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Tsunami en la Moncloa

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 06 de junio de 2018, 12:33h

Está más que comprobado que la detención del ex-Ministro de Empleo, Eduardo Zaplana, hace quince días, unida a la publicación de la Sentencia de la Sección Segunda de lo Penal de la Audiencia Nacional, sobre la primera entrega de la saga Gürtel, el jueves 24 de Mayo pasado, fueron el detonante que habría de hacer estallar por los aires al Gobierno de la Nación, o sea, de España, sustentado por el Partido Popular y con su Presidente, como cabeza visible, tanto del Gobierno como del PP, Don Rajoy, Mariano, al crear una atmósfera irrespirable, una contaminación de CO2 a la enésima potencia, o sea, más allá de los límites razonables, dentro de los cuales la concordia y la gobernanza de un país no pueden llevarse a cabo sin demasiadas estridencias y derrotes en tablas.

Pero, esos dos hechos, unidos uno con otro, más determinante, en el peso de la balanza, la referida sentencia, dejando al Partido Popular con las vergüenzas al aire, sin una posibilidad de excusa razonable o duda razonable como se suele expresar en términos de Derecho Penal, han constituido el punto de inflexión a partir del cual ya no era, ni es, asumible, que en un Gobierno siga al frente de la Nación una persona cuyo partido está siendo cuestionado judicialmente, asumiendo las más altas responsabilidades, decidiendo sobre la vida y los bienes de los ciudadanos, en suma, sobre el bienestar de quienes sufren y callan, cumpliendo con sus obligaciones laborales y su contribución a las Arcas Públicas de Caudales para sostener el inmenso Edificio que constituye el Estado, un Estado de Derecho, Democrático y de Bienestar Social, tan pretendido y prometido por todos quienes en una época u otra, se han hecho con las riendas del mismo, olvidándose, una vez alcanzado el poder, de sus obligaciones para con la ciudadanía y de implementar una ejemplaridad singular, ética y épica, base y apoyo para erigirse en el vigilante del orden social y justificativa de aplicar la ley con todo su peso y caiga quien caiga; mas, y así se ha demostrado, si los que deben hacer guardar la ley, han sido los primeros en incumplirla, haciendo de su capa un sayo, como si el Ordenamiento Jurídico no fuera con ellos, está claro que el guiso puesto sobre el hornillo de la cocina, va a dar un resultado que nadie va a ser capaz de engullirlo, por carecer de los ingredientes más básicos e indispensables para que el mismo no sea rechazado por el paladar menos exquisito.

Digamos que, tras esos dos hechos, olvidándonos de muchos otros anteriores, y pendientes de juicio (la Púnica, Lezo, los papeles de Bárcenas, los que te rondaré morena de la saga de la Gürtel, y entre ellos o con todos ellos, los veintitantos en los que se juzgará al Partido Popular especialmente aquél en el que el Partido, como persona jurídica, ha de sentarse en el banquillo por la destrucción de los discos duros de los ordenadores de Bárcenas, etc.) han constituido la espita que ha hecho saltar todas las alarmas, y no ya dentro de nuestro país, este país, aún hoy, a duras penas, llamado España, sino en el ámbito internacional, especialmente en Europa, “Uropa” (como “prenuncian” los más urófogos), o sea, la UNION EUROPEA (la UE), en la que nuestros socios deberán estar pensando con quiénes se juegan los cuartos al haber permitido que un país donde la corrupción galopa a un ritmo rampante y trepidante y en el que se han vuelto a dar cabida a episodios pasados, tales como los bandoleros de Sierra Morena, con el Tempranillo, El Pernales o el Niño del Arahal, entre otros, desvencijando y saqueando las Arcas Públicas de Caudales, de una manera directa o indirecta, quizás hubiera dado lugar a sacar tarjeta roja a nuestro país y ser expulsado del terreno de juego por tanto incumplir, a veces, incluso quizás muchas, con gran regodeo, el Séptimo Mandamiento (“No hurtarás”) que Dios dio, junto a otros nueve, a Moisés, en el Monte Sinaí, comprensivos de los Diez Mandamientos, impresos en dos Tablas de Piedra, que el propio Moisés arrojó y rompió sobre las cabezas de los impíos que, desesperados por su tardanza, no tuvieron empacho en adorar de nuevo al “Becerro de Oro”.

