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Cambio de nomenclatura

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 04 de abril de 2018, 00:44h

De cara a su próxima Convención Nacional, a celebrar el Sevilla el próximo fin de semana, el Partido Popular ha decidido cambiar el mascarón de proa del Partido y sustituirá la gaviota o charrán, que hasta ahora constituían el símbolo del Partido, por una encina (Quercus ilex). O sea, que se ha pasado de una ave a un arbusto, es decir, que de ser carnívoro, ahora se proclama vegetariano, dispuesto a hincharse a bellotas, que es el fruto de la susodicha encina y que constituye el manjar predilecto de los cerdos que pacen libremente en la dehesa extremeña, entre encinas centenarias, cuando no milenarias, y que contribuyen a la formación del llamado jamón ibérico, manjar excepcional donde los haya y que ha empezado a hacer furor entre los chinos, abriéndose un nicho de negocio impresionante debido a la enorme población china.

Según el Diccionario de Uso del Español, de María Moliner, se describe la encina como “un árbol fagáceo de hojas pequeñas coriáceas con los bordes con puntas que pinchan, que da como fruto bellotas, que se emplean como pasto para el ganado de cerda, y son dulces y comestibles para las personas en algunas variedades; la madera es dura y compacta”.

Viendo lo visto, no sé yo, si tratando de huir de la quema, el PP se ha metido en el corazón del incendio, o si huyendo de “Guatemala” se ha metido en “guatepeor”, o si tratando de salir de un charco, se ha metido de cuerpo entero en un río.

Pues si de lo que se trataba, tal como parece ser, es de salir como el diablo huye de la cruz, a toda leche, de las connotaciones corruptivas del antiguo emblema, “gaviota o charrán”, por su cualidad de aves carroñeras, la equiparación con el ganado de cerda al que se destina principalmente el fruto de la encina, o sea, las bellotas, va a ser tomado como poco a chacota, aunque el tronco de la encina sea duro y compacto y sus hojas coriáceas.

No pasemos de largo cobre el significado de gaviota o charrán, dos especies de aves carroñeras, de las que el Partido parece querer desprenderse por su vínculo o posible relación y sintonía con el tema de la corrupción, la cual de forma sistémica y sistemática ha venido corroyendo la médula del Partido, encontrándose centenares de cargos del mismo en trances judiciales y el propio Partido investigado (o sea, imputado) como participe a título lucrativo, lo cual es una forma diplomática y fina de enmascarar el término “chorizo”.

Quizás, sea también o, por lo menos, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, que nuestro ínclito Presidente del Gobierno, Don Rajoy, Mariano, haya querido dar un toque personal a lo que ya se ha denominado “marianismo”, tratando de borrar toda huella de su antecesor en el Partido, el Sr. ex-Presidente del Gobierno, Don José-María Aznar, al que dejará con el sambenito de la gaviota o charrán carroñeras, de las que, al parecer, hace tiempo trataba de distanciarse, las cuales ya, en vida y vigencia, han ido siendo sometidas a una importante intervención de cirugía estética, hasta el punto de convertirlas prácticamente en una ceja circunfleja (invadiendo la patente que en su día estableció el Sr. Rodríguez Zapatero con sus fieles seguidores actores e intelectuales de la ceja). No obstante, hay que poner de manifiesto, y tal como lo corrobora nuestro insigne Diccionario con su refranero a cuestas, que “la mona, aunque se vista de seda, mona se queda”, que es lo que le pasaba a la gaviota, interpretada a toro pasado por su creador como un charrán, siendo dicho arreglo, o sea, el remedio, peor que la enfermedad.

Pero, ahora que parece que el Presidente del Gobierno de España y del Partido Popular, se encuentra como la primavera, en flor, y tras sus andaduras por esos caminos de Dios, a paso firme y ligero (convertido en un Aquiles, el de los pies ligeros), sintiéndose otro hombre, se ha decidido dar el cambiazo, a ver si, al menos, los jóvenes del partido se ven libres de polvo y paja de ese peso que se arrastra derivado de la corrupción a la enésima potencia que cerca al Partido, aunque difícil lo tienen, ya que los casos de la susodicha están aflorando, un día sí y otro también, como afloran las setas en otoño, tras la lluvia. Pero, al menos, hay que intentarlo a ver si suena la flauta y todo este embrollo de la corrupción queda en el olvido como un sueño de pesadilla.

