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PRIMUM VIVERE, DEINDE PHILOSOPHARE

Por Miguel Ángel Vicente
martes 17 de febrero de 2015, 23:23h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

Dicen que vivimos, y nos felicitamos por ello, en un Estado de Derecho, Democrático y de Bienestar Social, y ello, quizás, porque exista un texto constitucional, o sea, una Constitución, aprobada en 1.978, cuyo preámbulo establece, pomposa y grandilocuentemente, lo siguiente: “La Nación Española, deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran, en uso de su soberanía, proclama su voluntad de : Garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes conforme a un orden económico y social justo. Consolidar un Estado de Derecho que asegure el imperio de la ley como expresión de la voluntad popular. Proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones. Promover el progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna calidad de vida. Establecer una sociedad democrática avanzada, y Colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra.”

Dicho lo cual, habríamos de concluir que una cosa es predicar y otra dar trigo; que una cosa son las intenciones y deseos y otra muy distinta la realidad del día a día de la vida cotidiana; que una cosa es la grandilocuencia de las palabras (que ya sabemos que se las lleva el viento) y otra muy distinta y distante la aplicación de las mismas a los hechos y actos concretos que se van sucediendo conforme a las leyes (éstas sí, no mediatizables) de la naturaleza. En definitiva, que una cosa es el ser y otra el no ser.

En fin, si hiciéramos una relación  concreta, punto por punto, de toda esa proclama que proclama, valga la redundancia, el Preámbulo de nuestra Ley de Leyes, nos daríamos cuenta de que no algo, sino muchas cosas, fallan y hacen que se desmorone, como un castillo de naipes, o se diluya, como un azucarillo en aguardiente, todo cuanto se propone el texto constitucional, y que más nos convendría entonar el “pobre de mí” que se musita con tristeza el último día de las Fiestas de San Fermín, en Pamplona.

No obstante, y ante la insoportable levedad del ser, hay que partir de un hecho concreto, real y sine qua non es posible proclamar que una Nación se articule como un Estado de Derecho, Constitucional y Democrático, por mucho que exista un texto escrito en ese sentido, y no es ni  más ni menos que el principio que estableciera Montesquieu que exige la separación entre los tres Poderes del Estado, a saber, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Y aquí es donde falla nuestro sistema, de entrada, y lo que impide que el motor del vehículo llamado España arranque, al estar entrelazados los tres poderes entre sí, más bien, permitiéndose recíprocas injerencias entre los mismos, lo que da como resultado una madeja ovillada en la que es prácticamente imposible hallar, con seguridad y certeza, el hilo del que estirar para comenzar a tejer un jersey llamado España.

Pero, lo que sí es cierto, es que por hache o por b, que si crisis que si no crisis, que si déficit o no déficit, que si  los mercados se soliviantan o se conforman, que si la prima de riesgo sube o baja, como un ascensor, en definitiva, que por una u otra razón, la casa sin barrer, nos hemos cargado el Estado de Bienestar, que es, a la postre, el fin fundamental y primordial que debe perseguir una sociedad que se organiza bajo los principios constitucionales, que no son otros, no nos engañemos, que los principios que derivan de los Principios Generales del Derecho, que tienen su origen y fundamento en la Ley Natural y, a veces, en la Ley Divina, al no ser una muy distinta de la otra.

Y en esas estamos, ante la política de seguidismo y sumisión, de sometimiento y capitulación, ante los dicterios de la Troika (contra la que ya empiezan a sublevarse algunos, como los griegos) que impone como principio último y final la salvación de los mercados y de los inversores, aunque para ello haya que sacrificar la hacienda, la salud y la vida, incluso, de un pueblo, que queda sometido al ultraje y a la devastación, al vilipendio y a la humillación, a la vejación y al escarnio, de la Economía (de unos pocos) atentatorios contra la dignidad mínima que debe gozar una persona, por el solo y mero hecho de serlo.

