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Tanto va el cántaro a la fuente …

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 18 de abril de 2018, 03:07h

Desde que estalló el caso Cifuentes, va para casi un mes, llamado así, por afectar a la aún Presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, en relación con su polémico título de Máster en Derecho Autonómico, impartido por el Instituto de Derecho Público de la Universidad Rey Juan Carlos, cuyo Director era (ya que ha sido suspendido por el Consejo de Gobierno de la Universidad) el Catedrático Enrique Álvarez Conde, al parecer con hondas raíces peperas, ya que entre 1.991 y 1.996 estuvo al frente del Instituto Nacional de Administración Pública, cuando el aún Presidente del Gobierno de España, Don Rajoy, Mariano, era Ministro de Administraciones Públicas, lo cual es sólo un apunte que puede ayudar a indagar y comprender el fondo del asunto, de este asunto, pues si se quisiera hacer una investigación exhaustiva de lo que ha ocurrido en el Instituto de Derecho Público de la meritada Universidad podrían ponérsenos los pelos de punta o como escarpias, ya que, como ponen de manifiesto fuentes cercanas al susodicho director, “es un chanchullero, tan caótico en su vida personal como en la gestión universitaria, le pierde el dinero”, “estaba demasiado preocupado por llevarse bien con el poder político y siempre estaba intercambiando favores”, “intentaba enchufar a su gente”, y, en palabras del aún Rector de la Universidad Rey Juan Carlos, Javier Ramos, el Instituto que dicho profesor dirigía, tiene un “funcionamiento gravemente irregular” por la falta de transparencia de su gestión y su cuestionable autonomía financiera, y éste es el único profesor que asegura que Cristina Cifuentes defendió el Trabajo Fin de Máster (TFM), aunque reconoce que él, en realidad, no estaba en el tribunal y, por tanto, no pudo verificarlo, y es el que más ha intentado echarle un cable a la Presidenta de la Comunidad de Madrid, pues ha declarado que él le fue corrigiendo su trabajo por partes, ya que era su tutor, sin que pueda aportar documento alguno que avale tal aseveración, ya que “todo se borró” a los dos años. Es, en estos momentos, junto a la Presidenta Madrileña, el principal cabeza de turco, ya que el Rector le acusa de ordenar la falsificación del acta que acredita la defensa del TFM, habiendo admitido dicha reconstrucción, pero dice que lo hizo porque el Rector lo presionó o se lo ordenó. La falsificación de las firmas parece ser que fue ejecutada por la profesora Cecilia Rosado, según la misma obligada por el propio Álvarez Conde, o sea, que aquí, como vemos, hay una cadena o concatenación de voluntades presionadas para, de alguna forma, dar apariencia a algo que no existe, de su existencia legal y formal: ¡Vaya trepa! Item más, las tres profesoras que presuntamente rubricaron el acta citada, a las que el Catedrático dirigió sus tesis doctorales, Cecilia Rosado, Clara Souto y Alicia Pérez de los Mozos, han reconocido, la primera, su reelaboración o “reconstrucción” (si es así, falso de toda falsedad, pues no se puede reconstruir sino lo que previamente existía y se destruyó, pero no lo que sin existir, ahora, mediante el arte de birlibirloque se quiere aparentar como tal reconstrucción) y las dos segundas la falsedad de sus firmas, amén de su declaración de que no estaban en ese hipotético tribunal. O sea, que, como se ve, existen bastantes elementos para hilvanar una película de misterio y terror, tipo Agatha Cristhie, Arthur Conan Doyle, Georges Simenon, Julian Symons, Patricia Highsmith, o Edgar Allan Poe entre otros. En fin, habrá que esperar, en cuestión de materia delictiva, a ver qué se decide en los Tribunales, ya que los hechos han sido denunciados a la Fiscalía por el propio Rector de la Universidad RJC y por varios sindicatos de estudiantes que son a la postre y a la larga los que se van a ver muy perjudicados por el descrédito que el caso supone para el Instituto de Derecho Público y, por extensión, a la Universidad Rey Juan Carlos y al resto de Universidades Españolas.

Pero, amén de la impronta judicial y la calificación o no de estos hechos en el ámbito penal y la posible responsabilidad que llevaría aparejada para cada uno de los convidados a esta, podríamos llamarla, Última Cena, existen unas consecuencias, con sus responsabilidades anejas, en el ámbito político, que son las que se están sustanciando actualmente en relación con la Comunidad Autónoma de Madrid, y que se concretan en dos vías fundamentales, ambas tendentes a descabalgar de la Presidencia de la misma, a la interfecta Cristina Cifuentes, a saber: “la moción de censura”, presentada conjuntamente por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Podemos, de un lado, y de otro, la exigencia ya, sí o sí, del partido de Albert Rivera, Ciudadanos, de “dimisión irrevocable” de la actual Presidenta y la presentación por el Partido Popular de una alternativa a la misma, dentro de las propias filas populares, en un remedo de lo que aún no hace mucho ocurrió en la Comunidad Autónoma de Murcia, con la defenestración del Presidente Popular, Pedro-Antonio Sánchez y su sustitución por otro parlamentario popular, Fernando López Miras.

