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Prohibiendo, que es gerundio

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 18 de junio de 2014, 00:05h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

Restringiendo derechos y libertades, que también son gerundio y mirando desde el otro lado de la moneda, eliminando o suprimiendo derechos y libertades. Y en este proceloso y oscuro negocio es donde, al parecer, el Partido Popular se mueve como pez en el agua, poniendo al descubierto el cariz y la cara de su ala más radical y casposa de extrema derecha, con un matiz muy peculiar, pues no se ajusta a una extrema derecha al uso, tal como la que lidera, sin complejos, Marine Le Pen en Francia,  sino que incardina lo que se conoce como "la derechona", esa derecha rancia que pretende regular hasta el respirar de sus súbditos, de manera que nada quede al albur del libre pensamiento y de la libertad de conciencia, y ello por más que lo intente disimular y adornar con el pretexto de dirigir a una población incapaz de gobernarse por sí misma y que no sabe lo que le conviene, procurando su bienestar, que no es otro que someterla a una esquilmación y confiscación fiscal, con la finalidad de mantener el boato y la suntuosidad de una casta privilegiada, integrada fundamentalmente por "los políticos", que, haciendo y deshaciendo de su capa un sayo, se han instalado en el oropel del "bon vivant", pues ha hecho de la política su  "modus vivendi", por lo que se agarran, como lapas, a la poltrona, ya que, fuera de ella, en el mundo privado, en la sociedad civil, quizás no valiesen ni para recoger colillas, lo que ya lo dice todo.

Así, nos encontramos con el anteproyecto de la llamada "Ley de Seguridad Ciudadana", cuya denominación contiene una "contradictio in terminis", pues lo que persigue la misma, no es la seguridad de la ciudadanía, como pregona,  sino la seguridad de la "casta política", que no contenta con el aforamiento  (privilegio que no tiene justificación), parece anhelar llegar a la inviolabilidad que la Constitución Española proclama respecto del Rey Juan-Carlos I, y que se hará extensiva a su sucesor, tras la abdicación, Felipe VI.  Pues bien, todos sabemos el ir y el venir de la citada Ley, la cual va siendo rechazada por todas las instancias que va recorriendo (Consejo General del Poder Judicial y Consejo Fiscal, entre otras) cual si fuera portadora de la peste bubónica, hasta el punto de que la propia Unión Europea, a través de la Comisión, ha manifestado sus reparos hacia la misma, dando un importante toque de atención al Gobierno de Mariano Rajoy, pues bajo la misma subyace la pretensión de acabar, por las bravas, con el derecho de manifestación y, por ende, con la libertad de expresión, al establecer sanciones económicas de hasta 600.000 euros, prácticamente, a quien pise la calle y por el solo hecho de pisarla, lo que ha hecho poner el grito en el cielo a nuestros compañeros de viaje a ninguna parte, léase de la Unión Europea, que le ha parado en seco los pies al Gobierno Español, con un "¡soooo!" propio de un carretero para detener a los animales y bestias de carga. Y es que, el amigo Jorge Fernández, Ministro del Interior, es de los que más escorado se halla hacia la derecha del tablero pepero y no es ésta la única metedura de pata ni el último berenjenal en que se meta, al dar rienda suelta, con cualquier excusa, a los instintos más cavernícolas dirigidos a acabar con todo atisbo de libertad de la ciudadanía en general.  Recordemos, su intento de habilitar "manifestódromos", espacios específicos, habilitados para manifestarse en la vía pública, con el ánimo de tener acorralados y controlados, y sin repercusión mediática, a quienes no haciendo otra cosa que hacer uso de sus derechos osen manifestarse públicamente.

En simbiosis con la prohibición del tabaco y la consiguiente persecución a muerte, nunca mejor dicho, de quienes encuentran en el hábito de fumar una escapatoria de este mundo infernal en que se está convirtiendo el devenir de cada día, prohibición de publicidad y obligatoriedad de anunciar en las cajetillas y todo tipo de envoltorio que la parca espera al final cuando el pitillo llegue a su estado terminal y la colilla  la tiremos a un cenicero o, lo que es más normal, a una papelera o a la vía pública (que esto sí debía perseguirse firmemente), de manera que el que en la actualidad fuma, o es un obseso que no tiene cura, o un desesperado que se quiere suicidar, ahora le toca el  turno a las bebidas alcohólicas, incluidas el vino y la cerveza, cuyos orígenes se remontan a las civilizaciones sumeria, egipcia, griega y romana, entre otras, datándose su origen entre los años 6.000 y 3.500 a.C., así como las demás bebidas de alta graduación  (ginebras, whiskies, rones, vodkas, etc.), porque se ha constatado que el alcohol se ha instalado entre la juventud, incluso en edades por debajo de la mayoría de edad, lo que se ha detectado como un problema de salud pública, que no es nuevo, sino que más bien el problema se ha desatado por la condescendencia de los poderes públicos, desde “in illo tempore”, amparando los llamados "botellones", reuniones de jóvenes, sin límite de edad, por arriba y por abajo, con la exclusiva finalidad de ponerse hasta el culo de alcohol y beber sin medida hasta caer víctimas de un coma etílico, lo que ha encendido todas las alarmas habidas y por haber, mas, ¡a buenas horas, mangas verdes!, y cuyo problema es más de educación y formación que de otra cosa, como tantos temas en este país, en el que la educación se ha caracterizado más bien por todo lo contrario.

