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Un hecho histórico

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 18 de diciembre de 2019, 06:05h

El del pueblo británico en las elecciones del pasado viernes doce (menos mal que no era Viernas-13), santificando la salida del Reino Unido de la Unión Europea, la UE, y ratificando, ahora sí ampliamente, el resultado del referéndum que en el año 2.016 impulsó el entonces primer ministro, Cameron, cuyo resultado favorable a la salida de la UE, por escaso margen, dio pie a que los recalcitrantes medios de comunicación de la izquierda radical pusieran en duda el sistema de votación, llegando al extremo de pontificar que debería privarse del voto a los mayores de cierta edad (setenta u ochenta años), que fueron los que masivamente votaron a favor de la salida, pero ya sabemos cómo las gasta la izquierda, cuando para la misma pintan bastos, demonizar todo aquello de lo que se desprenda una victoria de los conservadores (por no mencionar la derecha, cuyo término en sí mismo, ya está demonizado suficientemente en nuestro suelo patrio), pues el resultado de estas elecciones no sólo suponen una ratificación de aquél referéndum de 2.016, aplastantemente ratificado, sino una victoria como no se había dado desde la época de la dama de hierro, Margaret Thatcher, de los “torys”, o sea, del partido conservador, que ha logrado una amplísima mayoría, arrumbando en el rincón del olvido las propuestas de los laboristas (que perdieron 69 escaños, en su peor noche desde 1.935), con un Corbyn a su frente, tales como disparar el gasto público en 80.000 millones de libras anuales, nacionalizar ferrocarril, luz, gas y banda ancha, banco nacional, y sobre todo y por todo más impuestos para afrontar el gasto imparable que tales propuestas llevarían consigo, en lo que algún politólogo definió como “la carta de suicidio más larga de la historia”, tal como al final ha sido, acabando con la carrera del laborista, con un mal perder, como es costumbre entre la izquierda, a fin de echarle la culpa a cualquier trampantojo que pillen por medio, con tal de no hacer autocrítica, admitir los resultados y darse cuenta de que las citadas propuestas suponen un programa de lo que la izquierda ha llevado a cabo en los siglos XIX y XX, y que se ha definido como el mayor de los fracasos de la historia, al asfixiar al ciudadano a base de los impuestos, eliminar la libertad del individuo y la sumisión del mismo a “papá Estado”, mientras los jerifaltes se pegan la vida padre, viviendo a cuerpo de rey, y llevando al país a la ruina, la pobreza y a la miseria, y como todo esto es difícil de digerir y de reconocer, no ha tenido otra salida de pata el líder laborista que culpar a los medios de comunicación de haber distorsionado la imagen de su partido, sin darse cuenta de que la gente no es tonta, que está harta de que la tutelen como incapaces y que le impidan vivir en paz.

