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El día después

Por Miguel Ángel Vicente
martes 26 de mayo de 2015, 23:13h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

O día de la resaca electoral. Reflexión, meditación, autocrítica. Por fin ha terminado la pesadilla que conlleva consigo una campaña electoral siempre y, más aún, esta última del pasado domingo, 24 de Mayo, en el que una ingente cantidad de candidatos se han lanzado a la piscina, de cabeza y en muchos casos sin saber nadar, con el objeto de hacerse los más simpáticos, graciosos, de aparecer como los más guays, de dar a entender que no se les caen los anillos por arrimarse al pueblo, y perdiendo la vergüenza, si es que alguna vez la tuvieron, y, en definitiva, haciendo el ridículo más espantoso que quepa en cabeza alguna, sensata y bien amueblada. Bien, ya era hora de cobrar la cordura y acabar, como digo, con el martilleo a los oídos de los ciudadanos, de vender “el pescao”, como vulgarmente se dice, de la manera y forma más insólita y contumaz, prometiendo el oro y el moro, y ahora a esperar a las generales con otra ración de más de lo mismo.

Desde luego y esto es insoslayable, que la primera lección que hay que extraer de esta cita electoral es la del batacazo, la del revolcón, la del fracaso que la misma ha supuesto para el Partido Popular, que ha tenido una sangría de votos como no podían esperar en su más íntimo pensamiento y que les ha roto el esquema que tenían en la cabeza de repetir, con el menor coste posible, los resultados de Mayo de 2.011, en lo que confiaban ciegamente y es que el poder ciega y esas ramas que se derivan del mismo les han impedido ver el bosque, ver el horizonte, otear el más allá de sus propias narices, con las que se encontraban felices, encantados de haberse conocido a sí mismos y confiados en sus propias fuerzas sin querer entender que el ejercicio del poder conlleva el saber ejercer las virtudes de oír, ver y hablar al pueblo y sobre todo de escuchar a éste.

Bien puede decirse que el Partido Popular no ha sabido administrar la enorme confianza que en el año 2.011 le fue depositada por el electorado, esa mayoría absoluta que alcanzó, envidiable, extraordinaria, tanto a nivel municipal, como autonómico y también nacional. Bien puede decirse que esa mayoría pareciera haber producido en el PP una borrachera que le ha impedido entender el mensaje que con la misma le enviaba la ciudadanía, en base a un programa electoral en el que plenamente confió el pueblo español, harto de la deriva en que se tornaba la acción e inacción de las dos legislaturas previas del Sr. Rodríguez Zapatero, dilapidando una fortuna que, dadas las circunstancias y la aparición de las nuevas fuerzas emergentes, muy difícil será que vuelva a repetirse en el futuro ni en los mejores sueños que podamos imaginar. Bien puede decirse que ha sido el propio Partido Popular el culpable y el causante de su casi propia perdición, de este monumental varapalo que los resultados electorales salidos de las urnas le han deparado, pues, aparte de la también deriva en que ha incurrido su Presidente y del Gobierno, Don Mariano Rajoy Brey, principal responsable de este anunciado fiasco, no haber tomado nota del aldabonazo que ya para los Populares supusieron las elecciones Europeas  y  Andaluzas pasadas, descartando hacer autocrítica, no adoptando medidas al respecto y dejar, como suele ser su forma de gobernar, que los problemas se resuelvan por sí solos y pasar de los mismos como si no fueran con él, ha tenido el resultado y consecuencias que todos hemos visto. Así le ha lucido el pelo y así ha propiciado el principio del fin de un Partido, el PP, que pudo hacer historia, pero que por sí solo y sin ayuda de nadie decidió prácticamente hacerse el harakiri y pasar a la reserva, si no a su desaparición.