Ya hubo un intento, bajo el Zapaterismo, liderado en 2.007 por la entonces Ministra de Sanidad, Elena Salgado, de meterle mano al alcohol, pero, ante las discrepancias y la fuerte contestación de los sectores implicados, quedó aparcado el proyecto.

Y ahora, como siempre,  tarde y mal,  se prepara una Ley con arreglo a la que pagarán justos por pecadores, pues vuelve a incidir

en la conciencia y el ahormamiento de la ciudadanía,  pero que le viene al Gobierno como miel sobre hojuelas, para dar una vuelta de tuerca más a la represión y coartación de las libertades y los derechos de los ciudadanos de a pie, para los que Papá-Estado tiene que ejercer una tutela propia de quienes se hallan incapacitados para gobernar su persona y bienes por sí mismos,  lo que no denota sino tintes rayanos en el  totalitarismo más atroz, bestial y reaccionario. Y es que ahora nos quieren imponer el horario y el lugar donde una persona, dotada de capacidad,  inteligencia y voluntad,  tiene que beber y cuánto beber. Está bien que se trate de atajar el mal endémico de los botellones y controlar la edad de los consumidores de alcohol menores, y el control y la persecución del nivel etílico de los conductores de vehículos, pero corremos el riesgo de criminalizar un producto como el alcohol, que es perfectamente compatible con una vida normal y sana, pues se quieren imponer las mismas normas que sobre el tabaco, anunciando la muerte prematura de los bebedores de alcohol.

Y como siempre, cuando se pierde el norte,  el sur,  el este y el oeste, se acaba cayendo de bruces en el ridículo más espantoso que podamos imaginar. Así, la ley contempla que los adultos no puedan beber una caña ni una copa de vino en espacios donde pueda haber niños,  lo que casi siempre ocurrirá,  y más en casa, en el hogar familiar, porque ¿qué han de hacer los padres, que en casa tengan la costumbre de ingerir alguna de esas bebidas durante las comidas,  o en un aperitivo,  o viendo la televisión? ¿habrán de esconder las mismas en el baño, como parte del botiquín, y cada vez que quieran echar un trago decirles a su vástagos que van a ese sitio a tirarse un pedo?

Y como la tontería no tiene límites, ni el sentido del ridículo, aún hay quienes, tildándose de expertos en la materia,  llegan a hablar de que el bebercio puede acabar afectando a lo que llaman “bebedores pasivos". Ni qué decir tiene,  cómo ha reaccionado la industria cervecera y vitivinícola, ante el planteamiento de este proyecto de ley que pretende imponer, en las botellas y en los envases de las bebidas alcohólicas, las mismas imágenes disuasorias que portan las cajetillas de tabaco.

No parece sino que lo que pretende el Gobierno es la restauración de  la llamada Ley Seca, vigente en Estados Unidos, entre 1.920 y 1.933, la cual ilegalizaba la fabricación, elaboración, transporte,  importación, exportación y la venta de alcohol, cuya prohibición provocó un auge considerable del crimen organizado, con Al Capone al frente, introduciendo ilegalmente el alcohol y vendiéndolo de “extranjis”, siendo derogada dicha ley con la llegada al poder de Roosevelt.

Y por si la incidencia de la autoridad competente fuera cosa nimia, la misma Ministra Ana Mato, la de Sanidad, esa que no se entera de la misa la mitad, no sé si es porque no quiere o porque le faltan dos dedos de frente, trata de imponernos la hora de irnos a la cama (¡vamos a la cama, que  hay que descansar, para que mañana, podamos madrugar!), para lo cual ha establecido contacto con los directores de las distintas cadenas de Televisión,  a fin de que adelanten la emisión de las noticias de última hora para homologarnos con los demás países de la UE, a fin de que nos acostemos pronto y madruguemos. A este paso, cualquier día nos impondrán cómo,  cuándo,  dónde y cuántas veces podremos echar un polvo.

Por otra parte, es contradictorio que, mientras se pergeñan tantas normas para proteger a los adultos,  tabaco, bebidas, horas de sueño, etc., la misma Ministra de Sanidad siga sin despejar la incógnita al respecto de qué hacer con la "píldora del día después", que es lícito dispensarla,  sin receta y sin el consentimiento de los padres, a menores sin límite de edad. Mientras que los adultos, para sacar una cajetilla de tabaco de una máquina expendedora han de pedir autorización al dueño del local donde se ubica y  no pueden fumar ni beber donde les plazca y cuando les plazca. Y dentro de estas contradicciones, resalta también los deseos de la autoridad competente de legalizar el consumo de drogas blandas, tales como la marihuana.

En fin, esas son las contradicciones de un Partido en el Poder, el Partido Popular, que prometió, en campaña electoral,  una cosa, y ha dado la espantá, como Cagancho en Almagro, una vez que ha conseguido el voto de la ciudadanía.

En definitiva, hacer saber a toda esta tropa que ya somos mayorcitos de edad y sabemos lo que hacemos y lo que queremos, y si nos equivocamos apechugaremos con las consecuencias; de manera que,  estas cabezas pensantes del Gobierno,  de sus segundones, de sus asesores y demás tropa de corifeos, adláteres,  acólitos, paniaguados y mamandurrieros, antes de ponerse a escribir y decidir nada sobre estas cuestiones,  deberían seguir el ejemplo de Cañete, Arias, Don Miguel, ex de Agricultura, y darse, no una ni dos, sino varias duchas de agua fría.

MIGUEL ANGEL VICENTE MARTINEZ

18 DE JUNIO DE 2.014

 

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