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La Metamorfosis Social y Cultural

Por Miguel López Valles
lunes 16 de noviembre de 2015, 18:47h
Miguel López Valles
Miguel López Valles

Quiero entresacar unos textos escritos hace 50 años de un documento que luego mencionaré con la única intención de inducir a la reflexión a todos los que nos miramos el ombligo y pensamos que algo está cambiando precisamente ahora y que existen fórmulas ajenas al propio individuo capaces de mejorar el mundo.

Dice el documento escrito en 1965 que “el género humano se halla hoy en un período nuevo de su historia” y que “se puede ya hablar de una verdadera metamorfosis social y cultural”, así como que “mientras el hombre amplía extraordinariamente su poder, no siempre consigue someterlo a su servicio”.

Algunos conceptos (“poder económico”, “hambre”, analfabetismo y “miseria”) resumen largos párrafos del escrito que manifiesta que “nunca ha tenido el hombre un sentido tan agudo de su libertad” mientras “surgen nuevas formas de esclavitud social y psíquica”.

“El mundo siente su interdependencia”, pero “se ve gravísimamente dividido por agudas tensiones políticas, sociales, económicas, raciales e ideológicas” que incluyen “el peligro de una guerra que amenaza con destruirlo todo”. Era el tiempo de la Guerra Fría que ahora muestra otra cara más difusa.

Nos viene una “revolución global más amplia” y “la humanidad presta cada vez mayor atención a la previsión y ordenación de la expansión demográfica”, dice aquel viejo mensaje que es consciente de que “la historia está sometida a un proceso tal de aceleración, que apenas es posible al hombre seguirla”.

La “economía de opulencia de algunos países” y los “medios de comunicación” están provocando “muchas repercusiones simultáneas”. “Quienes emigran”, y de ellos, “los que poseen tradiciones más antiguas, sienten la tendencia a un ejercicio mayor de la libertad”.

“El cambio se nota particularmente entre los jóvenes, cuya impaciencia, e incluso a veces angustia, les lleva a rebelarse. Conscientes de su propia función en la vida social, desean participar rápidamente en ella” y “los padres y educadores experimentan dificultades cada día mayores en sus tareas”.

“Las leyes heredadas del pasado no siempre se adaptan bien al estado actual de las cosas”. “Muchedumbres cada vez más numerosas se alejan prácticamente de la religión”, tendencia que argumentan “como una exigencia del progreso científico y de un cierto humanismo nuevo”.

“Desorden, contradicciones y desequilibrios” resumen aquella lejana actualidad. La “inteligencia práctica moderna” resulta incapaz de “ordenar los nuevos conocimientos de manera satisfactoria”, de forma que “eficacia práctica” y “conciencia moral” son antagonistas.

Tensiones en “la familia, en la nueva relación de los sexos, entre las razas, los países ricos y pobres, las Instituciones Internacionales puestas al servicio de la expansión de la propia ideología o de los egoísmos colectivos existentes en las naciones y en otras entidades sociales” marcan el carácter de los individuos modernos y “alimentan la mutua desconfianza y la hostilidad, los conflictos y las desgracias de las que el hombre es causa y víctima”.

Por todos esos motivos, “se afianza la convicción de que a la humanidad le corresponde establecer un orden político, económico y social que esté más al servicio del hombre y su dignidad”.

“Muchísimos hombres tienen viva conciencia de que la carencia de bienes que sufren se debe a la injusticia o a una no equitativa distribución”.

“Aumenta a diario la distancia entre las naciones en vías de desarrollo y las más ricas”. “Los pueblos hambrientos interpelan a los pueblos opulentos”. “La mujer, allí donde todavía no lo ha logrado, reclama la igualdad”. “Los trabajadores y agricultores no sólo quieren lo necesario para vivir, sino desarrollar sus dotes personales y participar en la vida social, económica, política y cultural”. “Por primera vez en la historia, todos los pueblos están convencidos de los beneficios de la cultura”.

“De esta forma, el mundo moderno aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y de lo peor, pues tiene abierto el camino para optar entre la libertad o la esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre la fraternidad o el odio. El hombre sabe muy bien que está en su mano el dirigir correctamente las fuerzas que él ha desencadenado y que pueden aplastarle o salvarle”.

También “son muchísimos los que, tarados por el materialismo práctico no quieren saber nada de este dramático estado”, o los que “oprimidos por la miseria, no tienen tiempo para ponerse a considerarlo”.

Terminaré entresacando del extenso documento dos últimas ideas. La primera habla del “esfuerzo necesario de las Instituciones privadas o públicas de ponerse al servicio de la dignidad del hombre, contra cualquier esclavitud social o política” a fin de respetar sus derechos fundamentales.

La segunda alude a que “particularmente, la educación de los jóvenes, debe orientarse de tal modo que forme hombres y mujeres cultos” y “generosos de corazón” en “condiciones de vida que les permitan tener conciencia de su propia dignidad”. Todo un reto.

Todo el entrecomillado, si bien muestra un lenguaje un tanto obsoleto al haber sido redactado hace casi cinco decenios (7/12/65), en el fondo no es sino el reflejo de aquella sociedad que comprobamos que en su organización ha avanzado poco. Es parte del texto de una constitución sobre el mundo emitida por el Concilio Vaticano II y firmada por Pablo VI que se mantiene vigente como análisis de la organización política y social de la humanidad en su globalidad.

Hemos perdido al menos 50 años. No esperemos que nadie resuelva los problemas de este mundo aún muy mal organizado. Seamos protagonistas del mismo. Reflexionemos sobre él. Participemos. Seamos responsables. Pensemos en global…, y no nos quejemos tanto cuando somos los primeros egoístas para lo nuestro y desconfiados para cuanto afecta a los demás.

Albacete, 16 de Noviembre de 2.015.

Miguel López Valles.

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