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Con un par

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 25 de enero de 2017, 04:17h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

Parece mentira, por inesperado, que una mujer, una fémina, hecha de la misma madera, más bien del mismo hierro, que su antecesora Margaret Tacher, haya sido la que haya tenido que dar ejemplo a toda una cohorte de calzonazos y botarates, que de un tiempo a esta parte, se han elevado a las poltronas de los Países Europeos, conformando eso que llaman la UNION EUROPEA (la UE), que de Unión tiene más bien poco, y más de desunión, pues todos tienden a arrimar el ascua a su sardina, tratando de dar una imagen de unión y solidaridad que se las salta un galgo, pues en realidad y en petit comité, ninguno de esos jerifaltes está convencido de la bonanza de la tal unión, aunque todos ellos, para no ir contra corriente, para no dar sensación de políticamente incorrectos, no han dejado de comulgar con ruedas de molino, carros y carretas y lo que venga en turno, con tal de hacerse una foto con sonrisa impostada, después de haberse sentado a la mesa de la enésima reunión, como siempre para no resolver nada y, simplemente, fijar la fecha de la próxima, y darse el tradicional atracón de langostas y langostinos y ostras y caviar de Beluga y ponerse de Don Periñón hasta el culo, a costa de los ciudadanos de sus países respectivos que se quedan a la Luna de Valencia, admirando la presunta inteligencia de sus prebostes, pero cada día más sumidos en la ruina, la pobreza y la miseria, pues los bandazos de aquéllos no tienden, sino indefectiblemente, a hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, habiendo dado el tiro de gracia a la clase media, que venía salvando los escollos a base de esfuerzo, sacrificio, trabajo y con el sudor de su frente, cuando no también con lágrimas e, incluso, sangre, para engordar, cada vez más, al Becerro de Oro, que como siempre también, se lo tiene creído y, con la ayuda inestimable, de la mayoría de los medios de comunicación, estómagos agradecidos donde los haya, han colapsado las entendederas de la ciudadanía de a pie, que, a la postre y al final, sigue creyendo, pese a tantas y todas sus carencias, penurias y zozobras, que vive en el mejor de los mundos posibles, simplemente, porque pueden ver un programa de televisión degradante o asistir a un partido de fútbol. De tal manera, que esa masa “cretinizada”, Juan-Manuel de Prada dixit, o “idiotizada”, digo yo, asiste impertérrita a su bancarrota, con plena pérdida de lo que se ha venido llamando el “estado de bienestar”, si es que alguna vez lo llegamos a tener o saborear, mientras se pavonean de tenernos adormecidos en la creencia de que vivimos, como Alicia, en el País de las Maravillas.

No otra misión e intención, al menos subrepticiamente, se pergeñó con la pretendida constitución de los “Estados Unidos de Europa”, con el propósito, entre otros menos confesables (como el de convertir a la ciudadanía en una masa amorfa aborregada), de que sirviera de contraposición a los United States of America, sin tener en cuenta la idiosincrasia de unos y de otros y dentro de los unos, la multiciplicidad de las culturas, economías, valores éticos, morales y espirituales y ganas de trabajar en pos del progreso y el futuro, haciendo el bien sin mirar a quien. Pero, ¡Ay, amigos y amigas! (tal como se ha convertido esta alocución en una muletilla en los discursos del Partido Popular), no se contaba con la traición, con la maldad, del ser humano, que vió, en esa pretendida unión, no una solución bonancible y apetecible, en igualdad, para todos sus miembros, sino una excusa cuando no estratagema, para que unos pocos, los poderosos (como siempre) siguieran amasando más poder y dinero a costa de doblegar a los más débiles e indefensos, a los que se pretende contentar con un mísero plato de lentejas. Y con esos mimbres y esas miras, se pusieron en camino hacia la armonización entre los pueblos, dando como resultado una amalgama de miembros compronentes entre los que las desigualdades han aumentado a la velocidad de la luz y en el que los poderosos han aumentado su poder y, en realidad, aunque no se quiera reconocer, se ha esclavizado a los más débiles e indefensos, que han quedado al albur de lo que decidan aquéllos, decisiones que siempre irán en su propio beneficio y en contra de los intereses de los inocentes que creyeron alguna vez en la salvación que les ofrecían aquellos Jesucristos impostados que, entre otras cosas, previamente, se habían dedicado con afán, a la destrucción de todo resquicio de valor ético y moral, sea divino o humano, buscando una paganía entre éstos, que los hacen mansos y totalmente manipulables por los que ostentan las varas de mando del poder casi absoluto, seguidos, siempre, de esa cohorte de adláteres, acólitos, corifeos, paniaguados y mamandurrieros, que suelen crecer como setas alrededor de aquéllos, y que, como contrapartida a la adulación y su venta del alma al diablo, reciben a cambio las migajas de la mesa donde aquéllos celebran sus orgías gastronómicas, y otras, que no quiero mencionar, o como diría el autor del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Don Miguel de Cervantes y Saavedra, “de cuyo nombre no quiero acordarme”.