Desde luego, ya desde aquella tripartita comparecencia, del Rector de la Universidad Rey Juan Carlos, Javier Ramos, del Director del Instituto de Derecho Público, el Catedrático de Derecho Constitucional, Enrique Álvarez Conde, y de un tercer profesor del Máster, Pablo Chico de la Cmara, el balbuceo de dicha trilogía y las torpes explicaciones que acertaron a dar sobre el asunto, empezó a denotar que algo olía mal en el mismo, tal como se ha venido a demostrar con la precipitación de los acontecimientos posteriores, unidos, en principio, al silencio temporal de la principal interesada en esclarecer los hechos, alegando una gripe, excusa muy recurrente cuando no se quiere dar la cara, y las atropelladas explicaciones (como suele ser costumbre en ella) dadas por Cristina Cifuentes en su comparecencia en la Asamblea Madrileña, convocada, ex profeso, para exigirle las mismas, convirtiéndose en un espectáculo, en el que, cuantos más documentos presentaba la interpelada más subía el termómetro y las sospechas de que algo huele a podrido en la obtención, legal y justa, de ese pretendido Título de Máster. Y es que, por mucho que Doña Cristina, tal como nos tiene acostumbrados, a ponerse al frente de la manifestación para luchar contra corruptos y otras especies iguales, análogas o complementarias, y con el ánimo (que esto no hay quien pueda rebatirlo), como siempre que ocurre en estos casos, de aparentar ser el primero en dar los pasos para esclarecer los temas opacos y escabrosos y mantener inmaculada la propia imagen (así ha pasado siempre y seguirá pasando, recordemos los casos de Francisco Granados, Ignacio González, Esperanza Aguirre, Rita Barberá, Francisco Camps y otros hasta un largo rosario), negando siempre la mayor y la menor, respeto de ellos, a fin de apartar las sospechas sobre los mismos, y esto es lo que pasó en la comparecencia ante la Asamblea Madrileña, en la que la única defensa de la compareciente (dicen que por este tema menor, pero muy esclarecedor y detonante del carácter de una persona) fue su atropellada verborrea, casi, no, más bien, totalmente vociferante, intentando apartar los demonios que revoloteaban en su derredor.

Y en estas estamos, ante un caso que no creo sea considerado realmente como menor, cuando el mismo oscureció y, prácticamente, ensombreció y pulverizó, la Convención Nacional del Partido Popular, que tuvo lugar en Sevilla, hace dos fines de semana, que dejó al Partido y a sus miembros allí reunidos con el alma en vilo y al borde del caos, por muchos abrazos, besos y ovaciones a favor de la Presidenta Madrileña, las cuales no pudieron alejar el tinte de “funeral” que se mascaba y respiraba en el ambiente allí vivido, tal como pusieron de manifiesto diferentes medios de comunicación, siendo muy relevante el abrazo y el beso, que, más bien impulsado y buscado por la propia Cifuentes, que por el Presidente del Gobierno, se vio y repitió hasta la extenuación, en un intento de demostrar que allí no pasaba nada, mas teniendo en cuenta el alcance de estos actos (abrazo del oso y beso de Judas) respecto de otros peperos (Bárcenas, Rita Barberá, Francisco Granados, Ignacio González, Francisco Camps, etc., etc.) quizás sea premonitorio de que la suerte ya esté echada para Cristina (dedo pulgar hacia abajo, como en el Circo Romano). Por ello, no se entiende que el propio Rajoy, Mariano, eche balones fuera, e insista en que la Presidenta de la Comunidad de Madrid ya ha dado todas las explicaciones posibles, lo cual es cierto, sí, pero explicaciones que chocan contra la cruda realidad y que no despejan las sombras de la obtención de un Título de Máster a la manera de un premio de la lotería y que la misma haya dejado de mentir. Claro, que todos recordamos la comparecencia del Propio Presidente del Gobierno, Rajoy, Mariano, en sede judicial, el 26 de julio de 2.017, como testigo en el caso Gürtel, en la que ofreció explicaciones que no justificaban en modo alguno su ignorancia de la financiación irregular de su Partido, dando una lamentable imagen de que siendo el Presidente del mismo no se enteraba de “ná”.

¿Dimitirá Cristina Cifuentes? Ardua pregunta, teniendo en cuenta que cuenta, valga la redundancia, con un espejo en el que se refleja la imagen de su Presidente de Partido, carente de dignidad y decencia (recordemos a mayor abundamiento, sus SMS al Sr. Luis Bárcenas, amigo del alma y por el que puso, en su día, la mano en el fuego). Ya le espetó Pedro Sánchez, en el cara a cara, en los prolegómenos de las elecciones del año 2.011: “Sr. Rajoy, Vd es un indecente”.

En cuanto a la renuncia al Máster anunciada ayer por la Presidenta Cristina Cifuentes, no hace sino ratificar el sinsentido de todo este embrollo, pues difícilmente se puede renunciar a lo que no se tiene o, como defiende la misma, a lo que presuntamente tiene, sin que sea de recibo que adorne dicha renuncia cargando la culpa (que también) a irregularidades de la Universidad. Esto se llama tener más cara que un buey con paperas, o que culo, o que un saco de perras, o que un camión de muñecas o tener más jeta que un camión de marranos, tal como recoge el amplísimo refranero español.

...QUE AL FINAL, SE ROMPE.

MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ

18 de abril de 2018

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