Pues bien, esos dos hechos, han constituido como la piedra de toque que ha levantado un tsunami, sin precedentes, dentro de la política española, desde el advenimiento de la Democracia (a la española, todo hay que decirlo), tras la Transición, sucediéndose los hechos con una rapidez y velocidad más altas que la de la luz, dejando arrasados, a su paso, a la manera de una plaga de langosta o marabunta, al hasta ahora Gobierno del PP y a este mismo partido, que, visto lo visto, va a necesitar Dios y ayuda para levantar cabeza en el futuro inmediato, porque muy concernidos ni conscientes de lo que les pasa, no parecen estarlo, preguntándose aún que qué han hecho para merecer tal castigo, al seguir instalados, como siempre en ese escalón de ignorar la realidad, de no asumir ninguna responsabilidad venga ésta de donde venga, de no darse por aludidos ni enterados, aunque el fuego lo tengan pisándoles el antifonario, y, consiguientemente, sin ser capaces, ¿para qué?... si no hemos pecado, de hacer acto de contrición, confesarse y cumplir la penitencia, porque todo lo que huele mal y hiede entre sus huestes, desde tiempo inmemorial, lo han achacado a un contubernio judeo-masónico urdido por la oposición para acabar con ellos, en una especie de guerra sacrosanta en la que ellos, prácticamente, concebidos sin mácula de pecado original, son los mártires de la maldad ajena. Autocrítica, cero; asunción de responsabilidades, cero; reconocer haber metido la pata, cero; o sea, un expediente que sólo podría sanarse obteniendo un título de Máster, al estilo Cristina Cifuentes, en la Universidad Rey Juan Carlos, sin asistir a clase y sin hacer exámenes. Ese, más o menos, es el estilo que se ha ido imponiendo en un Partido que, en verdad y como queda demostrado, ha vivido en otro mundo. ¿Corrupción? Pero, ¿qué me dices? Nosotros meamos agua bendita y somos el partido que más medidas hemos adoptado para luchar contra la corrupción...ajena...Nosotros no, nada de eso...No sabemos ni contestamos porque estamos exentos del pecado original...

Pues, así, de estos polvos, vienen estos lodos, así, de estos vientos, vienen estas tempestades... Y como no podía ser de otra manera, el Edificio ha acabado derrumbándose, como se derrumbó, por orden de Dios, la Torre de Babel... Y, como siempre y una vez más, les ha pillado el toro, al no ser conscientes ni haber querido serlo, de lo que se les venía encima, entonando la canción de Julio Iglesias “La vida sigue igual”. Y, así en un tris tras, Pedro Sánchez se ha encaramado y ha asaltado La Moncloa, tras un vapuleo de órdago al Presidente Rajoy, que viendo perdido todo, como un zombi, como un toro que se resiste a doblar, ha aguantado hasta lo indecible, como el capitán de un barco que se va a pique, hundiéndose con él, al haber renunciado a lo que el cuerpo le debería haber exigido que era la “dimisión” a fin de que abriera la puerta a unas más que posibles elecciones anticipadas, o incluso, viendo venir la tormenta, haber disuelto el Parlamento y haberlas convocado directamente a fin de que el pueblo hablara. No lo hizo, habiéndole faltado valor, cintura y tacto para haber prestado un, quizás, último servicio a la patria, pero, teniendo en cuenta que no hay más ciego que el que no quiere ver, y ahíto de poder, de soberbia, de altivez, de petulancia, de prepotencia, de arrogancia, de vanidad, de engreimiento, de inmodestia y de pedantería, no vieron venir lo que se les venía encima o, quizás también, pensaron que todo pasaría sin hacer el menos daño y que, a los dos días, todo seguiría igual, pensando y pecando de incautos, que el PNV al cual ya habían dado un buen banquete en los Presupuestos, jamás les abandonaría y mucho menos les clavaría una daga por la espalda. En cualquier caso, Don Rajoy, Mariano, ha dado ejemplo de cómo morir, políticamente hablando, a la manera como mueren los toros que resisten y aguantan lo indecible antes de doblar y ser arrastrados por las mulillas al desolladero; cuando, de haber tenido la lucidez suficiente y alejado de la cohorte de adláteres, acólitos, corifeos, paniaguados y mamandurrieros, que le bailan el agua y le adulan como al “rey desnudo”, convertidos en una legión de palmeros, hubiere tomado la decisión de dimitir prestando un último gran servicio a la Nación y haber salido, no digo que a hombros, pero, al menos, a pie, por la puerta grande. Pero ese orgullo y esa ceguera a que antes aludimos, le impidió ver el horizonte y la tormenta que se le venía encima, y, encima, valga la redundancia, sin paraguas y sin chubasquero, quedando y siendo arrollado por el tsunami Pedro Sánchez, que, una vez más, ha resurgido de sus cenizas, mas de momento dejésmosle que empiece a trabajar y según lo vaya haciendo habrá que recetarle o no aceite de ricino, y sin que parezca muy de recibo las enormes críticas recibidas antes de dar un paso, calificándole como “Gobierno Frankenstein”, pues su operación de llegada al poder es tan legítima como constitucional. Otra cosa, es el análisis de la conveniencia o inconveniencia de este acceso a La Moncloa, mas, como he dicho, dejemos que el recién nacido dé sus primeros pasos y eche su primer diente.

MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ

6 de junio de 2018

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