Un ejemplo muy clarividente del abuso, del atropello por parte de la Administración Pública, respecto de los ciudadanos de a pie, lo hemos tenido en estos pasados días en que la borrasca nos ha inundado de frío polar, con la subida hasta las nubes y sin límites del recibo de la luz eléctrica, que ha dejado a la intemperie y a su suerte a innumerables conciudadanos que no pueden asumir el coste estratosférico del indicado recibo, a cuyo problema el Gobierno se ha llamado andana, tratando de justificar lo injustificable, a través del Ministro de Energía, Álvaro Nadal, en esa tendencia cuesta abajo y sin frenos de contentar a la ciudadanía con cuentos chinos, sin darse cuenta de que ésta ya es mayorcita y empieza a no creer en los Reyes Magos. Y es que, estas grandes multinacionales, entre otras Iberdrola, constituyen el cementerio de elefantes de los políticos de alto estanding amortizados, en cuyo seno encuentran cobijo con sueldos que quitan el hipo y que contribuyen, en este caso concreto, a engordar el déficit tarifario, en un laberinto del que nunca se halla la salida. Y ahí, tenemos la herencia que nos ha dejado el anterior Ministro de Energía, José-Manuel Soria, a cargo de los españolitos de a pie, nada más y nada menos que un agujero de 3.000 millones de euros, dejando la deuda del sistema eléctrico a su cierre en 2.015, en 25.057 millones de euros,  por lo que durante trece años, hasta 2.028, los consumidores de electricidad veremos incluido en nuestros recibos un concepto de coste asociado a su financiación, deuda generada por la vacilante gestión política que se ha llevado a cabo en el sistema eléctrico.

Ya he repetido, en no pocas ocasiones, que el Estado o País que renuncia a cualquiera de sus señas de identidad (lengua, bandera o moneda, primordialmente), está condenado a desaparecer y a sufrir la mayor de las ignominias posibles, pues con esa renuncia no ha hecho otra cosa, que cometer un delito de lesa majestad o, más de bien, de lesa humanidad, al constituir la misma una renuncia y, consiguientemente, una pérdida de su soberanía. Esto es lo que ha pasado y pasará con todos quienes tan alegre, como inconscientemente, se han aventurado, en renunciar a su moneda, cambiándola por el “euro”, salvo algunos que son muy listos, pongamos que hablo de Alemania, que ha mantenido la paridad marco alemán con el euro, y a los demás conmilitones que les den morcilla. Esta visión, la tuvieron muy clara dos Estados o Países, tales como Inglaterra y Dinamarca, que no renunciaron, pese a su integración en  el euro de esa vorágine llamada Unión Europea, a sus monedas de siempre, tales como la libra y la corona, respectivamente.

Ahora, no hay más que ver, que un País, Inglaterra, por más señas, ha despertado del letargo y del sueño de Morfeo a que fueron anestesiados los llamados “28” del club europeo, aunque, en realidad, nunca creyó ni se dejó engañar por músicas celestiales, para una plena integración, y ha dado un paso más al frente, con el Referéndum que la ha llevado al Brexit, es decir, a su desvinculación de un proyecto que, desde el principio, ha venido haciendo agua por todos sus flancos, y con determinación, firmeza y convicción, se ha salido definitivamente del club y se ha desligado totalmente del mismo, pues ya ha anunciado la primera ministra Theresa May, que la renuncia a Europa, incluye la renuncia al mercado único. Una decisión valiente, que casa con el alma y la creencia de un país que nunca se dejó embaucar por los cantos de sirena de la Merkel y otros advenedizos, y que va a recuperar su total soberanía, y se va a liberar de las cadenas que previsiblemente, le habrían ligado al futuro de una Unión, que más temprano que tarde, saltará por los aires y dejará a más de uno con el culo al aire.

