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AL TORO DE LA VEGA

Por Miguel Ángel Vicente
martes 23 de septiembre de 2014, 22:16h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

Un mugido atronador,

mezcla de sangre y de sol,

exhala del corazón,

del Toro de la Vega,

propalando un eco

ensordecedor

por todo el valle

del pueblo de Tordesillas,

lacerando, ominosamente,

el honor y la decencia

de sus habitantes,

de sus huéspedes

y el de todos los españoles

que no abominen

de esta barbarie,

de este espectáculo

dantesco,

cruel y sanguinario.

 

Hambre de sangre

y de muerte

corroe el esqueleto

de los quince jinetes,   

montados a la grupa

de sus cabalgaduras,

blandiendo, en la mano,

la lanza del espanto

y de la muerte

(cuarenta centímetros de hoja

y dos metros de mango).

Pasean su cadavérica

pitanza mortuaria

sobre la estepa,

y se oyen en el Valle

gemidos de muerte y miseria.

 

Gemidos de toro bravo,

gemidos maldiciendo

a tanto asesino,

a tanto maltratador

inhumano,

a tanto malnacido,

a tanto descabezado

ahíto de muerte y espanto.

Treinta lanceros, además,

a pie, acompañan,

a los caballeros,

todos carroñeros,

alimañas nacidas

del vientre de una madre,

aunque parezca mentira.

 

Toro bravo,

toro bonito,

como te cantaba El Fary,

dicen que la lucha

es de igual a igual,

cuando te rodean

cuarenta mil

gargantas vociferantes

de quienes lo pasarían

en grande

en el circo romano

viendo devorar por los leones

a cientos de cristianos.

 

¿Qué alma se cobija

bajo los huesos

de esos infectos cuerpos?

Cuerpos corroídos

por la podredumbre,

carcomidos

por la herrumbre,

vivo ejemplo

de la miseria

y la decadencia humanas.

 

¿Qué malnacido

te ha quitado la vida,

de una forma tan infame,

tan injusta,

tan traicionera

y tan lacerante?

Caigan sobre su cabeza

mil rayos

y sus cenizas

no encuentren

paz ni descanso,

ni tierra alguna

que les de cobijo.

 

Tú entras, sin embargo,

en el paraíso,

en el Parnaso

de la bravura,

con más sentimiento

y más inteligencia

que tus verdugos,

cuyos nombres se borrarán

de la faz de la tierra,

mientras el tuyo,

Elegido, con los de

tus predecesores,

surcarán el cielo,

por la noche y por el día

y por toda la eternidad.

 

Tradición, dicen.

También era tradición  

el derecho de pernada

y que el Rey

le cortara la cabeza

a quien le viniera en gana.

Maldita sea la tradición

que acaba con la vida

de un hombre,

de un animal,

o de una planta,

por capricho y necedad,

y malditos

quienes las mantienen

y a quienes les divierte

y les entretiene.

 

Vuela tu alma ya

libre bajo el sol

y las estrellas,

mar abierto,

azul cobalto del cielo,

verde pradera

donde tus antepasados

pacen eternamente,

mientras tu corazón

desparrama

vida y aliento

para quienes,

cual Tribuna Supremo,

condenamos

a los autores

de esta atrocidad sanguinaria,

sean plebeyos

o de sangre real,

lacayos o autoridad.

 

Brindo por ti,

al trasluz del más allá,

para que tu alma alcance,

la vida en la inmortalidad.

 

Elegido, un  toro corniveleto, de  pelo negro zaino y

596  kilos  de  peso,  de  la  ganadería  burgalesa   de

Antonio Bañuelos, fue, salvaje y brutalmente, abatido,

alanceado  hasta  su  muerte, en el Campo del  Honor

(¡qué  cruel  contradicción!),  poco  después  de   las

12  de  la mañana del  día 16 de septiembre de 2.014,

en  la  conocida como  fiesta del Toro de la Vega, en

Tordesillas  (Valladolid), cerca de  la ribera del Duero,

cuyas  aguas  se  vistieron,  una  vez  más,  de negro.

Dicen que es cultura y  si esto  es así, yo me declaro

inculto  y  analfabeto  por  los  siglos  de  los  siglos,

amén.

MIGUEL ANGEL VICENTE MARTINEZ

24 DE SEPTIEMBRE DE 2014

 

 

 

 

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