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¿En qué quedamos?

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 18 de octubre de 2017, 01:56h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

Tras una intensa campaña a través de tertulianos y opinadores de la más variopinta ralea, esa especie de arúspices que se estrujan el cerebro y lo exprimen a la manera como se exprimen las naranjas y los limones, en busca de la piedra filosofal, de la pócima de fierabrás, que los catapulte al estrellato y les colmen de felicitaciones de sensatez, de sentido común y otras zarandajas o epítetos análogos o complementarios. Después de esa campaña, repito, previa al referéndum catalán (que haberlo, húbolo, dejando al Gobierno de España y en especial a su Presidente Mariano Rajoy Brey y a su Vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, que se “jactaron” de pronosticar el fracaso de la consulta y de sentenciar, por activa y por pasiva, que el referéndum no se celebraría, al pie de los caballos o como no digan dueñas) tratando de convencer a Carles Puigdemont y a sus acólitos de no salirse de la senda de la Constitución Española, como le ocurriera a Fernando VII, y de que, en cierta manera, diera marcha atrás en sus propósitos de declarar la independencia de Cataluña y, subsiguientemente, la República Catalana, por ende, una vez hecha la declaración procedente por el President de la Generalitat Catalana, en sede del Parlament, el pasado martes, 10 de este mismo mes y año, proclamando la República Catalana en base al mandato contenido en la ley del Referéndum, base de éste, valga la redundancia, pero suspendiéndola de inmediato, con el objetivo de abrir una tregua y dialogar con el Gobierno de España, mediador o no mediante, esas mismas cabezas pensantes, se han lanzado a criticar duramente al President Puigdemont, por no seguir su hoja de ruta hasta sus últimas consecuencias, lo que, desde luego, en vez de abrir puentes y engrasar la correa para, al fin, conseguir un diálogo a dos bandas (partida de ajedrez, según el propio Puigdemont), para limar asperezas y llegar a una entente beneficiosa para ambas partes, han puesto a caer de un burro al President Puigdemont.

Y como no podía ser de otra manera, el Gobierno de España, tratando de desquitarse del fiasco sufrido, como un varapalo de muy padre y señor mío, con la efectiva celebración del tan mencionado Referéndum (que, una vez más, hay que decir, Sr. Rajoy, que lo hubo, aunque de una manera ciertamente irregular por su obstinación en que no lo hubiere, y pese a la carga de la brutal fuerza puesta de manifiesto por sus lanzaderas policiales, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado se llaman, cuyas imágenes hicieron temblar el más templado, especialmente a esa Europa de la concordia, la solidaridad y la confraternidad, Derechos Fundamentales por medio, y cuyo impulso exacerbado amainó porque, quizás, alguna voz europea- ¿Merkel?- ordenó frenar al Sr. Rajoy, lo que aún debió causar mayor indignación en el seno Gobierno de España) la respuesta de éste, ha sido el ultimátum a Carles Puigdemont, a fin de que arríe su bandera y claudique ante la potestas y la auctoritas del Estado Español, tratando de, con esta humillación, lavar el ridículo padecido por el Gobierno de España con la celebración del susodicho referéndum, y hacerle pagar por tal desaire y ofensa, tras las que se la tenía jurada y guardada para responder de una forma exorbitada contra la presunta contumacia del independentismo catalán, haciendo oídos sordos, esta vez a una voz nacional, vasca, por más señas, que le requiere a no pasarse de frenada ante la respuesta que, sin paliativos y con finalidad humillante, prepara el Gobierno del Sr. Rajoy contra el del President Puigdemont, lamentando el portavoz del PNV Joseba Egibar que las instituciones del Estado “no hayan ofrecido ni una sola propuesta política” a la cuestión Catalana.

Por cierto, la huida de las empresas de Cataluña, no deja de tener guasa, pues sabiendo como se sabe la vena reivindicativa e independentista de una inmensa mayoría de catalanes, no sé cómo se instalaron allí y se han mantenido allí hasta ahora, algunas de ellas en un claro contubernio con los sucesivos Gobiernos de la Generalitat, tan complacientes y agradecidas a éstos. Pero, en fin, ya sabemos que la “pela” no conoce razones de ideología, principios y políticas que no sean el beneficio de la “buchaca”, mas, en fin, en el pecado llevarán la penitencia.

