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Un cuento de hadas

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 07 de noviembre de 2018, 03:44h

Yo no sé si hay todavía españoles que creen en las hadas y que se regocijen con cuentos sobre las mismas, pero el pasado 31 de Octubre de este año, se nos ofreció a los ojos de la generalidad de los ciudadanos de esta España, de charanga y pandereta, como dijera Antonio Machado, un enorme cuento de hadas, pero no para niños, que aún podría comprenderse y justificarse, sino para los hombres y mujeres jóvenes, adultos y entrados en la llamada tercera edad, y que, como no podía ser de otra manera, nos transportaron a nuestra infancia y nos dejó, en cierto modo, estupefactos.

No otro fue el acto que tuvo lugar en el Instituto Cervantes, a cuenta del debut de nuestra Princesa de Asturias y heredera de la Corona de España, Doña Leonor, en el que vio la luz la primera intervención en público de la interfecta, con motivo de la celebración del cuadragésimo aniversario de la Constitución Española, ante los Poderes del Estado y, como no podía ser de otra manera, con la asistencia de los padres de la susodicha, Don Felipe VI y Doña Letizia, Rey y Reina consorte de las Españas de nuestros días, o de este País, aún hoy, a duras penas, llamado España.

Realmente no fue una conferencia lo que llevó a cabo la Princesa heredera, ni un discurso al uso, sino, simplemente, y, al parecer, con una muestra sobra, la lectura del artículo 1º de la Constitución Española, que tenía escrito sobre el atril en letras mayúsculas y subrayadas las palabras “pluralismo político”, “poderes del Estado” y “Monarquía parlamentaría”.

Encaramada al atril, mediante un cajón al efecto, para poder llegar al micrófono, leyó las alrededor de 60 palabras que integran dicho artículo:

“Artículo uno”, comenzó a decir:
“1.- España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.
2.- La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.
3.- La forma política del Estado es la Monarquía parlamentaria”.

Claro, ni qué decir tiene, que, al día siguiente uno de Noviembre, festividad de Todos los Santos, todas las altavocías, vocinglerías y palafranerías, oficiales y no oficiales, medios de comunicación mediante, especialmente los adictos a la corona, emplearon todas sus artes para ensalzar de una manera exageradamente inusitada y fuera de lugar, la intervención de la Princesa de Asturias que, además, ese día cumplía sus trece años, o sea, que ya no es una nena de teta y ya debe saber por donde anda y más siendo quién es y teniendo en cuenta la cohorte de educadores, consejeros, orientadores, mentores, asesores y demás ralea, que la deben rodear.

Mas, los halagadores, aduladores, lisonjeros, zalameros y turiferarios de la monarquía no tardaron en reaccionar, pareciendo darle al acto que mentamos la importancia y trascendencia que, en su día y aún hoy en día, valga el epítome, tuviera el descubrimiento de América por Cristóbal Colón, bajo el reinado de los Reyes Católicos. Isabel y Fernando, llenando de alharacas, alabanzas, elogios, aleluyas y poco menos que beatificaciones, la intervención de Doña Leonor en el Salón del Instituto Cervantes de Madrid, sin darse cuenta de que la exageración, la desproporción y el exceso no hacen sino abundar en lo estrambótico y, acaso, ridículo, de sus manifestaciones.

Así, sin ánimo de ser exhaustivos, nos encontramos con perlas o guindas, tales como las siguientes:

En relieve: “La Princesa Leonor leyó con ayuda de una escalón, sin equivocación alguna” (Diario “El Mundo”); “Con perfecta dicción y voz firme reivindica la Monarquía parlamentaria en el aniversario de la Constitución” (El Diario “La Razón”, y añado yo, que por la cuenta que le trae); “Los Reyes ayudaron a su hija a preparar una intervención impecable” (El Diario “ABC”).