El principal lastre que ha tenido en su contra el PP, ha sido el hartazgo de la ciudadanía ante los monumentales y vergonzantes casos de corrupción que sobre el mismo han ido destapándose, siendo el punto de inflexión el caso Bárcenas, sobre el que han girado los demás, especialmente los hallados en la denominada trama Gúrtel, que han afectado principalmente a las Comunidades Valenciana y Madrileña, sin descartar su extensión a otros territorios de la geografía española (Asturias y Castilla-La Mancha, entre otros) y que han minado y lastrado esa confianza que anteriormente dijimos fue depositada en el mismo, y ante los que el Presidente, con su pachorra demostrada ha obviado, mirando para otro lado como si la cosa no fuera con él ni con su Partido y como si todo constituyera un entramado y conspiración judeo-masónica para acabar con el Partido que tantas veces ha defendido su honradez por boca, precisamente, de quienes acabaron dando con sus huesos ante los tribunales y algunos en la cárcel. No podía, bajo ningún concepto, despachar el caso Bárcenas (correos o no mediante) con un “ese Sr. ya no está en el Partido” o con un “me equivoqué al depositar mi confianza en el mismo”, sin olvidar que los dos anteriores extesoreros, Ángel Sanchíz y Álvaro  Lapuerta, también se hallan imputados (o investigados, como ahora se pretende) dentro de la financiación ilegal del PP. Y es que la prepotencia, la altivez, la soberbia, ese “laisser faire, laisser passer”, esta flema gallega, que han sido las “virtudes” de que se ha arropado el Presidente y sus huestes, tiene un precio y muy alto, y ahí están las consecuencias de haber gobernado pasando de la ciudadanía y mirando solamente a la Troika, y con la mirada fija en el déficit, adoptando a mayor gloria de aquélla, toda una serie de recortes, ajustes, supresión de derechos sociales y una presión fiscal insoportable, expropiatoria, confiscatoria, que han sumido al país en la pobreza, la miseria, la ruina, el horror y el espanto, y no sólo económicamente, sino también ética y moralmente, al haberse abandonado, descarada y temerariamente, los valores tradicionales de la cultura de Occidente, y ello por muy y mucho que se haya esforzado el Gobierno y sus terminales mediáticas en machacarnos con la “recuperación”, la cual, si ha venido, no la hemos visto, y quizás haya seguido el camino que siguieron los americanos en la famosa y siempre actual película de Luis Berlanga, “Bienvenido Mr. Marshall”, y la prueba de ello es que en la campaña electoral previa a la última cita con las urnas, en la que se ha involucrado, inusual e inusitadamente, nuestro Presidente (de ahí también que gran parte, si no toda la culpa del fiasco, recaiga sobre el mismo) ha tenido escondidos a la práctica totalidad de sus Ministros, especialmente al de Hacienda y Administraciones Públicas, Don Cristóbal Montoro, el cual en las elecciones del año 2.011 se pavoneaba por todo el territorio nacional poniendo a parir la política de subida de impuestos por parte del entonces Gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero y alabando la bonanza de la bajada de los mismos que era lo que había que hacer según él, y al cual parece haberle metido en la mazmorra con una máscara de hierro, a la manera como pasara con el hermano de Luis XIV de Francia, por si acaso asomara la cabeza por alguna ventana, lo cual ya da la dimensión de la confianza que el propio Mariano Rajoy tiene es el pescado de la recuperación que vende.

Pues bien, en el pecado llevan la penitencia, como vulgarmente suele decirse, y esa ceguera ha hecho que, además, se hiciera el ridículo en alguna plaza, sobre todo en la Capital de España, donde la Sra. Condesa y Lideresa, Doña Esperanza Aguirre, ha recibido lo suyo merecidamente por su arrogancia, petulancia, engreimiento, altivez y soberbia, pudiendo decirse que se ha inmolado en vano, buscándose su jubilación definitiva. Y junto a éste, la pérdida del Ayuntamiento de Madrid, amén de tener que pactar, si es que pactan, para retener la Autonomía Madrileña, lo que ya no será lo mismo, acostumbrados al mando férreo y arbitrario de una sola voluntad incluso sobre las voluntades, ya no de otros partidos, sino sobre las del propio, y el de la pérdida de la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha, acaso sean los dos símbolos que más hayan dolido y que traerán consecuencias, sobre la actitud del Presidente, quien, por cierto, no dio la cara en la noche de la debacle ante tan graves circunstancias, como suele hacer en tantos y tantos asuntos y problemas que le asustan y le producen pánico. Y ello, sin dejar de lado, la pérdida de Extremadura del Sr. Monago (con campaña más de circo y payasos que de un político serio) y la inmensa pérdida de las mayorías absolutas por todo el territorio nacional, cuya impronta causará estragos en un Partido acostumbrado a no pactar y a actuar bajo el ordeno y mando y el Decreto Ley. ¿Y aún pensará este hombre en autopostularse (ya lo ha hecho) para encabezar la lista del PP a las Generales? La prepotencia, la altivez, la soberbia, ese “laisser faire, laisser passer”, acabará, ya ha acabado, con pasar una agria, ácida, avinagrada factura, que habrá que ver si acaban pagándola,  o la meten en el cajón y se hacen los suecos, aunque lo primero acabará pasando sí o sí, y por mucho que sigan escondiendo la cabeza bajo el ala, como las avestruces. Prepotencia, altivez, soberbia, difícil toro para un torero como Rajoy, acostumbrado al Dontancredismo y a las comparecencias en plasma. Un jirón en la nave popular que no sabemos si podrá enmendarse o será el principio del final de una de las eras que mayor y mejor oportunidad se ofreció a un Partido Político en España para gobernar por y para todos los españoles. Desde luego, me temo que no se repetirá.

MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ

27 de mayo de 2015

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