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Alcohol y deberes (III)

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 23 de noviembre de 2016, 06:59h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

Yo, que soy de la vieja escuela, tenía clase de lunes a viernes, mañanas y tardes, y también los sábados por la mañana, y ello no me supuso ningún trauma ni handicap alguno para poder gozar y disfrutar en horas libres, ni fue causa de estrés ni agotamiento, físico o moral, antes al contrario, me sirvió para ejercitarme en el trabajo, la constancia, el esfuerzo, el autocontrol y atesorar conocimientos sin par.

En realidad, el trabajo del estudiante, en todas las etapas educativas, no consiste en otra cosa que asistir a clase y estudiar, tal como para un trabajador o funcionario su obligación es acudir al centro de trabajo a trabajar y rendir durante el horario laboral correspondiente. Debemos desechar de plano la tautología imperante en nuestra sociedad de que hay que tratar entre algodones a los menores, procurando que no les cueste el más mínimo esfuerzo alcanzar las metas que todo estudiante debe proponerse, cual es la de tratar de llegar el primero o de los primeros, y dejarse de paparruchas falsas proteccionistas que no buscan sino escaquearse los progenitores de sus obligaciones y deberes para con su prole.

Lo que no puede admitirse es lo que preconiza el último anuncio televisivo de IKEA (que debería ser prohibido y retirado por subversivo por la autoridad competente), instando a la rebelión de los alumnos respecto de los deberes en casa, sustituyéndolos por absurdos juegos, que no harán sino convertir a los alumnos en verdaderos zoquetes, dejándoles indefensos para el duro futuro que se avista en el horizonte. Porque, ya me dirán ustedes, que la manera de enseñar a los menores consista en identificar a los satélites con cerezas y al sol con una sandia, lo que no es otra cosa que idiotizar hasta la médula a los alumnos, que con tal bagaje veremos cómo competirán con los alumnos de países donde a la formación y a la educación se les toma en serio  y se les confiere su verdadero y real papel, cual es el de formar y educar. Todo lo demás serán guiños al sol, fuegos de artificio y nos llevarán a estar a la altura de Zimbawe o Ruanda. De seguir este sistema educativo no quiero decir en lo que desembocará el futuro de las generaciones actuales.

No puede alegarse, para su supresión, que los deberes mandados para realizar en casa conculquen el derecho de los jóvenes al asueto, la diversión y el juego. Pero, también, hay que decirlo y ponerlo de relieve, que los padres, respecto de ese tiempo inerte y presumiblemente de juego limpio, sano y provechoso, son los culpables, por culpa in vigilando, de que sus retoños, al no tener clase por las tardes, malgasten su tiempo libre en reunirse en la calle para practicar el botellón y fumar porros, ya que, antaño, el joven empezaba fumando tabaco normal, pero, ahora, lo que primero hace es aficionarse al porro, sin pasar por el intermedio fumete. Si por las tardes hubiese clase, como siempre ha sido, se evitarían desgracias como la acontecida con la niña de 12 años, Laura F., que en San Martín de la Vega (Madrid) murió de coma etílico, a los cinco días de la noche de Halloween, tras haber sido acompañada a casa, en otras dos ocasiones por la Policía Local, por el mismo motivo. Ahora los padres estudian denunciar al Ayuntamiento y Policía Local por no vigilar la práctica del botellón, cuando son los propios progenitores los culpables de ese desenlace por no haber ejercido con autoridad la patria potestad sobre su hija menor. En cualquier caso, sí es cierto que la autoridad competente, y a través de ella, las Policías Locales, que son los brazos de aquélla, en materia de vigilancia y represión, aunque contengan normas sus Consistorios prohibitivas del botellón, en no pocos casos, digo, se llaman andana, en un ejercicio de no querer ver y consiguientemente reprimir y evitar esa práctica prohibida, que va ligada a la drogadicción, por un mea culpa de pensar que actuando contra esos delictivos actos están coartando la libertad de los jóvenes, y lo peor aún y más criticable y sancionable, es cuando, pese a tener la prohibición en Ordenanza Cívica, como es el caso de Albacete Capital, el Grupo de Gobierno Municipal con su Alcalde a la cabeza, decide permitir la práctica del botellón, nada más y nada menos, que durante cinco días de la Feria, sabiendo, como se sabe, que la inmensa mayoría de botelloneros son chavales de entre los 12 y los 17 años, menores, a quienes les está prohibido el consumo de alcohol, y que no digan la autoridad municipal o policial que no les consta, porque basta ver el desfile vergonzoso de los chavales con bolsas de plástico repletas de botellas de alcohol, dirigiéndose como zombis hacia los aledaños de la Plaza de Toros, para constatar que esa inmensa mayoría se salta a la torera la prohibición dicha. Luego ocurre un caso, con el de la niña (porque, con 12 años, se es una niña, aunque sea muy espigada) de San Martín de la Vega y nos rasgamos las vestiduras, y sin que pasen más casos porque Dios no lo quiere, pues bastaría con echar un vistazo a los ingresos hospitalarios los fines de semana (y no tan fines) para obtener la información de cuántos comas etílicos o semiétilicos son atendidos en urgencias, sin tener en cuenta el gastazo que ello supone, además, para las arcas del Estado o de la Comunidad Autónoma que tenga transferidas las competencias en materia sanitaria. Pero parece que decir esto es incurrir en ser un carca de marca mayor. Y recordar, aunque se hagan los locos y miren para otra parte, que esta lacra recaerá sobre la conciencia de quienes tan alegremente se toman la cuestión a cachondeo, sin ser conscientes de que con su actitud cometen un atentado contra la salud pública del que debieran responder ante los tribunales.

En definitiva, si los padres no quieren verse “pillados in fraganti” por sus propios hijos en la realización de los deberes que para casa se mandan por los profesores, la cosa está clara: recuperar las clases por las tardes, en cuyo horario y bajo la tutela del profesor, se realizarían los deberes; y los fines de semana, a conciliar familiarmente, practicando una nueva receta de cocina, o pasear en bicicleta o en el coche de San Fernando, unas veces a pie y otras andando, o visionando una película, etc., etc., pero juntos, padres e hijos, porque sería muy ilustrativo y definitorio hacer una encuesta para comprobar cuántos padres, sobre todo los del género masculino, se hallan dispuestos a conciliar con sus retoños, a los que, en no pocos casos, y como norma general, les colocan  para que no molesten delante de la pantalla televisiva a ver programas sin control y no aptos para su edad o mandarles con la consola o el móvil a su habitación . Y que no nos digan lo del agobio y saturación de los muchachos y su cansancio, que tienen unas buenas largas vacaciones de verano, la Semana Blanca, la Semana Santa, la Navidad, los puentes y esos días inventados, tales como el día sin coche, etc., y en algunas regiones, como Cantabria, como conejillo de indias para el resto del país, cada dos meses de clase, una semana de vacancia. ¿Y aún les faltan horas a los nenes para jugar?.

Sacrificio, esfuerzo, trabajo, estudio, constancia, disciplina y hábito, esto es lo que habría que infundir a los alumnos. De lo contrario la excelencia de nuestro alumnado será papel mojado y seguiremos a la cola en todos los ránkings positivos y en los primeros puestos de los ránkings negativos. Y en ello nos jugamos el futuro de la Nación, y porque tiempo, tiempo, hay para todo.

MIGUEL ÁNGEL VICENTE MARTÍNEZ

  23 DE NOVIEMBRE 2016

                             

 

 

 

 

 

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