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Refritos del verano (V)

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 04 de septiembre de 2019, 05:46h

Si la cumbre del G7, recientemente celebrada en Biarritz, bajo el auspicio del Presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, figurín donde los haya, ejemplo del calzonacismo más puro y duro, intentando jugársela, nada más y nada menos, que al Presidente de la Primera Democracia del Mundo y, a la vez, de la Primera Potencia Mundial, Donald Trump, con esa jugada que se creía maestra, de citar durante la misma al embajador iraní, con el objetivo de que Trump se achantara y se viera sorprendido y desbordado, por esa jugada que se creía de ajedrez y con resultado de jaque mate, le ha salido el tiro por la culata, porque el Sr. Trump se viste por los pies y aun no ha nacido quién le pueda parar dichos pies ni mojarle la oreja. Decía, que si la cumbre del G7 no ha servido sino para demostrar, una vez más, las carencias y las goteras de que adolece la Unión Europea, la UE, ese elefantiásico y, a la vez, megalómano, monstruo creado en aras de espurios intereses, que algún día saldrán a la luz, sí que ha servido, o al menos, ha sido útil, para potenciar la alianza Estados Unidos de América y Reino Unido, pues tanto Donald Trump como Boris Jhonson (quizás sea por aquello de que ambos hablan el mismo idioma y no me refiero única y exclusivamente al inglés), ofreciendo el primero al segundo tratados comerciales y de otra índole para, en caso del despegue definitivo del vientre de la UE de la Gran Bretaña, ésta no se quede aislada en su archipiélago y abandonada a su suerte, como auspician y desean los gerifaltes europeos, lo que ha “dado alas” (como la bebida refrescante Red Bull) al Premier Británico, que nada más regresar a su país, ha suspendido el Parlamento, con la intención de que éste no torpedee y sirva de altavocía para interrumpir o lo que es peor, dar marcha atrás, en el tan cacareado y nombrado BREXIT, esa decisión de marcharse de la Unión Europea, sí o sí, con acuerdo o por las bravas, como parece que al final va a ser, y que es lo que los británicos votaron en su día, con la intención de recuperar su soberanía plena (al menos ya tenían su moneda, la libra, que la Unión no pudo suprimir por el enfático Euro), y con ella su libertad, el don más preciado que posee el hombre, después del de la vida, y con ella decidir su futuro, sin interferencias ni suberfugios de los papanatas dirigentes de la UE, una jaula de grillos, que se reúnen para no acordar nada ni tomar decisión alguna en beneficio de los ciudadanos europeos, y que con su calzonacismo a todo trapo, en realidad y ciertamente, están dejando varado, si no lo han dejado ya, a ese buque mastodóntico que constituye la Unión Europea, que, más temprano que tarde, acabará como el Titanic o como el rosario de la aurora, y si no, al tiempo, porque, en definitiva, no constituye este utópico anhelo, de constituir los Estados Unidos de Europa, una entelequia, un desiderátum de laboratorio, pero que cuando se aplica a la realidad salta hecho añicos, pues no es sino un remedio de los propios Gobiernos de cada país integrantes, a cada cual más corrupto en su clase dirigente, y como no podía ser de otra manera, esas mismas cargas las ha asumido la élite europea, a modo de hipoteca “ad calendas graecas”, es decir, sin termino o plazo.

Pues bien, con el impulso dado por el Presidente Donald Trump a Boris Johnson, con apoyo para que, en su caso, incluso, abandone Inglaterra el nido de corrupción de la UE, por las bravas, o sea, sin acuerdo, ese acuerdo al que condujeron a Theresa May, mediante la extorsión y sólo Dios sabe qué otras triquiñuelas de por medio, la primera medida drástica, como las que hay que tomar cuando viene la corriente en contra y se intuye un vendaval o un terremoto, la ha tomado Boris Jhonson, con la decisión de suspender, temporalmente el Parlamento Británico, una medida total y absolutamente legal y de acuerdo con la Constitución Británica, con el beneplácito de su Majestad la Reina Isabel II, que como reina de Inglaterra y como tal, no se ha limitado, como en otros reinos, a ser una figura decorativa y andarse con paños calientes, cuando se trata de algo crucial para el país sobre el que reina y que como una más es la primera que ha de arremangarse y bajar al ruedo, pese a quien pese, porque más le valdría limitarse a mirar por encima de la corona y estarse quieta parada, como un Don Tancredo cualquiera. Valiente decisión del Premier Británico y valiente decisión de la Reina Madre. Claro que los meapilas de costumbre, esa cohorte de leguleyos, adláteres, corifeos, acólitos, paniaguados y mamandurrieros que medran alrededor del poder, incluyendo a la prensa hablada y escrita, especialmente la española, ha saltado en tromba, como en Fuenteovejuna, todos a una, para poner de hoja de perejil a Jhonson, al que ya denominan “populista”, que es el término de moda para catalogar a todos aquellos que tienen personalidad e ideas propias, o sea, cojones para actuar y tomar decisiones derivadas del cargo que ocupan, con convicción y con firmeza, sin medias tintas y que no comulga con los mandamientos de los calzonazos, de los tibios, de las marionetas de pimpampum, de los que se esconden y pasan de lo que sea con tal de no caer en ese tópico de “lo políticamente incorrecto”, claro que así les luce el pelo, cuando ven a alguien con agallas, a alguien que los tiene bien puestos, a alguien que lucha y busca la verdad y sobremanera la libertad, se echan como hienas, al cuello, con la aviesa intención de denostarle y convertirlo en el enemigo número uno del pueblo, tachando de inconstitucional la medida de suspender el Parlamento, ese patio de porteras en que el mismo se convierte con frecuencia, y lo ponen a caer de un burro, lo ponen a parir, uniendo todas sus fuerzas flacas.

Y es que, toda esa caterva de sumisos, de políticamente correctos, se alinea en torno a lo que los gerifaltes de turno representan, sin darse cuenta de que los populistas son los que, tras haberse celebrado un referéndum legal, con un resultado claro y transparente en orden a abandonar la Unión Europea, ahora, a toro pasado defienden, incluso, que se celebre otro a ver si pone el huevo la gallina turuleta y se decide que el Reino Unido permanezca en la Unión, a lo que, tanto Theresa May, como Boris Johnson, han respondido “tururú”, porque ello, a la postre, sí sería ir en contra de la Constitución, seguir aquella pauta de Groucho Marx, “tengo estos principios, pero si no le gustan, aquí tengo otros”. Y por lo que se ve, todo se encamina, a una salida abrupta del Reino Unido de la Unión Europea, por las bravas, incluso con la amenaza por parte de Jhonson de no pagar ni un céntimo de los 50.000 millones de euros que le exigen. Y es que, duele mucho reconocer la sumisión por un plato de lentejas, la renuncia a la libertad de expresión por dos chorizos, y sobre todo a la total libertad en el más amplio sentido de la palabra, uno de los bienes más preciados del ser humano. Se trata, en definitiva, de recuperar plenamente la soberanía de un país y quedar exento de ataduras, por tanto, para decidir libremente sobre su rumbo y su fututo, en definitiva, sobre su destino, sin que un pelele me diga el camino que debo tomar.

MIGUEL-ÁNGEL VICENTE MARTÍNEZ

4 de Septiembre de 2.019

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