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Esta sociedad está enferma (V)

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 27 de diciembre de 2017, 05:44h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

Dentro de estos males, que se multiplican como un contagio, imparable, insoslayable e insalvable, nos hallamos con las agresiones de alumnos, cuando no de los padres de éstos también, a los profesores, hasta el punto de que bien pudiera ser englobada la profesión de “profesor” dentro de las de mayor riesgo para la integridad física y psicológica de sus practicantes. De hecho, este tipo de agresiones de alumnos a docentes se han cuadriplicado en un año, según recoge en su informe el Defensor del Profesor, que en el mismo responsabiliza de este incremento al cuestionamiento de la autoridad del docente que se realiza dentro de las familias, pues si en el curso 2.013/2.016 fueron 59 casos, durante el curso 2.016/2.017 los casos ascendieron a 270, y dicho informe pone el dedo en la llaga al considerar el comportamiento de las familias como una de las causas de este incremento. Pues sabido de todos es que en la actualidad ningún padre o madre, o casi ninguno, acepta que sus hijos sean merecedores de advertencias o castigos (ya se sabe que nunca físicamente) por su mal comportamiento e indisciplina, cargando todas las tintas en el profesor o profesores, a los que tildan  de tener manía a sus hijos, creyendo siempre, a pies juntillas, a éstos, y desautorizando por cualquier medio a su alcance la autoridad de aquéllos, que, al final, para evitar problemas, lo que hacen es condescender con el vándalo o gamberro o gandul, que le ha tocado en clase y tratar de pasar de puntillas sobre los mismos para no encolerizar a sus progenitores, para los cuales sus hijos son poco menos que santos, que nunca faltan a clase, que obedecen las instrucciones del profesorado, que nunca han ido de botellón ni fumado un porro, y todo ello aunque sean conscientes de la recogida de sus vástagos a altas horas de la madrugada, desprendiendo un olor, más bien estertor, a alcohol y fumete, que tira de espaldas, y sobre todo ordenar no hacer ruido a la mañana siguiente para que el nene o la nena se levante `pasado el mediodía, porque está muy cansado o cansada de la diversión de la madrugada anterior. Y esto lo jurarán y lo perjurarán, en base al siguiente manido razonamiento: “yo conozco muy bien a mi hijo, y sé que nunca me ha mentido”. ¡Ay, ilusos, irresponsables, calzonazos de tomo y lomo! ¿No sabéis que en la mayoría de todos estos casos vuestros vástagos mienten como bellacos y yo sé, muy bien, que lo sabéis, pero miráis para otro lado, os hacéis los locos, envalentonando a vuestros descendientes para que sean capaces de llegar hasta límites insospechados?, y que más bien temprano que tarde, acabaréis pagando vuestro papanatismo, cuando esos hijos que tanto decís conocer, la emprendan contra vosotros mismos, porque, a la vista está que, igualmente cada vez aumentan más los casos en que los hijos, menores o no, la emprenden contra sus propios padres, pero en fin, en estos casos, éstos llevarán en su pecado la penitencia. No se puede dejar, normalmente a menores de edad, que campen por sus respetos, sin que sepan de ciencia cierta y propia, que la convivencia en sociedad requiere una firme y convincente dosis de obediencia y respeto a los superiores y a los mayores y no menos pequeña de disciplina a fin de poder entregar el relevo generacional sin traumas y sin subterfugios, porque, de lo contrario, todas las expectativas puestas en las nuevas generaciones, se nos vendrán abajo como un castillo de naipes.

Otro síntoma, de la enfermedad social, reside en las salidas de tono, cada vez más frecuentes, de los padres y madres en los partidos de fútbol que juegan sus hijos menores de edad, con invasión del campo, trifulcas entre padres de uno y otro equipo y agresiones de no poco calado a los pobres árbitros, que, en estas categorías, no gozan de protección policial alguna, pareciendo una guerra, en algunos casos, más que un deporte que practican chavales, la inmensa mayoría de los cuales nunca llegarán a nada en el mismo, sino que simplemente lo practican por afición, mas los padres parecen haber puesto todas sus ilusiones en que sus hijos lleguen a ser los “messis” o “ronaldos” del futuro y no pueden soportar que a sus hijos (que seguramente sean unos mantas) le quite la pelota un rival, o que el árbitro le saque tarjeta, amarilla o roja, o pite un penalti en contra del equipo en el que milita su retoño. Un ejemplo más, de la intromisión de los padres, dando un pésimo ejemplo a sus descendientes y a cuantos estén tranquilamente presenciando el partido, que debieran hacer acto contrición, propósito de la enmienda y cumplir la penitencia, porque el ejemplo es deplorable, sin comprender que en estas lides sólo se ventila un esparcimiento o recreo, avergonzando, en no pocas ocasiones, a sus propios hijos. El remedio, sería no permitir la presencia de estos energúmenos en los campos de fútbol.

