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El abrazo del oso

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 03 de diciembre de 2014, 02:14h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

Tras la comparecencia de nuestro eximio Presidente del Gobierno y, a la vez, del Partido Popular, en el Congreso de los Diputados el pasado 27, para anunciar las medidas que el Ejecutivo pergeña para atajar y luchar contra la corrupción y propiciar el camino hacia la regeneración democrática o de la vida política, no hay otro síntoma entre la ciudadanía, o sea, entre los ciudadanos que tengan, al menos, dos dedos de frente o que no se hallen bajo las cadenas de la mamandurria, o sea, de la obediencia debida, que la de máxima indiferencia e incredulidad, en el sentido de que por mucho que ladren, y a los antecedentes me remito, la corrupción seguirá su paso firme adelante y esa regeneración de la vida democrática seguirá quedando para “ad calendas graecas”, entre otros motivos porque no existe una intención y menos aún una actitud y voluntad convincentes entre los operadores políticos, los integrantes de la “casta”, para variar el panorama y así evitar las consecuencias negativas que para la misma tendría ese cambio, por lo que, una vez más, hemos vuelto a más de lo mismo, los mismos fuegos de artificio, salvas al aire, castillo de fuegos artificiales, folclore en definitiva, para maquillar la realidad y para hacer creer a la ciudadanía que, por fin, nuestros jerifaltes políticos se han puesto las pilas y realmente van a coger el toro por los cuernos (demasiado toro para estos timoratos, endebles y blandengues toreros), así como la hoz entre las manos para segar la mala hierba que ha venido y sigue creciendo en los páramos políticos de España,  y que ya ha tomado cuerpo y se ha apoderado de todo el terreno, por lo que haría falta, al paso que quiere imponer el Gobierno, varias generaciones para acabar con esa mala hierba que ha arraigado ya, con tanta fuerza y ha echado ya tan profundas raíces, que la única solución, como ya he apuntado en más de una ocasión, sería “volver a empezar”, pero, eso sí, prescindiendo de toda la “casta” actual en ejercicio, que, casi sin excepción, o sin ella, tiene las manos manchadas de tanto contar billetes procedentes de la caja B y de las mordidas que le han propiciado a las adjudicaciones, mediante el engorde de su presupuesto, o, directamente y sin cortarse un pelo, metiendo la mano en la Caja Pública de Caudales.

Por ello, no deja de sorprender, aunque a estas alturas de la película ya no debería sorprendernos nada, que cierta parte de los medios de comunicación hayan recibido con alharacas y como a un Cristo redivivo al adalid, al director, al cabeza de la manifestación contra la corrupción y la regeneración, aunque ello es comprensible dado que existen muchos paniaguados de estómago, por tanto, agradecido, que están obligados a desparramar sobre el Presidente del Gobierno la esencia perfumada y colocar sobre su cabeza la corona de laurel, tal cual si se tratara de un legionario romano que volviera del campo de batalla victorioso, o, incluso, como el propio Emperador de Roma. Así, no es de extrañar que más de uno cayera en la torpeza, me imagino que tapándose la nariz y haciendo de tripas corazón, de proclamar que el Presidente del Gobierno hizo bien en disipar la sospecha generalizada de que todos los políticos son corruptos, lo que es tanto como seguir incurriendo en la creencia de que los burros vuelan.

