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Aprender del pasado

Por José Miguel González Moraga
viernes 22 de julio de 2016, 13:01h
José Miguel González Moraga
José Miguel González Moraga
Para despedir la temporada, quiero recordar un pasaje de nuestra historia sobre la que reflexionar estas vacaciones.
En 1873, Pi y Margall, el primer presidente de la 1ª Republica, defendía el estado federal, más o menos como hacen ahora algunos iluminados.
Esta veleidad propició la declaración de repúblicas independientes en Cataluña, Valencia, o Sevilla, pero también en Alcoy, Algeciras, o Almansa, entre otras muchas.
Así, Cartagena se declaró Cantón Independiente y Soberano, obligando a las Cortes españolas a cesar a Pi y Margall, por negarse a actuar contra los sublevados.
Nombraron a Nicolás Salmerón, que envió tropas a Cartagena para abolir su rebelión.
Los cartageneros al mando de Antoñete Gálvez, alias “Toñete”, natural de Torreaguera, no solo resistieron, navegaron hasta Alicante, la bombardearon y tras desembarcar en la ciudad y recibir 8.000 duros de plata, se retiraron.
Intentaron lo mismo en Almería, pero al desembarcar fueron rechazados.
Llegaron a pedir su ingreso en los Estados Unidos de América, como un estado más, pero su entonces presidente, Ulises S. Grant se lo denegó.
Los éxitos militares animaron a “Toñete” a marchar para tomar Madrid, pero derrotado en Chinchilla, se vio obligado a regresar al Cantón.
Esto no fue un hecho aislado.
Granada y Jaén se declararon la guerra.
La república de Jumilla se enfrentó a la de Murcia.
Utrera se independizó de Sevilla, Coria de Badajoz y Betanzos de La Coruña, enfrentándose entre ellas.
Jerez proyectó su cantón, pero optó por rendirse a Madrid antes que someterse a Cádiz.
Todo esto hasta que el presidente Salmerón decidió enviar al General Martínez Campos a sofocar militarmente el desmadre.
Tras los consejos de guerra, las paletas aspiraciones independentistas acabaron en los paredones.
Aquella época tan surrealista sufría una gran crisis económica; unos niveles de paro insoportables; una población al límite de su resistencia política, económica y moral; y la incompetencia y falta de voluntad política para afrontar las reformas estructurales que se necesitaban.
Les suena?
Y es que, quien olvida su historia, corre el riesgo de repetirla.
Buen verano a todos.
 
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