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Trileros de la política

Por Modesto Belinchón
domingo 06 de abril de 2014, 22:00h
Modesto Belinchón
Modesto Belinchón

En numerosas ocasiones, he escuchado a un destacado político de nuestra Región defender que en política, tiene que tener valor ser buena gente. Yo estoy convencido de ello. Es más, lo contrario debería ser motivo de cese fulminante e inhabilitación para desempeñar cualquier cargo público, porque el político que no se conduce en su responsabilidad desde la premisa de la contribución al bien común de sus conciudadanos, ensombrece y cuestiona un pilar básico de la democracia, la política.

La maldad en la política comienza por el engaño. Cuando los representantes de un partido político son capaces de mirar a las ojos de las personas y les entregan un panfleto en el que se les garantiza que votarles equivale, prácticamente, a un contrato de trabajo, demuestran una falta de escrúpulos enfermiza, porque en política, pese a lo que algunos crean por sus actos, no todo vale, y no se me ocurre mayor vileza que hacer uso de una tragedia nacional, como es el paro, para la consecución de un fin electoral.

Los que así actúan son trileros de la política, capaces de distraer la atención ciudadana, valiéndose de sus dotes para la prestidigitación retórica y empleando como colaboradores necesarios a los medios de comunicación afines, con promesas de un presente de recuperación económica, en el que comienza a crearse empleo y a fraguarse la solución a todos sus problemas.

Los trileros políticos sustituyen los recipientes para ocultar la verdad por medios de comunicación secuestrados o cómplices convencidos, para crear una realidad a su medida; y la bola roja o la moneda, objeto del engaño, por la esperanza de las personas.

Los que se entregan a esta práctica, comienzan empleando la crisis como coartada para justificar los recortes sociales que deseaban realizar, porque lo llevan impreso en su ADN ideológico, y terminan por convertirse en consumados tahúres de la palabra, capaces de hacer aflorar de su manga el as cuando lo necesitan, una carta trucada para ver la recuperación en una Región, como Castilla-La Mancha, con más de 260.000 desempleados, o para achacar a un gobierno anterior su incapacidad para cumplir con el objetivo de déficit, que ellos mismos se han fijado complacientemente y tras despedir a 9.000 empleados públicos castellano-manchegos, llevar las listas de espera sanitarias a una situación insostenible, acabar con un derecho consolidado como era la Ley de la Dependencia o empujar a miles de pymes y autónomos a bajar la persiana de sus negocios.

Además, estos estafadores democráticos son especialmente hábiles para cubrir su falta de vergüenza con el humo de la insidia hacia los demás, ya sea para camuflar todo un entramado criminal, dedicado en cuerpo y alma a saquear las instituciones para repartirse el botín, en forma de pagos en B, o para desprestigiar a los jueces encargados de poner fin a sus desmanes.

De la misma manera que un trilero se vale de un gancho para desvalijar al incauto, los trileros políticos emplean como gancho una crisis económica o una falsa austeridad, que se convierten en sus aliados para sustraernos nuestros derechos ciudadanos y los servicios públicos que allanan las diferencias de cuna y favorecen la igualdad de oportunidades.

Un trilero de la política es capaz de pregonar a viva voz, al calor de un mitin electoral, que su panfleto equivale a un contrato de trabajo, pero también tiene dotes naturales para situarse ante las cámaras de televisión y tratar de hacernos comulgar con piedras de molino, ya sean en forma de recuperación económica o de indemnizaciones en diferido, para dominar voluntades o comprar silencios.

Un trilero de la política pasa la esperanza de la gente, ya sea en forma de un empleo, una beca, una cama de hospital, un comedor escolar infantil, de un medio cómplice a otro, sin que lleguemos a distinguir claramente los detalles de sus promesas, y, al final, cuando nos piden que indiquemos donde están nuestras esperanzas, siempre señalamos el vaso incorrecto, ya sea el de la recuperación anunciada por un periódico plegado al régimen o el del cumplimiento del déficit, que anuncia casi evangélicamente la televisión de una presidenta autonómica; y cuando elegimos el ultimo vaso tampoco encontramos la esperanza, pero nos golpea la derecha mediática, pontificando sobre el milagro de la prima de riesgo.

Cuando se desvela el ardid, comprendemos que mientras distraían nuestra atención, nos arrebataban el futuro y la posibilidad de mirar a nuestros hijos con la tranquilidad de un futuro probable y es que el juego de trileros no era más que una puesta en escena para distraer a la opinión pública sobre cuentas en Suiza, la financiación ilegal de un partido político o los infames casos de corrupción, que hicieron posibles las dos primeras.

En fin, guardaos de los trileros de la política, más peligrosos que el tocomocho, y el timo de la estampita, pero con mucho menos ingenio.

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