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A la tercera va la vencida (y II)

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 22 de julio de 2015, 00:13h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

La idea de lo que sea un país siempre ha ido rodeada, a lo largo de la historia, de lo que, comúnmente, se ha venido denominando “señas de identidad”, es decir, aquellos elementos sobre los que se fragua, genera y apoya el sentir de la ciudadanía, y que les hace identificarse con lo que les define como tal país y, a la vez, le diferencian del resto, siendo tales elementos el idioma, la moneda y la bandera y, como corolario de éste último, el himno nacional, con o sin letra. Realmente el país que se hace indigente en cuanto al mantenimiento de sus señas de identidad, relegando o renunciando a alguno o algunos de los indicados elementos, bien puede decirse que ha iniciado su declive con pérdida de su derecho a sobrevivir como tal país, y comenzado a caminar hacia su desaparición.

Por muy duro que pueda parecernos, nuestro país, al que aún hoy en día, a duras penas, podemos seguir llamando España, ha entrado en barrena respecto de sus señas de identidad. Así,  independientemente del acierto y oportunidad de haber pasado a formar parte de la UNIÓN EUROPEA (UE) y dentro de ésta en la ZONA EURO, con la finalidad de lograr unos quiméricos Estados Unidos de Europa, como contraposición y contrapeso a los United States of America (USA), hay que poner muy, pero que muy en duda, el paradisíaco y bonancible estado que supone la creación de dicha unión, a la que todos queremos abocar, pero sobre la que mantenemos no pocas reticencias respecto a su viabilidad y éxito final, pareciendo más una huida hacia adelante en un tren, con máquina de vapor, del que nadie se quiere bajar, pero al que nadie está dispuesto a electrificar y pilotar hacia la meta final, pues en verdad nadie quiere coger el toro por los cuernos y decir a las claras la inviabilidad de mezclar churras con merinas, para alcanzar una plena igualdad que, en realidad, no deja de ser sino una mera entelequia y una formal declaración de intenciones, que suena a música celestial y a fuegos de artificio,  pero que, en la práctica y a pie de calle, deja mucho que desear, pues  no en vano nadie parece estar dispuesto a renunciar a su posición de privilegio para hacer al desigual, al menos tan igual como aquel que ostenta el poder económico y, por tanto, el poder de decisión.

Y así, en este estira y afloja, en este quiero y no quiero, asistimos a espectáculos y acontecimientos tan grotescos como el acaecido respecto de la aprobación del Tratado por el que se estableció una Constitución para Europa, que debía suponer el motor para llegar a una auténtica unión y que quedó convertido en agua de borrajas, al no ser aprobado, en referéndums, por Francia y Holanda, que lo rechazaron de plano, lo cual supuso su herida de muerte, sin que se haya oído voz alguna entonando el “mea culpa” y explicando claramente qué maléficos contenidos se desgranaban por su farragoso y ciclópico articulado, y sin que para España suponga vanagloria alguna, más bien al contrario, la precipitación con que se llevó a cabo el referéndum que culminó con su aprobación en nuestro país, sólo justificado por las prisas, premuras e incompetencia del nuevo Gobierno salido de las urnas del 14-M de 2.004, quizás con la única intención de apuntarse un tanto y obtener el título formal de ser más europeísta que nadie, lo que, como siempre, se debió al temperamento tan quijotesco y poco reflexivo que nos es innato, porque, a fuer de ser sinceros, ¿sabíamos los españoles lo que en realidad votábamos? Sirva como respuesta a esta pregunta la dada por el entonces Presidente de Extremadura, Sr. Rodríguez Ibarra, quien no tuvo empacho en asegurar y declarar que él personalmente no conocía ni se había leído la tan manida Constitución Europea, pero que si su Presidente del Gobierno se lo pedía, él votaría, sin dudarlo ni pensárselo dos veces, sí. O sea, un ejemplo de la fe ciega, tan anhelada por el Sr. Rodríguez respecto de la oposición; o sea, el cheque en blanco e incondicional que a tantos desastres ha conducido a la humanidad a lo largo de la historia. Enterrada dicha Constitución, para salir del “impasse” y salvar los muebles, se firmó, precipitadamente, el 13 de Diciembre de 2007 el Tratado de Lisboa, un tratado de mínimos, con el que seguir soñando en el paraíso.