Y como si nos encontráramos ante un inmenso cesto, lleno de cerezas, del que tirando de la primera, las siguientes van saliendo atadas sin solución de continuidad, imparable y capaz de dejarnos asombrados (si es que el asombro cabe ya en nuestras mentes, visto lo visto y lo que nos queda por ver), siguen asomando los casos en los que quienes cometen tales actos de perversión e inmoralidad, quizás nunca debieron haber nacido. Así, ha estallado otro caso análogo, si no idéntico, al de “La Manada”, tan ampliamente comentado ya, por activa y por pasiva, por los medios de comunicación y lo que te rondaré morena, cual es el de los tres jugadores de la Arandina, equipo de fútbol de la tercera división de Aranda de Duero, en el que dichos tres, con nocturnidad y alevosía, parecen haber abusado sexualmente y violado a una menor de 15 años, hecho delictivo, haya habido o no consentimiento de la menor, tal como lo sanciona el Código Penal, al considerar delito el mismo aun habiendo consentimiento de una menor de 16 años. La consecuencia lógica, la decisión rápida de la Juez de dictar prisión incondicional preventiva para los encausados. Un hecho más, que pone de manifiesto la zozobra moral y ética que inunda el alma de una inmensa mayoría de jóvenes, que dan rienda suelta a sus instintos más bajos, sin pararse a pensar en las consecuencias, graves y de por vida, que con sus irreflexivos, perversos e infernales actos, dejan en la víctima y en todo su entorno. Y las cerezas siguen saliendo del monumental cesto, pues el día 13 de este mes y año, apareció muerto, junto a un puente en Mount Washington, un pueblo de Kentucky, Dan Jonson, Diputado Republicano del mismo Kentucky, al parecer por suicidio, tras revelarse un episodio atribuido al mismo de abuso a una chica de 17 años en el año 2.013; el director de cine Roman Polanski, que en relación con los abusos se ha convertido en el cuento de nunca acabar, enfrentándose a una nueva acusación de abusos sexuales, pues la policía le investiga por acosar a una niña de 10 años en 1.975 durante una sesión de fotos en las playas de Malibú, en fin, un nuevo episodio en este tema que añadir al “currículum” del Director, al que, según algunos críticos, todo apunta a que el asesinato de su mujer Sharon Tate, en 1.969, le marcó hasta el punto de sacar su lado más salvaje y depravado, lo que no parece ser una excusa razonable para justificar una forma de actuar fuera de las leyes naturales y humanas; o el caso del chef y presentador de televisión Mario Batali acusado el pasado 11 de Diciembre por cuatro mujeres de comportamientos inapropiados y  acoso sexual dentro y fuera del entorno laboral, por lo que ABC que transmite su programa gastronómico “The Chef” le ha pedido que se retire de su posición, o sea, que, de momento, haga mutis por el foro; y es que en esto del apetito sexual parece no haber fronteras ni límites, pues hasta el exmarido de la princesa Marta-Luisa de la Casa Real de Noruega, Ari Benh, relata que el actor Kevin Spacey se sobrepasó con él en 2.007, ratificándose el actor con estos hechos en su depravación moral y haciéndose acreedor al título de “depredador sexual”; y en estos lances, Richard Gere ha entrado al trapo manifestando “nunca me hicieron insinuaciones, pero los abusos han existido siempre”, lo cual nos induce a pensar que esta lacra de la sociedad era conocida por propios y extraños, pero que sobre la misma se corría un tupido velo, se miraba para otro lado y se adoptaba el silencio de los corderos.

Dos hechos dramáticos, feroces y satánicos se han sucedido en fechas recientes: uno de ellos con el saldo de la muerte de dos guardias civiles y un ganadero a manos del serbio Norbert Fehrer, conocido como Igor Vaclavic o, simplemente, como “Igor el Ruso” (amén de otras tres muertes a sus espaldas en territorio italiano y no se sabe si hay más víctimas por el camino) y otro el asesinato en Zaragoza llevado a cabo por Rodrigo Lanza (que ya en su historial delictivo cuenta con haber dejado tetrapléjico a un policía) sobre Víctor Laínez, por el mero hecho de llevar éste unos tirantes con la bandera de España. Todo en un suma y sigue, al parecer, infinito.

MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ

                 27 de diciembre de 2017

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