Leo, en el Diario “La Tribuna de Albacete”, del pasado 17 de Abril, un artículo de Luis del Val, bajo el título “Los ayuntamientos nos roban”, en el que pone de relieve que, tras cinco años (¿no son más?) en que su casa (vivienda) ha ido depreciándose, el Ayuntamiento haya decidido subir el IBI, o sea, el Impuesto sobre Bienes Inmuebles, en su sección de “Urbana”, lo que supone, concluye, “una prueba fehaciente de que los alcaldes y concejales viven en otro planeta”. Y añade: “A este robo se une el Impuesto de Plusvalía Municipal, claramente inconstitucional”, o sea el Impuesto sobre el Incremento del Valor de los Terrenos Urbanos, vulgarmente conocido como “Plus-Valía”, con el que, como su nombre indica, se grava el mayor valor que el suelo ha alcanzado, entre la fecha de adquisición y la fecha de su transmisión, y en el que, , por esos misterios que sólo saben los que mamandurrieramente ostentan la vara municipal de mando, siempre se paga, pues siempre se considera la existencia de “Plus-Valía”, es decir, de mayor valor, cuando, en realidad, en no pocas ocasiones y sobre todo desde que estamos inmersos en la madre de todas las crisis, que va ya para ocho o nueve años, jamás se ha contemplando su contrario, o sea, una “minusvalía”, que, a ciencia cierta y tal como se han venido desarrollando los acontecimientos y siguen desarrollándose, es lo que ha venido pasando en los años antedichos, y sigue pasando, pues todo lo que ha tenido que ver con la llamada “burbuja inmobiliaria” se ha visto afectado de unas minusvalías más grandes que la copa de un pino centenario, aunque esto sea en sí mismo una contradicción. Pero ya sabemos que en este país, no sé en los demás qué ocurre en estos casos, cuando a los que gobiernan les aprieta el zapato, echan mano de la faltriquera de los ciudadanos, sin remordimiento de conciencia y sin poner en contacto la justicia o injusticia de sus actos, generalmente para tapar agujeros que la propia “casta política” ha originado, y ello sin distinción de partido o personas, pues en este sucio juego tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando. En cualquier caso, no parece que nuestros males empiecen y acaben con el recibo del IBI y la liquidación de la Plus-Valía, pues como muy bien insiste el citado Luis del Val, por si fuera poco, a continuación de esos dos estaciones del Vía-Crucis, llega la tercera, que bien podría ser la de la Crucifixión, que es la del Incremento Patrimonial, que la Administración Tributaria te aplica al año siguiente de la operación de Transmisión, en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (el IRPF), sí ese Impuesto que el Gobierno, con Montoro al frente, dice que ha bajado, posiblemente para embaucar al ciudadano de a pie y darle un larga cambiada, con el objetivo de que siga “escornándose”, si es que tiene trabajo, y siga contribuyendo a las ofrendas a Sauron, que, a mayor gloria, seguirá engordando y exigiendo cada vez más hasta sacarle al súbdito hasta la última gota de su sangre y apoderándose de su hacienda y, en último término, de su vida. Y como la boca del citado ídolo es insaciable, ya se preocupa la Administración Pública, mientras engatusa al administrado con la falacia del Estado del Bienestar y otras zarandajas, de esquilmarle y confiscarle hasta el alma, si preciso fuere. Si no, no se entiende que dentro de ese hecho imponible llamado “incremento patrimonial” y como si se tratase de un cajón de sastre, incluya, no sólo las transmisiones onerosas, es decir, aquéllas que son susceptibles de provocar un verdadero y cierto incremento patrimonial, o sea, una ganancia, teniendo en cuenta el valor de adquisición y el valor de transmisión, o un pérdida, en su caso, sino también aquellas operaciones o transmisiones lucrativas, es decir, que se realizan a título gratuito, tales como las donaciones, en las que no median contraprestación alguna en dinero o en signo que lo represente, a no ser que se considere como contraprestación valuable el amor y el desinterés que media entre las personas por razones familiares o de sangre. De tal manera que en esas operaciones en las que no media enriquecimiento alguno por parte del que da (dona), sino, antes al contrario, un empobrecimiento o pérdida patrimonial, porque lo que da o dona lo pierde su patrimonio, sin recibir nada a cambio, salvo lo que hemos indicado, el amor y el agradecimiento de la persona receptora (donatario), contraviniendo, grave, torticera y miserablemente, un principio fundamental del Derecho Tributario, según el cual los hechos imponibles sobre los que aplicar los tipos impositivos deben ser ciertos y verdaderos, reales, existentes, contantes y sonantes, palpables, claros, patentes, manifiestos, evidentes, palmarios, tangibles y visibles hasta para un ciego, por lo que nos encontramos en estos casos ante falaces presunciones y verdaderos supuestos de inconstitucionalidad por mucho que la autoridad tributaria, léase Montoro y compañía, se empecinen en hacernos tributar en estos casos.
