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Suárez o la paradoja de la autoridad sin poder

viernes 04 de abril de 2014, 22:00h
Suárez o la paradoja de la autoridad sin poder

Una parte importante de mi vida ha estado ligada al proyecto político que encarnaba Adolfo Suárez  lo que me ha permitido, en no  pocos momentos, apreciar de cerca algunas de las cualidades que hoy de manera profusa se ponen de manifiesto. La responsabilidad con la que afrontó la gran tarea de la normalización política española sólo es equiparable a la perseverancia en la persecución de los objetivos, que hubieran sido de imposible cumplimiento sin las grandes dosis de valentía que alcanzaban más allá de los riesgos calculados. Y todo ello acompañado de un control emocional que le permitía ser a la vez estadista y popular. No hay exageración alguna en lo que digo, es algo constatable que hoy aprecia la gran mayoría de los españoles.

Sin embargo, este reconocimiento se ha producido en un momento en el que resulta muy corriente en nuestra sociedad la designación de aquellos que ostentan responsabilidades públicas, sean de cualquier naturaleza, como “políticos”, con cierto aire despectivo. Esta denominación se ha generalizado ya que hasta los más serios medios de comunicación la han adoptado. Sin duda, se ha operado, en relativamente, poco tiempo, un gran cambio en el sentir colectivo que tiene como indicador ésta fórmula expresiva. Ciertamente, lo que ahora son “políticos” no hace mucho eran concebidos como “autoridades” como expresión de respeto.

¿Qué ha ocurrido para que aquello venerable pase en tan corto espacio de tiempo a constituir otra cosa de naturaleza menor y hasta despreciable?. No cabe duda, que la respuesta hay que encontrarla en el propio sentido del término “autoridad” cuya crisis resulta cada vez más acentuada. En efecto, el origen de la “auctoritas” no es otro más que el del saber socialmente reconocido, se reconoce a quién ostenta la “auctoritas” como una persona de especial sabiduría y capacidad de gobierno. No obstante, el concepto ha sido asimilado tradicionalmente  a otro que en cierta forma le da sentido, cual es el del “poder”, de tal manera que la “potestas” como  poder socialmente reconocido está orientado y limitado por la autoridad, de forma que es ejercido por los que pueden, por los que disponen de aquella.

Sin embargo, dicha relación lógica no acompañó al gran político que fue Suarez. El homenaje popular del que está siendo objeto, no es ni más ni menos que el reconocimiento de su auctoritas, de su sabiduría política, de su liderazgo en la consecución de acuerdos que han permitido una convivencia fructífera y en paz, de su capacidad para objetivar y poner en circulación grandes valores  públicos.

Pero la autoridad de Suarez no estuvo acompañada del correspondiente poder. Efectivamente, cuando el presidente de la Transición pone en valor la democracia, los poderes no dudan en intentar subvertirla, cuando pone en valor la unidad de España, otros poderes de naturaleza diferente no dudan en destruirla, cuando pacta la bandera como símbolo común de todos los españoles son distintos poderes los que la arrebatan, cuando proclama el valor del mérito y la capacidad se acaba imponiendo la mediocridad y la corrupción.

Suarez deja un magnifico testimonio al pueblo español para que los poderes que de él emergen como único titular de la soberanía, confluyan con la  autoridad de los gobernantes en beneficio de los valores más transcendentes. Son los españoles los que en este momento póstumo le han investido del poder que otros le negaron. Una vez más mi admiración y homenaje. Muchas gracias Presidente.

 

Onofre R. Contreras Jordán

Catedrático de la Universidad de Castilla-La Mancha

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