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Con otra mirada ¿queda mucho?

Por Mª Carmen Piñero
viernes 08 de octubre de 2021, 10:14h

“Los pequeños cambios terminan haciendo grandes cosas”

Apreciadas/os lectores, hoy os hablaré de la importancia de observar con otra mirada vivencias traumáticas. Es verdad, que fácil no es, pero se puede aprender. Hace poco, seleccionando información de igualdad y convivencia para un trabajo que estoy haciendo, llamó mi atención el caso de una chica:

Había tenido una vida muy penosa con su pareja, y esta, casi apaga su luz. Se identificó así misma cuando vio una película de malos tratos. A partir de ahí, tomó conciencia de su situación (que importante es visibilizar y educar para corregir), y todo comenzó a cambiar en ella. Cada día, su luz empezó a brillar más y más. La sociedad comenzaba a despertar de ese mal sueño, y se abrieron caminos a leyes, ayudas y protección. Como ella misma narraba, entendió que con otra mirada y separando emociones de comportamientos, comprendía las circunstancias o limitaciones que él podía tener y, que posiblemente, le habrían desencadenado desajustes de personalidad que no podía controlar. Desgraciadamente, hay muchas rupturas que por su situación y entorno, es muy difícil el entendimiento y la reconciliación.

Los muchos escenarios de la vida pueden tener diferentes lecturas, por eso, debemos preguntarnos: ¿Por qué no incorporamos otra mirada? ¿Por qué somos incapaces de comprender muchas situaciones? ¿Por qué estamos dormidos? ¿Por qué a veces censuramos sin más? Muchas preguntas sin contestar.

Ante tantas interrogantes, inevitablemente algo no va bien. Muchos de los problemas existentes vienen dados porque aún no estamos preparados ni educados para escuchar y mirar de otra forma. Ni siquiera, para poder darnos ese espacio tan necesario dedicado a la reflexión y concienciación sobre nosotros mismos y los demás. Si la naturaleza se toma su tiempo para que exista un equilibrio y todo funcione correctamente, ¿porqué nosotros no hacemos lo mismo?

Hace muchos años, cuando trabajaba de cara al público en un Centro Sanitario, vino una chica con mucho nerviosismo solicitando algo que en ese momento era complicado. Le ofrecí otras alternativas que tampoco aceptaba, seguía inquieta, y a toda costa insistía en su petición con unas formas que ya rozaban la mala educación. Aun así, mantuve la compostura y educadamente y en voz baja para tranquilizarla, le manifesté que haría todo lo posible para ayudarla. Antes de marcharse, se acercó a mí y de manera sincera me pidió disculpas por su inadecuado comportamiento, contándome el grave problema que tenía y que afortunadamente se podía solucionar. Me alegró saber que le habían aligerado su carga. De vuelta a casa, analizando todo lo sucedido, me pregunté ¿Como me hubiese comportado yo en su situación? (A veces, nos resulta muy difícil, tener otra mirada y mantener la calma en un clima de hostilidad).

No debemos sentirnos culpables por no saber gestionar nuestras emociones y las de los demás, “nadie nos ha enseñado”. Por esta razón, es imprescindible implantar una educación que desarrolle habilidades sociales. Si deseamos mantener un equilibrio colectivo, también es necesario reinsertar con dignidad a personas que tienen graves problemas de conducta (dándoles la oportunidad de poder convivir adecuadamente en comunidad, y cuando ello no sea posible por las circunstancias personales, se deberán tomar otras medidas que garanticen la seguridad de todos). Cuando no hay comprensión, se crea el escenario perfecto para que actúen los conflictos. Entender esto, es progresar.

Si tuviéramos los suficientes recursos (La Ciencia debe proporcionarlos, pero los fallos del sistema impiden que sean transmitidos adecuadamente) para ser conscientes de las limitaciones que mucha gente tiene, podríamos comprender y corregir, y los linchamientos públicos (que son inaceptables, y me recuerdan a los que se producían en las plazas de la Edad Media) dejarían de producirse. Si queremos seguir avanzando, hay que “Educar, Educar y Educar”.

Nuevamente debemos mirar a los países Nórdicos, son los más evolucionados del planeta por sus innovadores sistemas de rehabilitación y protección a sus ciudadanos. Ofreciendo altos niveles de educación que se ven reflejados en su exitosa convivencia. No podemos quedarnos de brazos cruzados.

Si queremos mejorar nuestra realidad, inevitablemente debemos comenzar por el inicio de la vida. El paleontólogo Juan Luis Arsuaga, en su fantástico libro “Vida la gran Historia” comenta que: “muchos biólogos que han trabajado la evolución del social han creído que se pueden, que se deben, sacar lecciones útiles para el futuro de nuestra especie a partir del conocimiento del pasado. Es decir, la historia biológica sería la llave para entender nuestra naturaleza, un conocimiento que a su vez permitiría abordar los problemas sociales desde unas bases científicas”.

Es necesario seguir a esas/os visionarios que tienen una luz y un entendimiento diferentes (incomprendidos la mayoría de las veces), pero imprescindibles para dar protagonismo a situaciones que los demás no vemos. Estamos cegados con hábitos muy arraigados en las culturas humanas. Ellas van abriendo el camino a la igualdad y a otras miradas y realidades que, afortunadamente, se están empezando a vislumbrar, y modificarán para bien, las mentalidades de toda la humanidad. “Los pequeños cambios terminan haciendo grandes cosas”.

Os deseo una feliz convivencia.

Mª Carmen Piñero López

Educadora Social

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