Y ya lo hemos dicho, un hecho histórico, no sólo por el impulso a la salida definitiva de Gran Bretaña de la Unión Europea, sino por el clamoroso triunfo de alguien, Boris Johnson, a quien han tratado de ridiculizarle y ponerle en la picota los resentidos de siempre, y y como no podía ser de otra manera, los propios medios de comunicación españoles, que han criticado duramente la decisión del Premier Británico de insistir en desprender el cordón umbilical británico de la UE, una asociación desde la que se ha dado pábulo a los recortes, ajustes y restricción de derechos que han llevado a la desaparición de las clases medias y a la miseria, la pobreza, la indigencia y la ruina a una inmensa capa de ciudadanos, mientras los salvadores de la patria o del invento se han puesto y se ponen las botas (baste el ejemplo de que un eurodiputado cobra 8.000 euros al mes, y se ponen a su disposición 21.000 euros más para asistentes o colaboradores, amén de las dietas por cualquier concepto que quepa en la cabeza de una persona, y solamente son 750), habiendo originado en los países miembros (que no sé yo si podrían seguir llamándose países) la renuncia a su soberanía y a su libertad, que queda en manos de una Comisión a la que también habría que echarle de comer aparte, y es que, en realidad, aquél país que renuncie a una de sus señas de identidad (Bandera, moneda e idioma) está llamado a desaparecer de la faz de la tierra. No nos puede extrañar, por tanto, que uno de esos países que, además, siempre ha sido remiso a someterse a los dicterios de la Merkel y de Jean-Claude Junker (menuda pareja de dos), aquélla, siendo teutona y estando en la primera fila de la política alemana y europea, ahora, hace pocos días, ha tenido a bien visitar el campo de exterminio de Auswich, y el otro, al que habían de ayudar a tenerse en pie sus asistentes o sus acompañantes de juerga), por lo que no es de extrañar que mantuvieran, al menos, su moneda, la libra, como signo de identidad del país, lo que ya suponía una cierta reticencia a dejarse llevar por otros, tragando carros y carretas, o ruedas de molino o caer en la creencia de que los burros vuelan, y ese sentimiento de sentirse desposeídos de lo más preciado que hace a un país ser país, la soberanía y con ella la libertad de decidir sobre su futuro, para bien o para mal, pero en base a decisiones propias y no de quienes desde la UE mueven como marionetas a los Estados miembros, “manu militari”, lo cual, tras el resultado de las recientes elecciones en Gran Bretaña, el sentimiento de haberse desembarazado del abrazo del oso de la Unión Europea debe suponer un alivio para los británicos y la vuelta a respirar el aire fresco y puro, sin intermediarios ni agentes extraños por medio, y no es que les haya sido fácil ni va a serlo, desprenderse de las cadenas comunitarias, porque desde el primer momento se ha tratado de poner palos en las ruedas del carro y piedras en el camino a fin de que descarrilase lo que se consideraba un agravio para el invento comunitario y porque podría abrirse la puerta a la salida de otros países que cayeran en la cuenta del error de su integración en este engendro, ya que la Unión se concibió como una meta sin vuelta atrás, mas ya hemos visto que un país, el Británico, ha sabido y decidido desengancharse de un tren, que más temprano que tarde, acabará descarrilando, ya que el monstruo creado lo fue, en realidad, como una secta sin retorno.

Mas, bien han valido los esfuerzos y sinsabores que al hoy Premier Británico, con todas las de la Ley (ya asistimos a la defenestración de Boris por haber asumido el inquilinato de Downing Street sin haber pasado por las urnas, a su desacreditación por los miembros de la Comisión Europea, y no digamos de los medios afines a la izquierda y no tan de izquierda, españoles, que propalaban manifestaciones multitudinarias anti-Brexit, ¿No serían montajes?, etc., etc.).

En fin, Boris Jhonson ha demostrado que la fe y la tenacidad en unos principios firmes, irrefutables e irrebatibles, tienen que acabar triunfando y el hecho histórico que bajo su auspicio va a formalizarse el próximo 31 de Enero y que culminará en Diciembre de 2.020, llenará una página gloriosa de la historia del Reino Unido, por lo que no debe extrañarnos que otro hombre de Estado, Donald Trump haya sido el primero en felicitar a Johnson, haciéndole una oferta de acuerdo comercial bilateral, aunque se haya aprobado el principio de “impeachment” contra su persona, fruto del odio, la inquina, la maquinación y el rencor de quien fuera su opositora en las elecciones de 2.016, Hillary Cllinton (que más le valiera vigilar a su esposo Bill), que aún no ha sabido digerir la amargura de la derrota, con una Presidenta de la Cámara Baja del Capitolio, Nancy Pelosi, que ya su nombre da escalofríos, y que supondrá un nuevo berrinche para aquélla y ésta, cuando vean que este desafuero sea vetado en la Cámara Alta, lo que le llevará a una nueva depresión, de la que, al parecer, aún no se ha repuesto. Una caza de brujas a la que están acostumbrados los hombres de Estado e impulsadas por mediocres y perdedores, en base a la envidia que les produce encontrarse ante hombres de Estado, con todas las de la ley, algo inaguantable para quienes deben conformarse con mirar y callar, rumiando su ira en petit comité.

MIGUEL-ÁNGEL VICENTE MARTINEZ

18 de Diciembre de 2.019

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