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Negar lo evidente

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 13 de noviembre de 2019, 05:31h

Vivimos en un país, aún hoy, a duras penas, llamado España, en el que nada es lo que parece, y si algo parece lo que es, ya se encargarán de negarlo y, en su caso, destruirlo, los que se presentan ante la ciudadanía como los poseedores de la fórmula de fierabrás o de la virtud del “sabelotodo”, de cuyos dicterios y proclamas, se erige la verdad absoluta y sin contradicción, de lo que conviene o no a este citado país. Y muestras de estos desatinos se han sucedido a lo largo y ancho de la piel de toro desde tiempo inmemorial o si queremos adornarlos como se adorna un árbol de Navidad, desde “in illo tempore”, y creo y no exagero que tenemos película de esta índole para largo rato, o sea, siguiendo con los adornos antedichos, hasta que “las ranas críen pelo”. O sea, desde siempre y hasta siempre.

Así, nos hemos encontrado estos días con un escándalo de órdago a la grande y a la chica, e, incluso, a los pares, a cuenta de la insinuación del Pseudo Doctor Sánchez de dominar a la Fiscalía, al presumir de tener al Ministerio Público a sus órdenes, en un arrebato de propaganda electoralista, teniendo en cuenta la apertura de las urnas, por cuarta vez, en cuatro años, este pasado 10 del mes que consumimos, en una acción propia del descaro que embelesa al Presidente del Gobierno en funciones, propio de una chulería de matón de barrio. Ni qué decir tiene, que, como en Fuenteovejuna, todos a una, corrió por los cuatro puntos cardinales de Hispania, como un reguero de pólvora, la sorpresa y la indignación por tal bravuconada, sintiéndose poco menos que humillados, cuantos contrincantes de las siglas del PSOE presentaban su candidatura a gobernar España, amén de cuantos tertulianos, comentaristas, analistas y opinadores de toda índole y ralea, se dedican a analizar, examinar y comentar la trastienda y las bambalinas de la política, entrando en las entrañas del Estado y de los propios partidos políticos.

Todo ello, en un rasgarse las vestiduras, escandalizándose y mostrando una honda indignación ante lo que consideran un anatema, una herejía, incompatible con un verdadero y auténtico Estado de Derecho, poniendo de hoja perejil al interfecto Pseudo Doctor, incurriendo en un acto de extrema hipocresía, fariseísmo o doblez, expeliendo, incluso, lágrimas de cocodrilo, en un puesta en escena de unas falsas e insinceras muestras de dolor ocasionado por el rebuzno del Pseudo Doctor.

Todo lo cual, no es sino una comedia, un querer guardar las formas sin entrar en el fondo, nadar y guardar la ropa, una prueba más de querer cretinizar al pueblo convirtiéndolo en una masa mansa y crédula de carne sin ojos, a fin de que aquél siga comulgando con ruedas de molino, tragando carros y carretas y en la creencia de que los burros vuelan, convirtiendo a esa masa en una masa uniforme y homogénea, que se cree vivir en el mejor de los mundos posibles porque cada cuatro años, en principio, la sueltan ante las urnas para que puedan celebrar la fiesta de la democracia depositando su voto en las mismas y haciéndoles creer que éste, su voto, es decisivo para lanzar al país hacia el futuro y hacia una especie de Estado del Bienestar, en el que la Justicia, la Equidad y los Principios Generales del Derecho brillarán con luz propia, en definitiva, alcanzar el Cielo en la Tierra o como poco volver a entrar en el Paraíso Terrenal. Por lo que, acudiendo a las urnas, una vez por año, y van cuatro consecutivos, es de esperar, sin contradicción alguna, que esa masa informe de carne mansa y crédula y sin ojos, es de imaginar que estará encantada y jubilosa por celebrar con tanta asiduidad esa “fiestas de la democracia”• que en la cabeza le han inculcado e inoculado, como una vacuna, los jerifaltes de turno, es decir, los que desde las poltronas alcanzadas tras el recuento de votos, se erigen en valedores del bien y del mal y en dispensadores de carnets democráticos, mientras engordan sus faltriqueras y las de los ciudadanos merman paulatinamente y en consonancia con el llenado de aquéllas, hasta extremos, a veces, escandalosos e intolerables, sumiéndola en la indigencia y la miseria más absoluta, total y categórica, propias del ejercicio del poder de la manera más autoritaria, despótica y dictatorial que uno imaginarse pueda, todo ello revestido, oportunamente, de una corrección democrática impoluta, intachable, impecable e irreprochable, sin paliativos ni réplica, en lo políticamente correcto, por la sencilla razón y fundamento de que todo aquél que llega al poder está planeando sobre el bien y el mal y puede, por el solo hecho de haberlo alcanzado, hacer de su capa un sayo, convertidos en Dioses Terrenales, procedentes del Olimpo, a los que deben sumisión extrema e incontestable todo bicho viviente que se encuentren a su paso.