Y ya entrando en faena, se produce el desmelenamiento de los comentaristas y reporteros, como, por ejemplo, Almudena Grandes Fornés (en ABC): “Con voz firme, sin equivocarse, sonriente, mirando a cámara y haciendo las pausas precisas, la Princesa leyó las alrededor de las 60 palabras que integran el artículo primero de la Constitución… A su lado, el Rey escuchaba emocionado la intervención de su primogénita y, desde la primera fila, la Reina seguía con sonrisa aprobatoria cada una de las palabras que pronunciaba la Princesa. Doña Leticia no pudo ocultar el orgullo de madre cuando Leonor terminó su intervención y, tras dar un beso al Rey, se acercó a darle otro a la Reina entre los aplausos del público. También la Infanta Sofía seguía atenta el debut de su hermana” (quizás, barrunto yo, preguntándose “por qué ella y yo no”); y sigue la traca: “Detrás de la perfecta intervención de la Princesa se adivinaba la mano de los Reyes. Ambos pasaron por experiencias similares siendo niños, Don Felipe como Príncipe, y Doña Letizia en el programa de radio que hacía con su abuela paterna Menchu Álvarez del Valle” (que no hay que dejar a la Reina como una cualquiera y sin mérito alguno que avale su currículum vitae). Y siguiendo con el Diario “ABC”, Ramón Pérez-Maura, no escatima tampoco en elogios: “… Y lo que es más importante, es especialmente relevante que se busque la forma de que la progresiva aparición de la Princesa en actos públicos esté vinculada a ceremonias que se alejen de la frivolidad. No necesitamos una Monarquía de papel cuché. Ese rol pueden desempeñarlo incluso mejor príncipes de familias reales de segunda división y no reinantes (aquí añado yo, que poco le faltó para señalar con el dedo índice a la Monarquía Británica)… El Reino de España reivindica su condición con una Princesa de Asturias alejada de la mundanidad y apegada a la institucionalidad. Algo que casi ningún padre querría para sus hijos ni ningún niño para sí mismos” (quizás, indico, para resaltar el enorme sacrificio que para Doña Leonor supone el ser la Princesa de Asturias hoy, y la Reina de España mañana, ¡Ay, cuántos querrían! Y no le vendría mal a Doña Leonor darse algún que otro baño de mundanidad, a fin de conocer bien y fielmente a su pueblo, y no quedarse encerrada como un papagayo en una jaula de cristal apartada del mundanal ruido, con la finalidad de ser consciente de que no es oro todo lo que reluce). Y es que aquí, en este País, repito una vez más, aún, a duras penas, llamado España, somos muy dados a las comparanzas con tal de ensalzar hasta la sublimidad y la excelsitud, recayente en lo esperpéntico, lo nuestro, como sucede con la Monarquía Española y, por ejemplo, que es la que casi siempre sale a colación, la Monarquía Inglesa, o, como no hace mucho Alfonso Ussía, en su columna del diario “La Razón”, del pasado 13 de Octubre, ensalzaba, de tal modo a Rafa Nadal y a su familia, a cuenta de la ficción colaborativa del tenista en la tragedia de “Sant Llorenç” (“me cae bien todo su entorno, y especialmente su familia. Los Nadal y los Parera. Las tres guapas, su madre, su hermana y su novia. Y sus entrenadores, su tío Toni y Carlos Moyá. El palco de los Nadal en los grandes campeonatos de tenis es una síntesis de educada armonía”) buscando el descrédito de Roger Federer (“su gran rival, Roger Federer, otro señor inconmensurable del tenis, tiene un palco más antipático. A su mujer se le está poniendo cara de caja registradora y el resto no resulta simpático, muy suizo,”) y de Novak Djokovic (“siempre que no sea comparado con el equipo de Djokovic, otro genio, de muy áspero entorno”), poniendo a éstos y sus familias poco menos que a parir. Pero, así somos Vd. y yo, Señora.

Por su parte, A.G. Mateache, en el Diario “La Razón” daba suelta a las emociones contenidas o no, relatando un episodio como para una novela rosa: “Con voz firme, haciendo pausas y con una perfecta dicción, la Princesa Leonor hizo su primera intervención pública coincidiendo con su 13º cumpleaños y el aniversario de la votación de la Carta Magna… Pero si alguien evidenció su emoción ante la primera intervención pública de la Princesa fue su madre, la Reina, quien difícilmente podía contener las lágrimas, y acompañaba con gesto de aprobación cada palabra de su hija, como si estuviera en los ensayos previos en la residencia de Zarzuela… Subida en un atril carmesí recibió un beso de su padre, que no se separaba de su lado y la acompañó hasta su asiento en la primera fila de la sala del Instituto Cervantes. Antes de que, volviese a sentarse, el Rey le susurró unas palabras al oído, tras las que la Princesa le dio un beso a su madre… Doña Leonor leyó con voz firme y pausada, sin titubeos ni equivocaciones. Se notaba que se había preparado a conciencia, con una soltura que muy pocas veces podemos apreciar en nuestros políticos… Como si hubiera estado entrenada por un “coach” en comunicación, en este caso quizás la propia Reina… Al final, el Rey premiaba la primera actuación pública de su hija con un amoroso beso…” ( y aquí, no vendría mal, añadir, que después del mismo, fueron felices y comieron perdices).

Y en el diario “El Mundo” otro panegírico, firmado por Raúl Peña: “…Doña Leonor mostró un rostro más tenso que el de su hermana Sofía, sentada al otro lado de la Reina Letizia. Tras terminar Felipe VI la lectura del preámbulo, Doña Leonor se puso de pie, esperó a los aplausos de su padre y se dirigió al escenario. Una azafata colocó con la discreción que pudo el escalón rojo que permitió a la Heredera alcanzar el atril y los micrófonos. Una vez colocada, recibió una caricia tranquilizadora de su padre en la espalda. La princesa de Asturias leyó con voz firme, sin equivocación alguna ni titubeo, el artículo… Mientras leía, la Reina Letizia gesticulaba de manera inconsciente, casi pronunciando ella también cada palabra que leía su hija. Cuando terminó, el Rey premió su primera intervención pública como Heredera de la Corona, con un beso”.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Por cierto, ¿dónde estaban los Reyes Eméritos, Don Juan Carlos y Doña Sofía?: dicen que vieron la intervención de su nieta a través de la pantalla, él desde Sanxenxo, donde participaba en una competición de vela (¿aún está para esos trotes?) y ella, ella, no se sabe. ¿No hubiera sido más lógico que hubieran estado de cuerpo presente en el Instituto Cervantes, los abuelitos si tan (in)trascendente era el evento?. Lo que denota que la desestructuración de la familia real sigue vigente. Y lo que te rondaré morena, pues al día de la fecha, aun no han recibido Don Juan Carlos y Doña Sofía, verdaderos artífices de la Transición, invitación para el día glorioso del ensalzamiento de la Constitución Española, lo que ya cae dentro de lo patético, de lo esperpéntico y de lo dramático. ¿Quién manda en la Zarzuela?, ¿quién lleva los pantalones en ese Palacio?.

MIGUEL ANGEL VICENTE MARTINEZ

7 DE NOVIEMBRE 2.018

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