Y no solamente se produce un “robo” en estos impuestos a que se refiere nuestro conciudadano Luis del Val, sino que ese “animus robandi” (en román paladino) se pone de manifiesto en casi la totalidad de los impuestos que, hoy por hoy, están vigentes en nuestra Nación, aún hoy, a duras penas, llamada España, pues no se establecen los mismos para atender la finalidad a que responden, que es la de proveer al sostenimiento del Estado, Autonomías, Municipios y Diputaciones, amén de subvenir los servicios públicos y sociales que las Administraciones Públicas, con carácter general, están obligadas a ofrecer a la ciudadanía, sino que, en un gran porcentaje y, a veces, en casi todo, no tienen otra finalidad que la de engordar la faltriquera del gobernante, con casos escandalosos que todos conocemos, a una velocidad de vértigo y en unas cuantías igualmente vertiginosas, habiéndonos encontrado con el último, que mañana será el pasado, a saber el caso del exvicepresidente del Gobierno Aznar, el todopoderoso Rodrigo Rato, padre del milagro económico español y contrincante de Don Mariano Rajoy para que el “dedazo” de Don José-María Aznar se posara sobre su cabeza para ponerle al frente del Estado Español, lo que demuestra que, en este país, vuelvo a repetir, aún hoy, a duras penas, llamado España, con motivo de la Transición, desde el minuto cero, se pergeñó un sistema perverso, delictivo y miserable, para, desde el poder, apropiarse de los bienes terrenales de todos los españoles, dejando a éstos al pairo, abandonados a su suerte y sumidos en la miseria, la pobreza, la ruina, el horror y el espanto. Este es el final, que ya ha llegado, tras hacernos cómplices de la adoración al nuevo becerro de oro, llamado Troika (Comisión Europea, Fondo Monetario Internacional y Banco Central Europeo), a cuyo frente, la “Führer” del siglo XXI, Angela Merkel, con un Mariano Rajoy como el alumno aventajado, dócil y doblegado, a base de recortes, ajustes, austeridad y medidas antisociales, ha conseguido llevar a cabo, haciendo preeminente la salvación de los mercados y de sus bolsillos, sobre el patrimonio y la vida de sus súbditos, convertidos en una masa pastueña incapaz de rebelarse contra tamaño poder y convencido de su trágico destino. Así lo revela con total acierto, Juan Manuel de Prada, en un artículo publicado el pasado 18 en “ABC”, bajo la denominación de “los lobos pastores”: “escandalotes como el de Rodrigo Rato, que tiene a la gente haciéndose cruces (o aspavientos y jeribeques, que para eso la gente es cada vez más laica, coño), sólo sirven a las sociedades para azuzar la demogresca. Y así, desde el negociado de izquierdas, dirán a la gente que el negociado de derechas encumbra ladrones; para que, desde el negociado de derechas, respondan que en el negociado de izquierdas no pueden encumbrarlos porque son tantos que prefieren que roben en comandita, como ocurre en Andalucía. Y toda esta cháchara para ocultar el hecho gigantesco y sobrecogedor de que hoy quienes cuidan del rebaño no son pastores, sino lobos dedicados a ordeñar y morder a las ovejas hasta dejarlas como higos pasos... Así es como funciona el invento; y al rebaño lobotomizado, mientras lo sangran, le echan en la cochiquera derechos de bragueta y conexión wifi, para que se refocile libremente y se desahogue más libremente todavía en las redes sociales, mientras el Dinero se dedica a ejercer, con la ayuda inestimable de los lobos convertidos en pastores, la única libertad en la que de verdad está interesado, que es la de amontonarse en manos de unos pocos, a la vez que premia a los esbirros que lo facilitan con pedanías o archipampanatos, según la calidad del esbirro”. Y yo diría, que más que lobos, nos encontramos ante los nuevos bandoleros, no de Sierra Morena, sino de la España toda entera.
Y mientras caminamos hacia ese suicidio colectivo, al que parece oponerse la Grecia de Txipras y de Varoufakis, que ha hecho correr el pánico en los mercados e insiste en salvar antes la vida y la dignidad humanas que al dinero, provocando la cagalera en Bruselas, donde ven intuir que el montaje del euro se les va al garete y que comienza el principio del fin del bluff que supone la Unión Europea; y la deuda publica española (con tan buenos administradores del PP, encantados de haberse conocido) se eleva a 1’04 billones, un 4’7% más que en 2.014 (y siguen y siguen, como las pilas Duracell) y nuestra actual Reina, Doña Letizia, que hace poco publicaron a bombo y platillo que le habían rebajado el sueldo, en la celebración del 75º aniversario de Margarita de Dinamarca, dejó boquiabierta a la realeza europea, al lucir una tiara formada por 450 diamantes de talla brillante y 10 perlas australianas, pagada a plazos y barata, dicen que unos 50.000 euros, y ello porque el protocolo exigía joyas y condecoraciones, lo que de ser cierto, en el estado de penuria y miseria en el que el pueblo se halla, más valdría suprimir estos boatos, si no a la propia realeza. Así nos luce el pelo y luego extraña que Podemos esté a rebufo del PP.
MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ.
22 de abril de 2015
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