Y tratando de hacer comulgar a los ciudadanos y a los militantes con ruedas de molino, práctica habitual desde el Partido Popular, causan una cierta estupefacción, cuando no risa, por lo ridículo, las explicaciones que en la presentación del nuevo símbolo en público, realizó el Coordinador General del Partido, Fernando Martínez-Maíllo, en el sentido de que el cambio se produce “porque es el árbol más robusto, aguanta todo, tiene raíces profundas y en su tronco poderoso está representada la fuerza de nuestros afiliados”, y se quedó más ancho que largo, esperando una ovación como las que recibía Manolete cuando lograba que el toro que le tocara en suerte rodara sin puntilla, haciéndose acreedor a las dos orejas y el rabo, y la consiguiente salida a hombros por la puerta grande de la plaza de toros. Habría que espetarle al coordinador general del PP, que “a otro perro, con ese hueso”, pues no es tan fácil dejarse engañar, aunque, desde luego, hay quienes admiten el engaño a sabiendas, sintiéndose extremadamente felices y comiendo perdices.

Como pone de manifiesto Ignacio Camacho, en su columna en el Diario “ABC”, del día 20 de Marzo pasado, se trata de un “nuevo ideograma del marianismo”, “un nuevo símbolo”, pero “carente de encanto, carisma y de hechizo”, O sea, en resumidas cuentas, un reflejo del talante amorfo, oscuro, desangelado, frío, rutinario, tardío y, a veces, torpe y lento hasta la saciedad, en definitiva, un modo de ser enraizado en las venas de los populares y ahormado más aún, si cabe, bajo el mandato rajoyano. Una manera de dejar pasar el tiempo a ver si escampa y toda la zozobra pepera por la galopante corrupción que le aflige queda, en el pasado, como un mal sueño, lo cual es bastante improbable, porque la gente tiene memoria y no se olvida fácilmente de las patrañas en las que estuvo, está y por lo que se ve, seguirá estando (nada más hay que asomarse al balcón de la Comunidad Autónoma de Madrid, y ver los cambalache que rodean la obtención del título de master por parte de su actual Presidenta, Cristina Cifuentes, baluarte y adalid en la lucha contra la corrupción), en un remedo, mutatis mutandi, del dicho según el cual “el asesino siempre vuelve al lugar del crimen”.

Y es que, cuando se huye de algo que se ha hecho mal, pues las cosas suelen salir como el rosario de la aurora, ya que la base de tal cambio anda a vueltas con la ya meritada corrupción sistémica y sistemática que, prácticamente, sin solución de continuidad, corroe la médula y los vasos sanguíneos del Partido. Y que, por cierto, aún no se han despejado los nubarrones ni tomado medidas contra la borrasca de la corrupción, por mucho que los peperos alardeen de ser el Partido que más medidas ha adoptado para luchar contra ella, lo que pudiendo ser verdad, bien pareciera que las dichas medidas y esa lucha se circunscribiera a los demás partidos y no a sí mismo, “por ser vos quienes sois”, al creerse concebidos, como la Virgen María, sin mácula de pecado original, y no haber roto un plato en su vida y, poco menos, que mear agua bendita.

En definitiva, que el cambio de logo, símbolo, emblema, enseña, logotipo, o como queramos llamarlo, en modo alguno disipará las sospechas que sobre la corrupción se ciernen sobre el Partido, en el que, con este regate han creído que “muerto el perro, muerta la rabia”, pues nada más lejos de la realidad, cuando, en verdad y como es constatable empíricamente, se tratan de “los mismos perros, pero con distintos collares”, para más inri, sin confesarse ni hacer acto de contrición y mucho menos estar dispuestos a cumplir la penitencia.

MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ

4 de abril de 2018

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