Y lo que no se entiende entonces es para lo que sirven quienes se encaraman al poder que lo ejercen contrariamente a esa dignidad humana que se la pasan por el arco del triunfo, importándoles un bledo el sufrimiento, la angustia, el dolor de quienes por mor de esas políticas han quedado sumidos en la miseria, en la pobreza, en la penuria y en la indigencia más absolutas, lamentables, insoportables e inasumibles. Y no es que esto me lo esté inventando yo, basta sólo asomar la cabeza por la ventana para ver qué pasa en la calle o, mejor aún, bajar a ras del suelo de la calle, para comprobar que algo está pasando, y nada bueno, en nuestras ciudades y pueblos. A mayor abundamiento, ahí están las reiteradas llamadas de socorro de instituciones nada sospechosas, tales como Cáritas, la Cruz Roja y otras ONGs. Corroborando esta situación de alarma dramática el Instituto Nacional de Estadística (INE), que referido al período 2.009/2.013, alerta de que casi 13 millones de españoles están en riesgo de pobreza, 1’3 millones más que en 2.009, así como que en el país existen unos tres millones de personas con dificultades para alimentarse, afectando  especialmente esta vulnerabilidad, de una manera lacerante y sangrante, a la infancia, debido a su desnutrición o mala alimentación.

Sin embargo, la realidad choca con la ceguera de los políticos, que se acogen al refrán de que “no hay más ciego que el que no quiere ver”, o aquél otro según el cual,  “ojos que no ven, corazón que no siente”. Basta recordar las afirmaciones del aún (porque debería haber sido cesado y ya lo estaría si España fuera un verdadero Estado de Derecho) Presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, quien, ni corto ni perezoso y sin encomendarse a Dios ni a su Madre, osó decir este pasado verano, con motivo del cierre de los comedores escolares, que el problema de los niños madrileños no era la desnutrición, sino la obesidad. Pero es que este mismo pájaro, cuya desvergüenza no tiene límites, hace poco y en relación con la sanidad en Madrid, al ser denunciada una campaña publicitaria institucional para hacer comulgar a los madrileños con ruedas de molino, proclamaba la excelencia de la sanidad madrileña como la mejor de España y poco le faltó para que lo fuera del mundo mundial, pasando por encima de los cadáveres de los enfermos de la hepatitis C, que han sucumbido ante la falta de dispensación por la Sanidad Pública del medicamento salvador. Pero como la realidad es tozuda y no puede ocultarse bajo unas gafas de sol, ahí están las protestas por el hacinamiento de enfermos en los pasillos de los hospitales, o la última campaña para recoger medicamentos que se ha llevado a cabo en las Farmacias, instando a los usuarios a adquirir algún medicamento para poder ser allegado a quienes no pueden sufragar el precio de los mismos.

Y todo esto no se compadece ni se soluciona, con la medida que ha adoptado nuestro Monarca de rebajarse el sueldo en un 20%, porque ese recorte no afectará en nada a su modo y tren de vida ni le obligará a sufrir restricción alguna. Más bien, es una medida contraproducente y casi de afrenta ante quienes no tienen prestación ni ingreso alguno, ante los que se hallan en el paro crónico y no crónico, ante los que cobran el subsidio de subsistencia de 426 euros mensuales, ante los que no pueden llegar a fin de mes,  o ante quienes están inmersos en procesos de desahucio o ante los jóvenes que tienen que emigrar sin rumbo ni puerto ciertos. Más guapo habría quedado estándose quieto-parao, que se dice, porque, es que hay solidaridades y gestos que sublevan y soliviantan más que consuelan y calman. Y es que, repito, estamos volviendo al pasado, tal como denuncia el Diario “El Mundo”, el pasado día 13: “Familias afectadas por la crisis, vuelven al pasado: cambian el gas natural por la bombona de butano....De facturas de gas que no pueden pagar se pasa a los 17’50 euros que cuesta la bombona”, lo que está detrás de muchos incendios caseros provocados por la pobreza energética, según denuncian los bomberos.

En fin, sigamos el adagio latino que da título al presente artículo: “Primum vivere, deinde philosophare”, que expresa la primordial e ineludible importancia de los problemas prácticos, entre ellos y como principal e irrenunciable el  derecho a una alimentación sana y suficiente y el derecho a una sanidad de calidad y universal.

MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ

  18 de febrero de 2015

 

 

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