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La carga de los mamelucos

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 11 de octubre de 2017, 05:50h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

El 2 de Mayo de 1.808, se produjo un violento ataque, un levantamiento del pueblo de Madrid contra la ocupación francesa ordenada por el Emperador francés Napoleón Bonaparte con la finalidad de entronizar en el trono de España a su hermano José. Ese día, se produjo el combate callejero del pueblo de Madrid contra el ejército invasor, a saber, la caballería francesa de las tropas de Murat, con los mamelucos de la Guardia Imperial, tropas de élite, lo que provocó la consiguiente y sangrienta represalia del ejército francés.

Pues bien, no se había visto en la historia de este país, aún hoy, a duras penas, llamado España, desde el alzamiento del pueblo de Madrid, ese 2 de Mayo de 1.808, contra las tropas invasoras francesas de Napoleón y su consiguiente represalia, una carga como la llevada a cabo, por las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, contra la población pacífica e indefensa catalana, el pasado domingo, uno de Octubre, y cuya única arma la constituía una papeleta de papel para votar en el referéndum convocado al efecto por el Govern de la Generalitat de Catalunya.

Cierto es que el referido referéndum, había sido prohibido por el Gobierno de España y declarado ilegal por el Tribunal Constitucional de la Nación por contrario a las normas contenidas en la Constitución Española. Y, aunque, pese a ello, el mismo se llevó a cabo, sabiendo de sus ineficaces efectos jurídicos y políticos, no se comprende esa obstinación del Gobierno de Rajoy de tratar de impedir a toda costa, incluso usando la fuerza bruta, la votación. Quizás, el Gobierno de España se sintió ninguneado y asombrado por el dispositivo independentista para llevar a cabo su objetivo, que no era otro que sacar a relucir las urnas para alojar en ellas las papeletas en cuestión. Y es que, de la proclama tajante, repetida hasta la saciedad, por el Gobierno de España y por su propio Presidente, Don Mariano Rajoy Brey, de que ese día uno de Octubre no habría preferéndum, o sea, que el referéndum no se iba a llevar a cabo, fue desarticulada y yo diría que puesta en ridículo, por el dicho operativo del movimiento independentista, que le tomaron el pelo al Gobierno de España y a todos sus componentes, pues la anunciada, a bombo y platillo, incautación de diez mil urnas y diez millones de papeletas, en una nave de cierto polígono industrial, les llevó a pensar que era la puntilla a la realización de ese ilegal referéndum, lo que quizás fue un cebo para que las dichas fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado bajaran la guardia, puesto que las verdaderas urnas se hallaban a buen recaudo en cierta población de la zona catalana-francesa y las papeletas, de una u otra manera, se hallaban ya en poder de los votantes, tejiendo un dispositivo de distribución de las citadas urnas propio de las resistencias clandestinas de los países ocupados durante la Segunda Guerra Mundial. Quizás, este ninguneo, llevó a las autoridades de las que dependían esas fuerzas y cuerpos de seguridad a ordenar ese ataque, con saña, brutal, contra la ciudadanía indefensa que se agolpaba en los colegios electorales, con el resultado patético, terrorífico, infernal, que mostraron las cámaras de particulares y medios de comunicación. Y es que, pese a ese pensamiento de que el referéndum había quedado desarticulado con la incautación de urnas y papeletas dicha, y pese a todo el dispositivo político, judicial y policial desplegado por el Gobierno de España, usando a la Fiscalía como lanzadera de su intervención, le estalló, hecho añicos, en las narices al Sr. Rajoy y a sus conmilitones, que se las prometían muy felices y que acabarían comiendo perdices, dejando en ridículo a Carles Puigdemont y todos sus acólitos, cuando, en realidad, el ridículo circuló por las venas gubernamentales, lo que era un hueso duro de roer y, menos aún, de digerir, por lo que las pasiones más bajas del ser humano, florecieron, en esas órdenes a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, dadas para actuar con extrema contundencia y salvajismo, como pudo comprobarse y que puso de manifiesto, una vez más, que ese refrán tan español, de “muerto el perro, muerta la rabia”, es un desiderátum.

Esa fuerza bruta desplegada por los antedichos fuerzas y cuerpos de seguridad, pusieron los pelos de punta o como escarpias, como no podía ser de otra manera, no sólo al pueblo español en general, sino también a la comunidad internacional, especialmente europea, la cual pese al apoyo incondicional dispensado al Presidente del Gobierno de España, no ha ocultado su estupor y asombro por el empleo de una brutal fuerza humana contra gente de toda edad, arrastrada por los pelos, arrojada como un fardo escaleras abajo, pisoteada, pateada, aporrada y asaeteada con pelotas de goma. Unas fuerzas y cuerpos de seguridad, en cuyas filas bien pareciera hallarse infiltrada una legión de Orcos, de esas bestias inmundas que colaboraban, en el Señor de los Anillos, con las fuerzas del mal, para acabar con toda especie de vida en la tierra llana.

Y no es de echar la culpa a quienes cumplían órdenes de la superioridad, particularmente políticas, por mucho que los políticos responsables se amparasen en la Fiscalía y los Jueces, dimanadas del Gobierno de España, sostenido por el Partido Popular, en el que ha encontrado cobijo y se ha embozado la derechona más rancia y casposa, retrógrada, carca y reaccionaria, esa derechona defensora de que al igual que la letra, el orden, con sangre entra. Es sintomático que en España no exista legalmente un partido de ultraderecha, a la manera como proliferan en auténticas y verdaderas democracias, tales como Alemania, Inglaterra, Francia, Holanda o Bélgica, y es que en nuestro país, la misma se ha aglutinado en parte de ese Partido Popular, de ordeno y mando, y a la que, de vez en vez, hay que darle protagonismo, para que siga asentada en dicho Partido.

