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¡Señor, que cruz!

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 05 de enero de 2022, 06:24h

La Real y Distinguida (anteriormente, en su origen, Real y Muy Distinguida) Orden Española de Carlos III, fue creada por el Rey de España Carlos III (de ahí su denominación), mediante Real Cédula de 19 de Septiembre de 1.771, bajo el lema latino “Virtuti et merito”, con la finalidad de reconocer y condecorar a aquellas personas que se hubieran destacado especial y relevantemente por sus buenas acciones en beneficio de España y de la Corona, y constituye la más distinguida condecoración civil que puede ser otorgada en España, porque aunque desde su creación se encuadró dentro de la categoría de las órdenes militares (concretamente como orden de caballería), se convirtió en orden civil en 1.847.

En origen la Real Cédula que reguló la creación de esta Orden, exigía dos requisitos: “ser benemérito y afecto a su majestad” y exigiendo a los admitidos en la orden jurar fidelidad a la persona del rey, a su familia, a la protección de los bienes de la casa real, reconocer al Rey como Gran Maestre, vivir y morir en la fe católica, aceptando como indubitado el Misterio de la Inmaculada Concepción y asistir, al menos una vez al año, a una misa completa y comulgar.

Bajo el reinado de Isabel II la Orden sufrió una de las mayores modificaciones, a fin de adaptar todas las órdenes militares y civiles a un modelo de España liberal, publicándose el Real Decreto de 26 de Julio de 1.847 que estableció el carácter exclusivamente civil de la Orden, siendo a partir de ese momento “los méritos”, los que determinaron el acceso a la misma, quedando abolidos “el afecto a la Corona y su Reina”, como requisito coadyuvante al citado acceso.

Ni que decir tiene, que la Orden se abolió durante unos meses coincidiendo con la Primera República, siendo restablecida en la persona de Alfonso XII, y fue de nuevo suprimida con la llegada de la Segunda República. Tras finalizar la Guerra Civil, el Generalísimo de los Ejércitos Don Francisco Franco Bahamonde, restableció la Orden el 10 de Mayo de 1.942 y con la monarquía constitucional en la persona de Juan Carlos I, la Orden se ha ido modernizando, permitiendo la incorporación de las mujeres a la misma desde 1.983.

Y, de nuevo, ni qué decir, que el advenimiento de la que tras la Transición, venimos en llamar “democracia española” (para la mayoría, si es que no para todos, los analistas, botafumeiros del poder, incautos y mamandurrieros, calificada de “democracia consolidada”, sin que se pongan colorados y sin un ápice de vergüenza), los cambios experimentados en la realidad social y política de este país, aun hoy, a duras penas, llamado España, y dicen que “la necesidad de adecuar la normativa de la Orden al Ordenamiento Jurídico-Administrativo vigente”, aconsejaron la actualización del Reglamento por el que se rige la Orden. Y es aquí y ahora, cuando, como es costumbre entre la chusma de la canalla política que nos ha venido gobernando desde la Constitución de 1.978, convertida en Pantocrator único y cuasi-divino (más bien diría yo, que canallesco y diabólico) no ha podido reprimir meter la zarpa, variando la finalidad y el objetivo originarios para los que fue creada la Real y Distinguida Orden, convirtiéndola en feudo de la casta política, de la manera más artera, taimada, ladina, marrullera, bellaca y traidora, en ese afán de colonizar y apropiarse de todo lo que se mueve en la tierra y en el aire, por creerse ser los nacidos sin mácula de pecado original y haber llegado a los cargos ostentados por mor del designio divino, sumiendo al pueblo, al que deben respeto y por el que han de luchar y batirse el cobre, como un conglomerado de chusma, plebeyos y rebaño de corderos que deben bailar al son que aquéllos toquen y contentarse y dar aplausos con las orejas, por contar con tan suculentos sinvergüenzas, cuya prueba radica en que nada más llegar al poder, sean de un signo o del contrario, la única obsesión es enriquecerse, hurto y robo, mediantes, y al pueblo que le den morcilla, y, así, de esta guisa, hay que recordar cómo las están pasando putas los damnificados por la erupción del Volcán Cumbre Vieja de La Palma, que, a vista de más de cien días, del desalojo de sus casas, muchas de ellas sepultadas bajo la lava, durmiendo y habitando en la calle o en una caravana, o en un polideportivo o en casa de familiares o de buena gente que, aún existe, y comiendo ceniza y lava, aun no les ha llegado un euro de las superayudas prometidas por el Retroprogresista Criminal Gobierno de España, cuyo Presidente, el Pseudo-Doctor-Sánchez, alias Pinochón, ha rendido ya ocho viajes (cuyo coste bien podría haberlo ahorrado y enviado de urgencia a La Palma), Falcon y Super-Puma, mediantes, para nada, o sea, para recordar a los palmeros y a las palmeras, que tengan paciencia y a ver si van muriendo, coadyuvando a que esas ayudas se pierdan por el camino, tal como ocurriera con los ERES de Andalucía (¡ojo, y teniendo en cuenta que el cementerio también duerme bajo la lava!, por lo que, en realidad, los palmeros y las palmeras, nunca mejor dicho, no tienen ni donde caerse muertos).

Pues bien, en ese afán de fagocitar todo lo que se mueve y se considera valioso para esa cohorte de desaprensivos, desvergonzados, granujas, inmorales y sinvergüenzas, que han ostentado y ostentan el poder en este País, repito, aun hoy, a duras penas, llamado España, a través del Señorito Don José-María Aznar López, un pollo de pelea de corral, que tan machito se muestra en sus apariciones públicas (y como todos los de su ralea, Felipe González incluido) deberían estar calladitos y escondidos, tuvo a bien aprobar un nuevo Reglamento de la Real y Distinguida Orden, para arrimar el ascua a su sardina y apoderarse de las concesiones de las distinciones de la citada Real y Distinguida Orden.

A fin de ilustrar bien la reforma llevada a cabo por el Señorito del Bigote, enfático y engalado personaje, recordemos que, en su origen, o sea, tal como la concibió su creador, el Rey Carlos III de España, de conformidad con el lema de su creación “Virtuti el merito”, tenía como objeto el reconocimiento de las virtudes personales y el mérito alcanzado en el servicio a la Corona como prendas personales que debían acompañar a quienes fueran agraciados con tan Distinguida Orden, en definitiva premiar el mérito en el servicio al Estado.

Pues bien , esa reforma del Señorito Aznar, se plasmó en el Real Decreto 1.051/2.002, de 11 de Octubre, publicado en el BOE el día siguiente, en cuyo preámbulo se reconoce lo dicho anteriormente sobre la finalidad de la Real y Distinguida Orden, reconociéndola como la más alta de las Ordenes Civiles Españolas e inserta entre las más antiguas de las que actualmente existen en el mundo, y así lo reconoce, además, en el artículo 1. Objeto de la Orden: “La Real y Distinguida Orden Española de Carlos III es la más alta distinción honorífica entre las Ordenes Civiles Españolas. Tiene por objeto recompensar a los ciudadanos que con sus esfuerzos, iniciativas y trabajos hayan prestado servicios eminentes y extraordinarios a la Nación”.

MIGUEL ANGEL VICENTE MARTINEZ

05 de enero de 2.022

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