejanos, bueno, no tan lejanos, referéndums llevados a cabo y convocados para aprobar aquella primera mamotrética Constitución Europea (por sus 448 artículos), un compendio de normas y declaración de intenciones que eran incomprensibles para la mayoría de los ciudadanos (y no pocos dirigentes) a los que iban dirigidas y a ser aplicadas, y que puso a prueba, una vez más, el carácter quijotesco del pueblo español, pues no en vano la España del Sr. Rodríguez Zapatero fue la primera en entrar al trapo (quizás queriéndose dar un baño de europeísmo del bueno), aprobando aquel engendro, sobre el que el entonces Presidente de la Comunidad Autónoma de Extremadura Juan Carlos Rodríguez Ibarra, llegó a decir que él no se la había leído ni sabia de lo que iba, pero que si su Presidente del Gobierno le decía que había que votar sí, él lo haría poco menos que con los ojos cerrados. ¡Machitos que somos!, ¡Una faena para haberle dado las dos orejas y el rabo del morlaco! ¡Así se escribe la historia de un país hacia su decadencia! Y por si fuera poco y para demostrar la valentía del matador, el Sr. Rodríguez Zapatero, ni corto ni perezoso, ante el éxito obtenido en España, se dirigió, tan campante y más contento que unas castañuelas, a la France de la Torre Eiffel, para notificar la buena nueva a los franceses y animarles a seguir el camino de Spain, en aquella inolvidable comparecencia ante la Asamblea Francesa, donde puso de manifiesto su nulo conocimiento e ignorancia supina del idioma francés, pues dirigiéndose en este idioma a los gabachos, para, de inmediato, y me imagino que ante la risa contenida de los parlamentarios franceses, exclamar: ¡voy al español! No era sino el vaticinio del rotundo NO francés a esa Constitución, seguido por el también NO del país de los tulipanes, Holanda, lo que hizo encallar aquel primer proyecto de Constitución Europea, y pasar, deprisa y corriendo, a aprobar, en cuestión de días, una nueva Constitución, mas para evitar los fiascos francés y holandés, sin necesidad de aprobación en Referéndums por los respectivos ciudadanos de los diferentes países comunitarios, para evitar un nuevo desbarre, bastando su aprobación, simplemente, por las Cámaras Parlamentarias de los Estados miembros, pues ya sabemos que cuando al pueblo se le concede la “voz”, se puede sufrir un revolcón de muy padre y señor mío.

Y aunque todos a una, como en Fuenteovejuna, clamen contra el éxito del “Brexit” y la decisión “soberana” del Reino Unido, al que aventuran todo tipos de males, poco menos que con las siete plagas de Egipto, condenándolo al fuego eterno del infierno, la realidad es que a los mandamases europeos la valentía británica les ha pillado a contrapié, o con el paso cambiado, que tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando, poco menos que en bragas, y han considerado la separación, el Bye, Bye, de Reino Unido poco menos que una bofetada en todo el carrillo, más bien diría yo que un gancho de derecha contra el mentón, que prácticamente les ha llevado a besar la lona y, como poco, les ha dejado groguis, como un desplante imperdonable, armándose de valor, eufemísticamente hablando, para intentar aparentar firmeza, exigencia y dureza ante el pueblo británico, que todo hay que decirlo les ha dado una lección magistral de coherencia y determinación, por mucho que, ahora, a toro pasado, se convoquen manifestaciones multitudinarias contra el Brexit y la premier escocesa, Nicola Sturgeon, quiera pescar en río revuelto, hasta el punto de querer convocar un nuevo referéndum para darle la vuelta al marcador, en argot futbolístico, nada más y nada menos, que en la cuna del fútbol, a fin de lograr la independencia de Escocia del Reino Unido que no hace mucho certificó con una holgada mayoría su unión y adhesión al mismo. Esto recuerda un poco, o un mucho, diría yo, a aquellas palabras de Groucho Marx, sobre que “tengo estos principios, pero si no le gustan, tengo otros”.

MIGUEL ÁNGEL VICENTE MARTÍNEZ

13 DE JULIO 2016

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