Y es que, algo empieza a moverse e intuirse en el ambiente, ante las perspectivas de las inminentes elecciones generales en Alemania, Francia y Holanda, en cuyos países el auge de la extrema derecha, de los partidos que encabezan Frauke Petri, Marine Lepen y Geers Wilders, junto al italiano Matteo Salvini, junto con la entronización del norteamericano Donald Trump en el Despacho Oval de la Casa Blanca, han puesto los pelos como escarpias al conjunto de mediocres que encabezan el calzonacismo y el botaratismo, dirigentes de los países del euro, que contemplan, boquiabiertos, como, la ciudadanía empieza a despertar del letargo en que fue sumida por unas políticas que despreciaron al ciudadano-individuo, abandonado a su suerte, mientras los más ricos, en unión de los gobernantes y otros advenedizos y oportunistas, han venido hinchando su faltriquera, con esa consigna indecente que ha sido el dogma de su actuación: “salvemos a los Mercados” y al pueblo que le den por la retambufa. Afortunadamente, repito, empieza a desperezarse ese pueblo, que jamás ha estado tan oprimido y constreñido de libertad, como lo está en el presente, anestesiado y adormecido y convencido, casi, de su desgraciada suerte y su aciago, catastrófico, infausto y trágico futuro. Y es que, a decir verdad, con la desdichada dirección hacia la Unión Europea, todos sus Estados miembros han perdido su soberanía, su poder y su libertad, en definitiva, en aras de un mañana jubiloso que, por cierto, nunca acaba de llegar. No es de extrañar que esos líderes de la llamada ultraderecha, en su reunión celebrada el pasado día 21, en la ciudad alemana de Coblenza, vaticinen una “nueva era” hacia “el despertar patriótico” en Europa, y que el holandés Geert Wilders hablara de “una primavera patriótica”, de “la revolución que liberará a los pueblos europeos del autoritarismo de Bruselas” y les permitirá recuperar su poder y dirigir su destino, proclamando “ayer, una nueva América, y mañana, una nueva Europa”.

De momento, Donald Trump (primero América y los americanos) y  Theresa May (recupero la total soberanía y, consiguientemente, la libertad de los ingleses), han dado el primer paso para cambiar las cosas, ambos “con un par” de esos que Vds. y yo sabemos y que parecía que ya habían desaparecido de la faz de la tierra. Prefiero morir con mis normas, antes que ser sacrificado en beneficio de Los Mercados, por la sacerdotisa mayor Frau Angela Merkel, y sobre todo y ante todo, recupero mi libertad y no renuncio a la misma, con un grito ensordecedor semejante al que diera Braveheart, libertad por la que dio su propia vida.

Es indudable que los actuales dirigentes de la Unión Europea van a tratar de poner cuantos palos en la rueda y minas en el camino estén a su alcance para que la nueva era que se intuye pueda llegar a buen fin, pues ellos son los que, a toda costa, defenderán con uñas y dientes, su estatus privilegiado, su modus vivendi en el oropel, el privilegio y la prebenda, su manera de “bons vivants”, a costa de los pueblos, de los ciudadanos de a pie, y procurarán, como sea, manterner el “establisment” actual y que tanto beneficio les ha procurado y, por el contrario, tanta miseria, pobreza y ruina ha reportado a la ciudadanía llana, sacrificada en el altar de las ofrendas en loor del nuevo Becerro de Oro, “Los Mercados”, que carecen de alma y de principios éticos y morales, por tanto, y a cuyo servicio, renunciando a todo, han estado y siguen estando los jerarcas actuales de los países miembros de la Unión Europea.

Mas, en el ambiente, en el horizonte ya se respira un nuevo aire, una incipiente nueva primavera, que acabará devolviendo a los ciudadanos oprimidos la libertad y a los Estados la soberanía y la capacidad de decisión y de poder propias.

Se acabarán los lamentos que el gran poeta Miguel Hernández dejó escritos en su Elegía Primera, dedicada al otro gran poeta Federico García Lorca: “Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, /veo un bosque de ojos nunca enjutos, / avenidas de lágrimas y mantos: / y en torbellino de hojas y de vientos, / lutos tras otros lutos y otros lutos, / llantos tras otros llantos y otros llantos...”/ Y podremos, con el mismo poeta oriholano, decir alto y claro, que “No soy de un pueblo de bueyes, / que soy de un pueblo que embargan / yacimientos de leones, / desfiladeros de águilas / y cordilleras de toros / con el orgullo en el asta. /  Nunca medraron los bueyes / en los páramos de España... “/ Y remata el citado poeta, en Vientos del Pueblo: “Yugos os quieren poner gentes de la hierba mala, / yugos que habéis de dejar rotos sobre sus espaldas. / Crepúsculo de los bueyes / está despuntando el alba...”/.

En esta nueva luz, en este nuevo panorama que se vislumbra, también encajan, como anillo al dedo, los versos que el poeta granadino Federico García Lorca expresó en su poema a la muerte de Antoñito el Camborio, premonitorio de la resurrección de los principios éticos y morales y del orden, que tanto precisa esta enferma y decadente Europa: “¡Se acabaron los gitanos / que iban por el monte solos! / Están los viejos cuchillos / tiritando bajo el polvo.../

Esperemos que a este ritmo poético, podamos ver el nuevo amanecer sobre nuestro horizonte y nuestra tierra, bajo el sol radiante tras la escarcha de la madrugada, y que el viento y la lluvia acaricien limpia y libremente nuestras mejillas, y el abandono de las sombras y las tinieblas que a día de hoy nos han sumido en una interminable y terrible noche sin luna y sin esperanza, llenas de miserias, espanto y llanto, de ayes, lutos y lamentos.

MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ.

27 de enero de 2017

 

 

 

 

 

 

 

 

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