Opinion

Socialistas resilientes

Manuel Martínez Rodríguez
Manuel Martínez Rodríguez | Martes 19 de abril de 2016

La resiliencia, aplicada al ámbito de la política, podría definirse como la capacidad que tienen los partidos políticos para sobreponerse a los resultados adversos, reconstruyendo sus vínculos internos y su comportamiento externo, a fin de reponerse y reimpulsar sus objetivos políticos.

Si hay un partido resiliente en la política española, ese debe ser el Partido Socialista, que, tras su fundación el 2 de mayo de 1879, atesora una trayectoria que abarca ya 137 años de constante adaptación a la sociedad sobre la cual pretendemos aplicar nuestro ideario político.

Un partido que asumió su papel anecdótico durante el turnismo en la Restauración, mayoritario en la II República, asesinado en la Guerra Civil,  perseguido y exiliado en la dictadura, para después volver a ser mayoría en la incipiente democracia de los ochenta. Y todo ello llevando a cabo los cambios necesarios para, sin renunciar al programa máximo de la búsqueda de la igualdad entre todos los seres humanos,  adaptarse a las distintas sociedades.

La salida del marxismo como elemento clave y las sucesivas renovaciones generacionales que se han ido produciendo (Zapatero tras Felipe González  y  Pedro Sánchez tras Rubalcaba) le han dado al PSOE ese cariz resiliente que nos ha permitido vertebrar la política española, ya que estarán de acuerdo conmigo que esta España no se entiende si de la ecuación suprimimos al Partido Socialista.

Ahora, estamos ante otro momento adverso para los socialistas españoles, solo que la amenaza ya no es un agente externo, sino que la tenemos incluida en nuestra propia acción, en nuestro día a día. La amenaza actual no es otra que la pérdida de una buena dosis de credibilidad social, del derecho a ser escuchados por una parte de la ciudadanía que espera algo más, una transformación mayor como solo el PSOE es capaz de hacer. 

Un partido como el PSOE no puede permitirse el lujo de, simplemente, sobrevivir políticamente. No podemos aspirar a, únicamente, resistir a los envites de otros partidos y medios de comunicación que ven en la socialdemocracia a un animal herido en mitad de la sabana, cual víctima propicia para culminar su cacería. Estudiando la historia de este partido no podemos hacer otra cosa que no sea la de reponernos a las adversidades de una forma decidida y clara. Ocupamos un espacio político que es propio y que debemos defender con todas nuestras armas, que no son otras que las ideas, la cercanía, el trabajo constante por la corrección de desigualdades y la generación de un futuro digno, que ilusione a quienes hoy han dejado de oírnos, por mucho que gritemos.

Internamente, sigamos con el camino marcado en el último Congreso, abriendo las decisiones al conjunto de la militancia. Continuemos con la renovación de equipos, de caras, de formas de hacer política, de referentes. Rompamos con la previsibilidad de nuestra acción política, dejemos que la ciudadanía vuelva a estar expectante ante lo que el PSOE tiene que decir.

Para, ello es necesario abandonar el lastre de los personalismos; guardar los rifles, quienes ya los hayan desenfundado; y, sobretodo, apelar al sentido de prevalencia de lo colectivo sobre lo individual y tener como única meta reimpulsar nuestros objetivos políticos, con el valor añadido, de haber aprendido algo de nuestro pasado inmediato.

No digo que sea fácil, pero ¿Acaso alguna vez lo fue? 

En nada me referiré al aspecto externo. De nada servirán nuestro programa electoral o nuestra idea de país y de futuro sino recuperamos antes el derecho a ser oídos.

Para concluir estas líneas, que no hablan sino que gritan, haré una muy interesada referencia al sentido de la resiliencia en el arte, que no es otra cosa que la capacidad de una obra de mantener su particularidad y personalidad, a pesar de los subjetivismos. 

A buen entendedor, pocas palabras bastan.