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Hipotecas y desahucios (IV)

Por Miguel Ángel Vicente
martes 29 de abril de 2014, 22:00h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

Llegados a este punto, nos encontramos con la realidad pura y dura del día a día, o sea, la sangría que en el ámbito labo­ral está causando esta crisis, que ya por su duración debiera lla­marse "supercrisis" o "la madre de todas las crisis", con el au­mento del número de parados (y quiebras de empresas) y consiguientemente con la pérdida por parte de éstos, más bien pronto que tarde, paulatinamente, de la posibilidad de hacer frente a sus obligaciones, entre ellas, aparte de la fun­damental de comer y vestir, la de pagar la cuota mensual del préstamo hipotecario formalizado para la adquisición de una vivienda digna en la que, como hemos dicho, crear el centro de su vida privada y donde realizarse como persona, individual y fa­miliarmente, fuera de los ojos escrutadores del resto de conciu­dadanos, aumentando exponencialmente el número de ciudadanos que se ven inmersos en el ámbito de la pobreza, como ha puesto de manifiesto Cáritas, aunque esta noticia exaspere al Sr. Ministro de Hacienda, Montoro, y le saque de quicio, pero la realidad es tozuda y no puede enmascararse en parafernalias, buenas palabras, fuego de artificio y promesas vanas y vacuas y ya son más de tres millones las personas que acuden a los comedores sociales: si esto no es pobreza, venga Vd. Sr. Montoro y “nos lo explique”.

Pues bien, ante situaciones excepcionales, medidas o re­medios excepcionales y, en aquéllas, es donde un Gobierno se la juega, donde un Gobierno debe dar la talla, donde un Gobierno revelará que gobierna o, por el contrario,  simplemente, sestea, pasea por la pasarela y deja que las situacio­nes se agoten como se agota una hoguera encendida, mas con el riesgo de que en vez de apagarse por sí misma, la dicha hoguera se extienda por sus alrededores y origine un incendio de proporciones inconmensurables, extraordinarias, descontroladas e impensables, cuya extin­ción se haga casi imposible y sus consecuencias acarree pérdidas y sufrimientos inenarrables e irreparables a la ciudadanía afectada por el mismo.

No se puede, ante situaciones de emergencia, en las que está en juego el mínimo existencial de los seres humanos para sobrevivir, quedarse quie­to, emulando a un "Don Tancredo" cualquiera, ni silbar, mirando para otro lado, ni dejar a los afectados a su albur y abandonarles a su suerte, pues para ello, tan­to éstos, como el resto de ciudadanos, se hallan sujetos a la condena y a la trena que supone el pago de impuestos, en numerosas ocasiones, confiscatorios (lo que se desprende de que el ciudadano dedique al pago de impuestos su trabajo de la mitad o, incluso más, de cada año), y para eso es para lo que existe o debe existir un Gobierno, de lo contrario, volvamos al autogobierno, a la  ley de la selva y que sea lo que Dios quiera.

Y es por ello que, ante esta situación dramática, en la que la crisis avanza como un cáncer incurable y que, en su camino, va minando la fortaleza econó­mica y de espíritu de la ciudadanía, creando en su imparable avance pobreza, miseria, ruina, horror, hambre y espanto, es por lo que la ciudadanía, como el cuerpo humano ante la invasión de un virus o bacteria,  genera auto defensas para luchar contra aquéllos, a la manera como sucede con una enfermedad corporal cualquiera, esperando que esos anticuerpos sean capaces de acabar o, al menos, mitigar, los efectos de ésta. Y así, ante lo que ya es un drama que corroe la más dura resistencia y que va dejando cadáveres a su paso, es por lo que surgen movimientos populares tendentes a llamar la atención de los “poderes públicos”, los cuales se ven sobrepasados por la marea de problemas que acechan a la humanidad entera, la cual, de descui­darse no podría sino acabar fagocitada por los mismos.

Basta recordar problemas tan lacerantes como el de "las preferentes", estafa como la copa de un pino respecto de los ahorradores indefensos ante la avaricia insaciable de la banca, el de los casos de "Afinsa" y "Fó­rum Filatélico", o la de los "Clips" o "Swats" en los que la banca, una vez más, se va de rositas, ante la mirada com­placiente, cuando no connivente y colaboradora necesaria, de esos llamados "po­deres públicos", que poco a poco, podrían ya, sinónimamente, llamar­se "poderes corruptos", con los órganos reguladores y vigilantes quedándose a la luna de Valencia.  Y eso, por recordar los casos más recien­tes, a los que se les une, de una manera inmisericorde y sangrante, el de las ejecuciones hipotecarias, con el subsiguiente lanzamien­to del poseedor de la vivienda (o del local comercial, pues ¿por qué apartamos a los locales comerciales de esta peste corrupta, en el que el ciudadano puede tener instalado el negocio para proveer a su subsistencia propia y de su familia, o, incluso, la segunda vivienda?). Así, han surgido fuertes movimientos sociales, tendentes a ayudar, en la medida de lo posible, a los perjudicados, ante, repito, la actitud indolente, inmoral, casi criminal, de los “poderes públicos”,  alineados siempre con los poderes económicos, mi­rando para otro lado o haciendo como que hacen para no hacer nada y que las cosas sigan iguales o peor.

Y ahí radica la enorme respon­sabilidad, principalmente, del Gobierno de la Nación. Y claro, como casi siempre, cuando el movimiento social molesta al Gobierno, por éste se le trata de revestir de violento, anticonstitucional, ilegal, extremo, antisistema, totalitario, o de cualquier otro jaez descalificador e injustificado, como una manera más de lavarse las manos como Poncio Pilatos se las lavó ante Jesús, dejándole a su suerte, tratando de tranquilizar su conciencia y pretendiendo quedar redimidos de su alta responsabilidad.

Y un ejemplo muy claro lo tenemos con los movimientos "Plataforma de Afectados por la Hipoteca" y  "STOP-Desahucios", por ceñirnos al tema que es­tamos tratando en estos artículos, y que han tenido que llevar a cabo actuaciones de fuerza para evitar que familias enteras sean lanzadas a la calle, a "la puta calle", diría yo, sin preocupación alguna por los lanzados, ni siquiera ante la existencia de menores o, incluso, recién nacidos, lo que constituye casi un delito de "lesa humanidad".

Y es que, ya hemos dicho, reiteradamente, que el que se compró una vivienda, cumpliendo el sueño de su vida, no lo hizo para dejar de pagar el préstamo concedido para su adquisi­ción y garantizado con hipoteca sobre la misma, sino que el incum­plimiento es un incumplimiento forzoso, debido a un caso de fuerza mayor, al habérsele sustraído al sujeto en cuestión su fuente de ingresos, a través de un trabajo con un salario justo, y siendo aquí de aplicación la cláusula, implícita en todo contrato bilateral y de larga duración, “rebus sic stantibus”, es decir, lo pactado se cumplirá mientras no cambien de manera excepcional las circunstancias que dieron lugar a la contratación, siendo clave, en estos casos, la intervención judicial tendente a la moderación, la reconducción y el reequilibrio de las contraprestaciones entre la partes contratantes. ¿Quién compra, si es que no está loco, una pis­tola, para pegarse un tiro?.

MIGUEL ANGEL VICENTE MARTINEZ

30 DE ABRIL DE 2014

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