Y es que, parece mentira que tanto listo, tanto intelectual, tanto apologeta de las andanzas de la política y de los políticos, sigan creyendo, cuarenta años después, que nos hallamos en un Estado de Derecho, Democrático y de Bienestar Social, cuando esos tres epítetos “de Derecho”, “Democrático” y “de Bienestar Social”, caen por el suelo, a poco que rasquemos en nuestra llamada Constitución, la de 1.978, y en ciertas leyes que constituyen una verdadera bofetada contra los Principios Generales del Derecho, que deben presidir una verdadera y auténtica DEMOCRACIA, entre ellos, y como base prioritaria y fundamental, la separación de poderes entre los tres clásicos admitidos sin discusión, a saber, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, que ya consagrara como tal principio, el Barón de Montesquieu, pero por lo que se ve, por estos lares, ahormados a las conveniencias de una casta política, que utiliza, usa y abusa de esta creencia para ejercer el poder de una manera despótica y en beneficio de sus intereses propios y particulares, despreciando y dejando en el baúl del olvido, los intereses públicos y generales de la ciudadanía, la dicha separación de poderes brilla por su ausencia.

Por lo que extrañan esos aspavientos, por la insinuación del Pseudo Doctor Sánchez, en acaso la única verdad que haya salido de sus labios, de que el Ministerio Público está a las órdenes del Gobierno, teniendo en cuenta que nuestra propia Carta Magna, la usada como arma arrojadiza por los partidos políticos, tantas veces, establece en su artículo 124, punto 4 que “El Fiscal General del Estado será nombrado por el Rey, a propuesta del Gobierno, oído el Consejo General del Poder Judicial”, y en el punto 2.- de ese mismo artículo estipula que “El Ministerio Fiscal ejerce sus funciones por medio de órganos propios conforme a los principios de unidad de actuación, de dependencia jerárquica y con sujeción, en todo caso, a los de legalidad e imparcialidad”.

Pues bien, si al Fiscal General del Estado lo nombra el Rey, a propuesta del Gobierno de turno, y la actuación del Ministerio Público está sujeta al principio de “dependencia jerárquica” (de manera análoga a cómo funcionan las Fuerzas Armadas), ya me dirán Vds. si dicho órgano está libre de la posible injerencia del Poder Ejecutivo sobre el mismo, como puede demostrarse con casos flagrantes, que no es motivo ahora mencionar, que dejan esa independencia entre los tres poderes en agua de borrajas, y, sobremanera, cuando en 1.985 el PSOE entonces en el Gobierno, con Felipe González a la cabeza, modifico la Ley Orgánica del Poder Judicial, entrometiendo en el nombramiento del Consejo General del Poder Judicial a los Partidos Políticos, que se reparten los puestos en el mismo, como se reparten las perdices entre los cazadores, una vez terminada la jornada cinegética, con una vuelta de tuerca más dada por el Partido Popular de Mariano Rajoy en tiempos del Ministro de Justicia Alberto Ruiz Gallardón. Y quizás la prueba del algodón sea, que aunque en el cargo deba mantenerse cuatro años, debe cesar cuando cesa el Gobierno que lo nombró.

Entonces, ¿a qué cerrar los ojos y sentirse ofendidos por la verdad del barquero desvelada, quizás inconscientemente, por el Pseudo Doctor Sánchez? Así nos luce y nos lucirá el pelo, negando lo evidente y cerrando los ojos o mirando para otro lado mientras nos enmerdamos cada día más en la ciénaga de una Anticonstitución.

MIGUEL-ÁNGEL VICENTE MARTINEZ

13 de Noviembre de 2.019

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