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Como quien oye llover

Por Miguel Ángel Vicente
martes 20 de enero de 2015, 23:51h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

O lo que es lo mismo, sin hacer ni puto caso, aunque, para lavarse la conciencia o de cara a los votantes, hacer como que se hace algo, pero, en definitiva, no hacer nada, o sea, “res de res”, que diría el líder de CiU y máxime independentista, hoy por hoy, Artur Mas. Me estoy refiriendo, de nuevo, al drama de los afectados por la hepatitis C, que anteayer cumplieron un mes de encierro en el Hospital 12 de Octubre de Madrid, como protesta por la falta de atención del Gobierno de España hacia su lacerante problema, mientras el Ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, sigue mareando la perdiz, quizás en la esperanza de que, a la manera como acostumbra nuestro eximio Presidente del Gobierno, Don Mariano Rajoy Brey, el problema acabe resolviéndose sólo, lo que no ocurriría sino con la muerte de todos los afectados. Y, entonces, como predica el refrán, muerto el perro, muerta la rabia. Y el Gobierno, a seguir a lo suyo, gastando donde no debe y recortando o suprimiendo el gasto en lo que verdaderamente es imprescindible, como sucede en este caso en el que se enfrenta la vida contra la muerte. No en vano, denuncian desde la Plataforma de Afectados por la Hepatitis C, que se produjeron cuatro mil muertes por esta enfermedad en 2.013 y siguen produciéndose doce muertes al día por la misma causa.

No me digan Vds. que no nos encontramos ante un desesperante y alarmante drama, ante el que el Gobierno de España, frunce el ceño, se encoje de hombros y parece dar a entender que no puede hacer nada ni nada está dispuesto a hacer, como prueban los hechos, que son tozudos y de casi, más bien de pleno, juzgado de guardia. No es de extrañar que los afectados tengan previsto viajar a Bruselas a denunciar su caso, a poner de manifiesto el abandono en que se hallan y a exigir, entre otras cosas, la expropiación de la patente farmacéutica que avala el medicamento salvador. Por otra parte, la misma Plataforma ha decidido posponer la presentación de una querella criminal contra la extitular de Sanidad, Ana Mato, a la que acusan de “omisión del deber de socorro” y de “haber dejado morir” a esos cuatro mil pacientes afectados, querella que, en la misma línea, tiene prevista presentar el Presidente  del PSOE Madrileño, Tomás Gómez, y que ha ratificado el Secretario General de dicha formación política, Pedro Sánchez, pero dirigida al Ejecutivo en pleno que, en definitiva, es el que no mueve ficha que abra una luz de esperanza al final de este tenebroso y borrascoso túnel.

 Y mientras la Parca sigue cobrándose vidas y citando al baile con la misma sucesivamente y sin pausa, a los afectados por este terrible problema, la única solución que se le ha ocurrido al lumbreras del nuevo Ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, ha sido la de crear un comité de expertos (o de sabios) para que propongan un plan integral para el tratamiento de la Hepatitis C, lo que es tanto como decirle al que está muriendo de hambre que tenga paciencia y espere a la recolección de la incipiente cosecha de trigo para hacerle el pan que le saciará la misma y le salvará de la muerte segura.

Y mientras esto sucede..., yo no sé quienes sean los asesores del Gobierno y, por extensión del Partido Popular, ni cuánto cobran, que no debe ser una minucia. Pero si a lo máximo que pueden llegar sus respectivas molleras es a plantear un “camera-café” como el que han grabado el Presidente del Gobierno, Don Mariano Rajoy Brey, la Secretaria General del PP, María-Dolores de Cospedal, el Jefe de la campaña  electoral del PP, un tal Carlos Floriano, y el quemado Esteban González Pons y el no menos quemado y fracasado Javier Arenas (¡menuda regeneración!), es, como poco, para mirárselo con lupa, para retirarse una larga temporada a un balneario de cura corporal y espiritual o, con más precisión y certeza, para presentar la dimisión inmediata de todos los cargos habidos y por haber y retirarse, haciendo mutis, por el foro.

Si con esa pantomima quieren hacernos tragar a los ciudadanos de la cercanía, la campechanía y la bondad de tales huestes, el efecto es boomerang, es decir, conseguir todo lo contrario de lo que se pretende, poniendo de manifiesto los defectos, aún más aumentados, de los concernidos, en cuanto a la egolatría, soberbia, estulticia y pedantería que les es innata. Más les valdría haber buscado unos dobles, profesionales, que se hubieran movido con más naturalidad y credibilidad que estos cinco jinetes del Apocalipsis. Si éstos son los que deciden sobre el futuro del patrimonio y la vida de los españoles, apaga y vámonos. Yo, desde luego, me bajo del tren donde sea y aunque sea en marcha. ¡Vaya cinco patas para un banco!

Desde luego, esta escenificación no hace sino ahondar aún más la distancia entre gobernantes y gobernados, entre políticos y ciudadanos. Y es que, por llamarle de alguna manera, a esta puesta en escena, no se me ocurre otra que calificarla de “farsa”, de una tomadura de pelo más a los ciudadanos, de querer a toda costa hacernos tragar ruedas de molino, mientras nos morimos de hepatitis C o de hambre, que ya puestos, tanto da.

Y que toda la trama se monte, fundamentalmente, sobre la base de que  han hecho las cosas de maravilla, pero que no han sabido contarlas, es para pegarse un tiro en la sien, en una ruleta rusa con todo el tambor de la pistola cargada de balas, para no fallar. Una cosa está clara, que no les van a proponer, a ninguno, para el Oscar, ni tampoco para un Goya.

Y es que, cuando se trata de contar mentiras y más aún escenificarlas, es muy difícil interpretar el papel, pues por todos lados hace aguas el guión y a ver quién es el guapo que aguanta el tirón, sin que por las costuras se le vaya escapando la realidad pura y dura. Desde luego, hay que tener un estómago a prueba de bombas, para ver y escuchar, sin sobresalto, el video de marras y contener las arcadas tendentes a vomitar la primera papilla que tomamos, ¡ni las vacas serían capaces y eso que éstas tienen cuatro estómagos!.

Ver la candidez y el buenismo que se quiere transmitir, como si los actores no hubieran roto un plato en su vida, fueran inmaculados y concebidos sin mancha de pecado original como la Santísima Virgen María y que están limpios del polvo y paja y que no han hecho otra cosa que trabajar, con sufrimiento y abnegación, por conseguir el bienestar de los ciudadanos, es o para mearse de la risa o  para partir la televisión en dos, si no es más bien, para tirarla por la ventana.

Parecen cinco incautos, cinco recién salidos del huevo, que no saben que los ciudadanos sabemos de sus andanzas y no poco, que nos llevan una legislatura entre la impostura y el “sableamiento”, y luego para que ni los afectados por la hepatitis C puedan acceder a los fármacos salvadores de la muerte; pareciendo incorporarse al grupo de “los cinco” nuestro Consejero de Sanidad José Ignacio Echániz, quien ni corto ni perezoso y sin encomendarse a Dios ni a su Madre, con un desparpajo indolente, no tuvo otra ocurrencia que ante la solicitud de crear un fondo para atender a los enfermos de hepatitis C, que argüir “que esto sería tanto como pegarse un tiro en el pie”.

Parece aquella escena, más bien una reunión de ineptos, de desalmados, de incapaces. Porque, si haciéndolo tan bien, como pregonan, no son capaces de explicarlo y que los ciudadanos lo sepan, más bien, lo sientan, o lo entiendan, es que es para ponerles de rodillas contra la pizarra y con las orejas de burro sobre las propias.

MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ

21 de enero de 2015

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