En definitiva, pésimo ejemplo, que ha hecho sonrojar la marca España delante de nuestros socios europeos, y que, quizás, por la tarde, se retrajeron y guardaron mayor compostura, por una llamada de urgencia de la Káiser europea, la alemana Frau Angela Merkel: ¡Frena, Marriano, que la has “cagao” y te has “pasao” cuatro pueblos!.

No es de extrañar que, ante las imágenes y los acontecimientos vistos y vividos, el Delegado del Gobierno en Cataluña, Enric Millo, haya pedido públicamente “disculpas” por las cargas de la Policía Nacional y la Guardia Civil, realizadas durante el dispositivo para frenar el 1-O, “en nombre de los agentes que intervinieron”, aun cuando achacó la culpa en última instancia, a la Generalitat, que se negó a obedecer la orden judicial de anular el referéndum y animó a la población a acudir a los centros de votación, palabras que fueron avaladas por el Ministro Portavoz del Gobierno, Iñigo Méndez de Vigo: “si hubo incidentes y hay personas que resultaron perjudicadas, evidentemente todos lo sentimos”.

Ni qué decir que la reacción de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, a través de sus sindicatos (SUP, CEP, UFP, SPP y ASP) fue pedir el cese del Delegado del Gobierno de Cataluña, después de sus declaraciones de “pedir disculpas” a la vista de los casos puntuales de la actuación bruta de las policías, instándole a que “si quiere pedir perdón por alguien que lo haga por la clase política, por aquéllos que dejaron que se llegara a esa situación y por los Mossos por no cumplir con lo que les habían encomendado”. Si bien, el Magistrado Francisco Miralles Carrió, investiga la denuncia presentada por la Generalitat contra la actuación de la Policía y la Guardia Civil el 1-O, dictando un auto en el que cifra en 99 heridos en Barcelona y de ellos sólo dos graves e investiga por delitos de lesiones la intervención de la Policía Nacional en 23 centros de votación de Barcelona, y no sólo en uno, como pedía la Fiscalía (¡Ay, la Fiscalía, siempre al servicio de su señor!), aduciendo que no comparte el argumento del Ministerio Público de que las actuaciones de la policía “en absoluto afectaron a la normal convivencia ciudadana”, pues “resulta evidente que no es así, al menos, según las diversas grabaciones realizadas por los ciudadanos y los profesionales que allí se encontraban, emitidas por los medios de comunicación”. Tampoco comparte el Juez que quienes acudieron a los centros de votación el Uno de Octubre perdieran su derecho a expresar su opinión, como sostiene el Ministerio Público. “Lo que era ilegal y constitutivo de un presunto delito de desobediencia era la convocatoria, organización y promoción del referéndum” y “lo que no es ilegal ni ilícito es que los ciudadanos convocados por su Administración Autonómica, se dirigieran a los puntos de votación” que se les dijo, “a reunirse o realizar cualquier actividad que allí se hubiere programado, incluido depositar un papel sin valor legal alguno en una urna”, añade su Señoría. Mas pronto han salido los talibanes de turno a crucificar al Magistrado Miralles, titular del Juzgado de Instrucción número 7 de Barcelona desde 2.014, pues según fuentes juridicas, no destaca por asumir grandes cargas de trabajo y se le considera próximo a la tesis independentistas: “lo lógico es que siga la máxima de los tiempos que corren, es la más cómoda para él y sus ideas”.

Y es que, en definitiva, lo que ha dolido en lo más hondo de la dignidad del Gobierno de España, es que el referéndum tuvo lugar, y que el Estado, con toda la fuerza y poder de su “auctoritas” y “potestas”, a través de los órganos de jurisdicción ordinaria y extraordinaria y empleando a fondo las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, ha hecho el ridículo por no poder domeñar el espíritu independentista y el operativo puesto en escena por éste, puesto que a la postre, referéndum, lo que se dice referéndum, sí que ha existido, mal que les pese a tanto arbitrario, que siempre soñaron con aplastar el movimiento secesionista sin bajarse del burro y porque sí. Ahí tenemos la prueba de la fuerza de la voluntad, del deseo de libertad, una vez más, como la que expresara en su grito antes de exhalar el último suspiro Braveheart...

En definitiva, un estruendoso fracaso del Gobierno de España y de Mariano Rajoy, como pone de manifiesto Ignacio Camacho en su columna del domingo 8 de Octubre en el Diario “ABC”: tras el 1-O “el marianismo estaba KO, aturdido y desarbolado. Su estrategia fallida contra el referéndum lo dejo al borde del descalabro” y, como se interroga Eduardo Inda en un artículo titulado ¿Dónde estaba el CNI?, en el Diario “La Razón” del pasado lunes, día 9, argumentando que contando “con 3.500 hombres y mujeres, un presupuesto de 261 millones y 7 kilos de fondos reservados, ¿cuál ha sido el resultado de la labor del CNI en la prevención de este nuevo 23-F?: a efectos prácticos, la misma que la de los espías de Camerún o Brasil: ninguna”.

MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ

  11 de octubre de 2017

 

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