Si de verdad queremos utilizar un epíteto para resumir la comparecencia y la pretensión de nuestro Presidente, sólo pueden calificarse de “patéticas”, acompañada de la incredulidad de las mismas, por la falta de, más bien, la nula credibilidad que este sujeto es capaz de infundir e insuflar en los ciudadanos. Parece, como poco, grotesco que Don Mariano, repita, una y otra vez, y más a estas alturas, que “quien la haga, la pague”, sin mirarse al espejo y sin mirar a su alrededor más cercano, donde los corruptos ya imputados crecen como las setas en un otoño lluvioso, pareciendo no querer ver, o no ver, que no sabemos que es peor, la realidad, para lo cual necesitaría acudir a un buen oftalmólogo que le revise el iris y la córnea de sus ambos dos ojos. Con su tradicional flema y queriendo dar la sensación de hombre sensato, mesurado y ponderado, se limitó, una vez más, a desgranar y enumerar una tras otra una sarta de mentiras, digo de medidas, hasta el número, dicen, y dice él mismo, de setenta, que digo yo que sí que estábamos huérfanos de regulación y ahora entiendo cómo ha sido posible que haya crecido de un modo exponencial y escandaloso tanto chorizo sobre la piel de toro, lo cual nos quieren justificar que es debido  más bien a esa falta de medidas, que a ese vicio de apoderarse de los dineros públicos con una avidez y una codicia pocas veces vistas en la historia de la humanidad y es que la corrupción está tan extendida y tan arraigada, en la forma semejante a la roña de quien teniendo sesenta años no se ha lavado en su vida, que necesitaría para quitársela otros tantos años de ducha y baño diarios cada dos horas. Y como aquí nadie se corta un pelo, así, ya se entiende el affaire de la vocal del Consejo General del Poder Judicial, Mercé Pigem y de su hermana, pilladas “in fraganti” por la Guardia Civil, transportando en sus respectivos bolsos 9.500 y 10.600 euros, desde Andorra, lo que le ha costado la dimisión de Consejera.

Y para tratar de minimizar los efectos negativos que la corrupción en general hace recaer sobre su partido, el Partido Popular, propone un gran pacto nacional, fundamentalmente con el PSOE, con el único fin de tapar el olor nauseabundo y pestilente que de las alcantarillas exhala hacia el exterior. En cualquier caso y aunque el PSOE, ahora de Pedro Sánchez, no pueda presumir de honradez y de no hallarse inmerso en múltiples casos de corrupción, bien hace en no entrar al trapo y renunciar a ese gran pacto, por, entre otras razones según el mismo, de que no es Rajoy precisamente quien debe liderar la batalla contra la corrupción y porque, en estas circunstancias, el PP “no es de fiar”. Peligroso sería para el PSOE aceptar el abrazo del oso que le ofrece Rajoy, proposición que no tiene otra virtualidad que intentar entre los dos grandes partidos que todo el poso de la corrupción se diluya como un azucarillo en aguardiente y si te he visto no me acuerdo, tejiendo un tupido velo para poner un punto y aparte.

Y como, ahora, han tocado a rebato y toda la casta se siente amenazada, en la sesión plenaria del Ayuntamiento de Albacete, celebrada el pasado 27, coincidiendo con la comparecencia parlamentaria de Rajoy, y como un mimetismo de aquél, se  acordó que los concejales deberán publicar sus declaraciones de bienes antes de la toma de posesión de su cargo y si no la presentan se entenderá que renuncian al acta de concejal, mas no así las declaraciones de los cónyuges que serán voluntarias (aquí está el truco del almendruco y por donde empieza la nave a hacer aguas) y pretenden que antes de que acabe el año se publiquen las correspondientes a los años 2.011, 2.012 y 2.013. Me imagino que, como siempre que se presentan este tipo de declaraciones, casi todos manifestarán tener un coche destartalado, más cerca de la chatarrería que del garaje, una cuenta bancaria con un saldo cercano a los 1.000 euros y un pisito modoso con una gran hipoteca como carga y gravamen. Por supuesto, ni un céntimo en Suiza ni en país paraíso fiscal que se le parezca. Y seguramente ante este panorama de pobres de solemnidad no sería extraño que algún que otro concejal manifestara estar haciendo cola en los comedores sociales y  todos juntos, tan contentos, tan felices y comiendo perdices y la ciudadanía con la boca abierta ante la magnificencia y la honradez de nuestros gobernantes. En verdad, a mi nada me interesa meter las narices en el patrimonio de nadie lo que sí me preocupa y me interesa es que quién en el ejercicio de cargo público se abstenga de meter la mano en la caja de caudales, sea en la forma que sea y por el medio que sea.

MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ

  3 de diciembre de 2014

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