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Deberes y alcohol (II)

Por Miguel Ángel Vicente
martes 15 de noviembre de 2016, 23:47h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

A la vista de la propuesta y su justificación de eliminar los deberes, de entrada, para los fines de semana, y las opiniones contrarias emitidas por los sindicatos de profesores y las diferentes asociaciones  educativas contrarias a ese criterio y de los propios docentes particularmente, habría que plantear la cuestión en el siguiente sentido: según la Ceapa el poner deberes a los niños, especialmente para los fines de semana (y quizás el resto de tardes de la semana) se trata de un avasallamiento de la intimidad de los alumnos y la causa fundamental que impide una verdadera y auténtica conciliación familiar padres-hijos. A ello habría que argüir que de toda la vida se han venido poniendo deberes para casa a los alumnos y aún no se conoce caso alguno de muerte por estrés derivado de aquella imposición. La verdad es que se parte de un concepto totalmente equivocado de lo que sea la educación en los primeros años de la infancia y en los posteriores de la adolescencia de los alumnos, pues se ha metido alguien en la cabeza que la educación debe convertirse en un juego para los alumnos y que el memorizar materias, tales como la conjugación de los verbos, las reglas aritméticas de la suma, la resta, la multiplicación y la división, etc., etc., no suponen sino una coartación de la libertad de los alumnos que llega a causarles un estrés galopante y una intromisión en su vida intima que, de rebote, suponen un hándicap intolerable para la conciliación familiar y, por ende, existe una equivocada y perniciosa tendencia a hacerle la vida “fácil” al alumno, es decir, que éste no se preocupe de si aprende o no, de si sabe o no, de si ha adquirido los conocimientos precisos para pasar de curso o no, pues se pasa, sí o sí, se sepa o no, se esté preparado o no, se tengan los conocimientos mínimos suficientes para pasar o no, porque lo contrario, suspender y hacer repetir curso al alumno vago, indolente o torpe (hay que tener en cuenta que no todos tenemos las mismas capacidades ni todos las ejercitamos de igual manera), se considera como un ataque al principio de igualdad y una vejación por tanto, para el que sufre dichas consecuencias, que verá atacado su ego y le infligirá una reacción de incalculables consecuencias psíquicas y mentales. Por ello, ¡todos al curso siguiente!, sin distinción, para no herir la sensibilidad de quienes deberían repetir y someterse a una terapia para adquirir responsabilidad.

En cualquier caso, también es cierto que cada vez más, considerando la escuela como un reformatorio, una cárcel o un centro de tortura, cada vez más, repito, se han ido laminando las horas de trabajo lectivas de los escolares, a quienes parecen querer tratarles entre algodones para que no sufran lo más mínimo, ni exigirles, consecuentemente, el esfuerzo mínimo, preciso y necesario para alcanzar el grado de conocimientos que la vida, en el día a día, les va a exigir en el futuro. De esta manera, ya, en la enseñanza pública, se consiguió la adopción de la jornada continua, eliminando las clases por las tardes, en base a que era necesario por el agotamiento y el estrés que, en su caso, se adolecía en los alumnos; pues bien, quitemos los deberes para casa, pero, a cambio, volvamos a las clases por la tardes: por las mañanas jornada lectiva teórica,  y por las tardes, jornada práctica, con los deberes hechos en clase y bajo la salvaguardia del profesor y los fines de semana, sábados y domingos, a conciliar a tope, sin clase y sin deberes. ¿Estaríamos dispuestos a adoptar este nuevo horario, que no era otro que el que siempre se ha tenido en la escuela pública y privada? Lo cierto es que, quizás, esa excesiva carga de tareas a la que se refiere la Ceapa no sea otra que la que los propios sindicatos y otras asociaciones de Padres y Madres y docentes han puesto de manifiesto: las actividades extraescolares durante la semana de lunes a viernes, tales como clases de Ballet, de Música, Judo, Pintura, etc., que no está mal que a los niños, desde su más tierna infancia se les guíe por el camino de las artes, el deporte y también de las ciencias, pero con mesura y siempre respetando también la voluntad del menor, pues en muchos casos éste es obligado al ejercicio de tales actividades aun en contra de su voluntad y a regañadientes, para colmar el prurito de los propios padres y tenerlos entretenidos fuera del hogar. Y no hay que olvidar, y así de cierto es, que dentro de la conciliación familiar, qué mejor medio que el controlar el ejercicio de los deberes por parte de los padres respecto de sus propios hijos, pero claro, a veces, más de las deseadas, esto se hace insoportable para los padres, que tratan de abstraerse de sus obligaciones más fundamentales para con respecto de sus hijos, delegando en el colegio su propia cuota en la tarea de educación de sus citados propios hijos, y como ya he reseñado anteriormente y según el Presidente de la Concapa, Pedro Caballero, “se puede compaginar la vida familiar con los deberes. Hay tiempo para todo”. Claro, que también es cierto que algunos padres, lamentable y desgraciadamente, carecen de la preparación y los conocimientos mínimos para ayudar a sus hijos en la realización de los deberes y, posiblemente, se opongan a ello para evitar quedar en ridículo delante de sus vástagos, queriéndose curar de espanto.

Es por todo ello que los centros educativos denuncian que la llamada a la huelga de deberes promovida por Ceapa, que propone actividades alternativas (recomendando charlar de un tema de actualidad, preparar una nueva receta de cocina o visitar juntos algún familiar, etc.),  puede mermar la autoridad del profesor y que se cuestionen las decisiones de colegios e institutos. Y así, suena a esperpento lo manifestado por el Presidente de Ceapa, José Luis Pazos: “no hay ninguna razón para que los deberes no se hagan en clase. Es un concepto erróneo, los deberes son negativos para la educación, generan desigualdades entre el alumnado, ya que penalizan a los hijos de padres que no saben, no están o no quieren ayudarles, y, como consecuencia, muchos de estos hijos acaban llenando las listas de abandono escolar”. No es cierto y suena a excusa barata que los alumnos sientan una gran presión por el motivo de tener que hacer deberes y que por ello se sientan agobiados. Como expresa el Presidente de ANPE, Nicolás Fernández Guisado: “no se pueden poner ni suprimir los deberes por decreto. Cada padre puede decidir hacer lo que quiera, pero la consecuencia es que si no han estudiado suspenderán”, insistiendo en que “los profesores deben ejercer su labor y criterios académicos sin admitir ingerencias”.

MIGUEL-ÁNGEL VICENTE MARTÍNEZ

16 de noviembre de 2016

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