Asimismo, no acaba de entenderse la eclosión de “españolismo” desatado entre la ciudadanía de la piel de toro, cuando hasta ahora, fuera de la Selección de fútbol, cuando gana, nunca se había hecho bandera del mismo, antes al contrario, siempre se han venido tachando de fachas a quienes, simplemente, hicieran ostentación, aun sin aspavientos, de cualquier objeto o enseña, que se relacionara con el símbolo nacional, hasta el punto, incluso, que a la Selección Española de Fútbol, no se la conoce como la Española, sino como la “Roja” y a las “sub”, como “la rojita”, que ya son ganas de mentar la soga en casa del ahorcado y hacer un espantoso ridículo. Porque el patriotismo, el amor a la patria, no se mide en metros cuadrados de bandera (como la expuesta por un empresario en uno de sus edificios en construcción en Valdebebas, de 731 metros cuadrados, la mayor de España) ni en la cantidad de banderas ondeadas al viento, cuestionando el PSOE a los oportunistas que se dan golpes de bandera en el pecho; a la manera como el amor no depende de la medida del corazón, ni la hombría, hablando sexualmente, depende del tamaño del pene. El patriotismo, el amor a la patria, es un sentimiento, una seña de identidad, un compromiso con unos valores y principios irreductibles, una manera de ser y de comportarse y un orgullo que recorre hasta la médula y las entrañas y que desemboca en el fiel cumplimiento de la ley. Por eso extraña que el Partido Popular y su Gobierno de España impelan hasta la extenuación a acatar la ley y los parámetros marcados por el Tribunal Constitucional, ese Tribunal, precisamente, que en una reciente sentencia ha puesto de hoja perejil a todo el Gobierno de España por aprobar en 2.012 la ley de Amnistía Fiscal, contraviniendo flagrantemente la propia Constitución y el Ordenamiento Jurídico Español, con el fin de favorecer a unos pocos, amiguetes, en detrimento del conjunto de los españoles y del bien y el interés generales, causando una impresentable e inadmisible discriminación respecto del resto de ciudadanos. Si el Tribunal de Cuentas exige a Artur Mas el pago de una multa de cinco millones doscientos mil euros que empleó en la consulta de 2.014, ¿cuántos cientos de millones debiera exigir el Tribunal Constitucional al Gobierno de España por lo dejado de ingresar en base a la ley de amnistía fiscal?.

 Y en este aquelarre, el Secretario General de los Socialistas, Pedro Sánchez, ha caído de bruces en esta tela de araña que con extraordinaria sutileza teje el Sr. Don Mariano Rajoy Brey, cayendo en brazos de éste, por la promesa de ponerse manos a la obra para reformar la Constitución Española, allá por 2.018, o más bien, diría yo, para “ad calendas graecas”, tal como le ha ocurrido al iluso Albert Rivera con el asunto de investigar hasta las últimas consecuencias la corrupción y la financiación ilegal del PP, que duerme ya el sueño de los justos, y es que sabemos y ya lo anunciamos más de una vez, que el Sr. Rajoy es experto en llevarse al huerto a cualquier desavisado que medre por sus respetos y sirva a sus intereses.

Y ante la cerrazón de Europa, que hace oídos sordos y mira para otro lado ante el problema catalán, que no es de hoy ni de ayer, sino desde “in illo tempore”, con las lacerantes declaraciones del Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, “no quiero una UE con 98 estados”, rechazando de plano cualquier mediación, cuando, en realidad, el problema catalán es tanto un problema de España como de la propia Unión Europea, al ser aquéllas miembro de ésta.

Ni qué decir, a este respecto, de las declaraciones que, en el Diario “Le Soir”, ha realizado el primer ministro belga, Charles Michel: “solo si constatáramos un fracaso definitivo del diálogo habría que plantearse la cuestión de una mediación internacional o europea”, porque, a su juicio, en España no hay una crisis jurídica, sino una crisis política que debe resolverse con diálogo político, en un intento de apaciguar los ánimos y buscar una solución al conflicto, siendo el primer dirigente europeo en condenar la violencia del 1-O, mucho antes que lo hicieran la Comisión Europea o el Presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk.

Y el Sr. Cristóbal Montoro, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, ya ha reiterado en sucesivas declaraciones que “el problema catalán” entorpece el signo de la recuperación y amenaza el déficit, poniéndose la venda antes de la herida.

Finalmente reseñar que, Manuel Cancio, Catedrático de Derecho Penal en la Universidad Autónoma de Madrid, proclama rotundamente que “no hay atisbo ni (de la comisión de un delito) de sedición, que requiere vías de hecho o ilegales para obstaculizar el ejercicio de funciones públicas; y, menos aún, de rebelión, que requiere violencia” insistiendo en que los 72 diputados catalanes independentistas que firmaron la declaración de independencia no han cometido ningún delito.

MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ

                         18 de octubre de 2017

 

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