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Refritos del verano (I)

Por Miguel Ángel Vicente
jueves 08 de agosto de 2019, 16:16h

Mientras el estío pasa por nuestra puerta, llevando consigo una importante carga de calor asfixiante, que eleva los termómetros hasta casi los cuarenta grados o más, según la hora y el lugar, es indudable que influye, y no positivamente, sobre los cerebros de los humanos, que parecen quedar flojos, flácidos y laxos de reflejos y ansiando localizar una sombra bajo la que cobijarnos, mientras nos echamos por la cabeza una botella de agua fresca, para paliar este sofocante y árido verano, originador de una estenosis de nuestras neuronas y que, en definitiva, aparentan dejar sin capacidad de reacción al sujeto que queda hipnotizado por los flaxes televisivos que amuerman y adormecen el espíritu y el movimiento humanos.

Y, en medio de esta canícula, surgen noticias variopintas, algunas de las cuales parecen ratificar el refrán, de ese refranero español, tan certero, como casi siempre, si no siempre, tan puñetero, según el cual “cualquier tiempo pasado fue mejor”, proveniente del famoso verso quebrado de Jorge Manrique, que reafirma el vívido sentimiento de nostalgia que por lo regular, y no sin razón, dispensamos a todo lo pretérito, porque, en realidad y verdad, lo que día a día podemos ver y conjeturar, son bobadas, necedades y mentecateces ramplonas, vulgares y chabacanas que, amén de su inoculación, a través de los medios de comunicación, preparados para crear este caldo de cultivo, se asienta en la actual enfermedad que supone la adicción al móvil, ese instrumento de bolsillo, que ha hecho mella en las almas inanes, insolidarias, solitarias, casi en pena, y, en cierto modo, abstraídas del verdadero ser humano, dotado de voluntad e inteligencia, y que, más bien antes que después, dará lugar a una epidemia más sórdida, mísera, bruta y grave, que el propio ébola.

Así, de esta guisa y dentro y de conformidad con las nuevas tendencias actuales de querer cortar a todos por el mismo patrón, a fin de que no haya nadie que destaque por sus virtudes y aciertos, que pueda verse reflejado respecto de otro semejante en cuanto al aspecto corporal o espiritual, en consonancia con el relativismo, como nueva religión tendente a hacer al hombre un ser descreído, carente de individualidad propia, distinto y distante de otro hombre, con la implementación de un multiculturalismo decrépito dirigido a meter a todos los humanos en el mismo saco, sin distinción de sexo, edad, intelecto y demás virtudes propias del ser creado por Dios para gobernar la Tierra, con la preeminencia de un calzonacismo puro y duro, en aras de no incurrir en lo políticamente incorrecto y temeroso de expresar cada uno sus propias ideas, sus sensaciones, sus creencias, sus aficiones, sus vocaciones, etc., dentro de un marco de libertad, sensatez y sentido común, todo lo cual hace sobresalir movimientos tendentes al igualitarismo, puro y duro, cercenando y cortapisando al sabio del melífluo, al valiente del cobarde, al capaz del torpe, o sea, dirigido a crear esa masa crenitizada a que se refiere frecuentemente y con más razón que un santo Juan-Manuel de Prada, denostando todo lo válido del tiempo pasado y creando falsas ilusiones y ficticias esperanzas, mediante la versatilidad de un espejismo tras otro, sin solución de continuidad, a cuyo trapo entramos de cabeza, porque sí, porque es lo que, en cierto modo, nos importa desde arriba, quedando pegados como aquellas moscas que, según la fábula de Esopo, acudieron a un panal de rica miel, por golosas e incautas.

Así, no es de extrañar que, aunque con cierta razón y necesidad, hayan surgido movimientos en pro de la mujer, no se protege a la misma desde movimientos feministas extremos que, por lo general, no tienen otra razón de ser y de existir que la de ir en contra de la seguridad, la protección y la defensa de la misma, pero que acaban creando ambientes encarecidos, que, a base de machacar, derriban murallas. Por ejemplo, nos encontramos con que la marca de lencería “Victoria´s Secret”, parece haber suspendido (ya confirmado) su tradicional desfile, en realidad un verdadero show de buen gusto y extrema exquisitez, y ello debido a las muchas críticas que ha recibido La Casa, sobre todo a raíz del movimiento Metoo (que parece querer meter en el mismo saco a cristianas y a judías) a causa de la extrema delgadez de las modelos y la cosificación de la mujer, sin tener en cuenta que esas modelos hacen de su exhibición una profesión, por cierto, en muchos casos, con una muy buena retribución, relegándolas al olvido y al paro, en contra de su voluntad, pues está claro que las mismas aceptan esas condiciones de trabajo, principalmente basadas en la exhibición de su escultural cuerpo, aunque quizás esto es lo que haga mella en las feministas rancias, hoscas y acomplejadas, que acaso quisieran castigarlas a pasear por la calle bajo una coroza, ese vestido de color de azafrán, con su capirote que se les imponía como castigo a quienes eran condenados por la Inquisición, con razón o sin ella, que todos sabemos el fundamento y la base de esta institución, si puede llamarse así. Así lo ha dejado entrever un ángel de la marca, Shanina Shaik, embajadora de la firma desde 2.011, en entrevista concedida al “The Daily Telegraph”: “Desgraciadamente, no va a celebrase (la gala) este año”, añadiendo “Me siento rara porque todos los años por estas fechas me estoy entrenando como un ángel” y como la mayoría de las mentes, en la actualidad, parecen más bien una calabaza y carecen de decisión propia, se han dejado llevar por ese tipo de movimientos (repito, contrarios a la libertad de la mujer) y la audiencia del show, siguiendo las directrices borreguiles inoculadas, y haciendo gala de constituirse en masa de carne con ojos, se ha visto afectada por desafección y no incurrir en eso que ampulosamente se ha dado en llamar “lo políticamente incorrecto” o en su lado positivo, por creer que eso era “lo políticamente correcto”, creyendo que con ello han conseguido un logro abismal, cuando en realidad eso sí que es cosificar a la mujer tratando de que todas luzcan el mismo patrón de fealdad, tratando de destruir el trabajo y el porvenir de ciertos cuerpos esculturales y de buen ver, que no tienen que hacerse desaparecer, lo que no es sino envidia cochina, al no poder alcanzar ciertos parámetros corporales quienes se autointulan defensoras de la mujer, a las que habría que espetarles si es que lo que quieren es acabar con la belleza, la hermosura, la delicadez, el encanto, el atractivo, la gracia, la perfección, la sublimidad y casi la divinidad de ciertos seres femeninos, que éstos, sí, de verdad, exhalan femineidad por todos sus poros. ¿Qué quieren, que la mujer vuelva a ponerse las bragas de esparto?

Y es que no hay que dudar que ver un cuerpo esbelto y agraciado le levanta a uno la moral y, acaso, fuera suficiente para resucitar a un muerto, ¿o, no?

MIGUEL-ÁNGEL VICENTE MARTINEZ

7 De Agosto de 2.019

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