Pues bien, con la pretendida unión europea, España, al igual que otros estados miembros, ha renunciado a una de esas señas de identidad que hacen a un país glorioso y soberano y que le definen como tal, a saber, la moneda, ya que con la entrada en vigor del euro en enero de 2.002, desapareció para siempre la peseta, moneda de curso legal desde 1.869, a la que, por cierto, no han perdido su afecto muchos españoles que aún conservan sin cambiar a euros sobre 300.000 millones de pesetas. Y no vale decir que esta era una condición “sine qua non” para avanzar en la pretendida unión, porque entonces ¿por qué se permite a Reino Unido, Suecia y Dinamarca ser miembros de pleno derecho de la UE, sin renunciar a sus respectivas libras, aquél, y coronas, éstas?.

Basta, a todos los efectos, para iluminar el grotesco y pintoresco experimento, que da una idea de lo que estaba dentro del cerebelo de sus creadores, la ampulosidad del preámbulo de la fracasada “Constitución para Europa”, que por su rimbombancia y su biensonancia transcribo a continuación y al que, quizás, le debería acompañar la música de alguna sonata de Juan Sebastián Bach:

 “INSPIRÁNDOSE en la herencia cultural, religiosa y humanista de Europa, a partir de la cual se han desarrollado los valores universales de los derechos inviolables e inalienables de la persona humana, la democracia, la igualdad, la libertad y el Estado de Derecho,

CONVENCIDOS  de que Europa, ahora reunida tras dolorosas experiencias, se propone avanzar por la senda de la civilización, el progreso y la prosperidad por el bien de todos sus habitantes, sin olvidar a los más débiles y desfavorecidos; de que quiere seguir siendo un continente abierto a la cultura, al saber y al progreso social; de que desea ahondar en el carácter democrático y transparente de su vida pública y obrar en pro de la paz, la justicia y la solidaridad en el mundo,

CONVENCIDOS de que los pueblos de Europa, sin dejar de sentirse orgullosos de su identidad y de su historia nacional, están decididos a superar sus antiguas divisiones y, cada vez más estrechamente unidos, a forjar un destino común,

SEGUROS de que, “Unida en la diversidad”, Europa les brinda las mejores posibilidades de proseguir, respetando los derechos de todos y conscientes de su responsabilidad para con las generaciones futuras y la Tierra, la gran aventura que hace de ella un espacio privilegiado para la esperanza humana,

DECIDIDOS  a continuar la obra realizada en el marco de los Tratados constitutivos de las Comunidades Europeas y del Tratado de la Unión Europea, garantizando la continuidad del acervo comunitario,

AGRADECIDOS a los miembros de la Convención Europea por haber elaborado el proyecto de esta Constitución en nombre de los ciudadanos y de los Estado de Europa,”.

Como se ve, materia hay para un concienzudo análisis a fin de extraer el meollo, la médula, la esencia, de lo que nuestros gerifaltes europeos tratan de perseguir con la falacia de los Estados Unidos de Europa.

En definitiva, mucha letra, mala música, pero lo que resulta de la realidad es que los Estados miembros de la Unión Europea y de la Zona Euro, han vendido su alma al diablo y han transferido su soberanía a una entelequia, cual es la Comisión Europea y sus órganos adláteres, favoreciendo que a la tercera sea la vencida, y que Alemania logre hacerse con el poder sobre Europa,  sin tanques y sin cañones, solo a través de los mercados, de la economía, del Euro y de los recortes, los ajustes y la supresión de derechos. En este sentido no hay que echar el saco roto, las palabras que el miércoles pasado, 15 de julio, pronunció el ex Primer Ministro de Italia y Presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, en la radio pública Alemana: “El Gobierno Alemán ha sido inflexible. Los Griegos han cometido miles de errores. Pero se les ha robado el poder de decisión. Y esto dejará importantes huellas en el futuro. Por primera vez hay mucho miedo”. En la misma Alemania el Jefe de la fracción de La Izquierda, el primer partido de la oposición parlamentaria Alemana, Gregor Gysi, recordó que recientes artículos en medios internacionales, como uno en el Telegraph, recordaban que los Británicos habían ido dos veces a la guerra para evitar la hegemonía alemana, y la vicepresidenta parlamentaria del mismo partido, Sahra Wagenknecht, acusó a Berlín de estar haciendo la guerra a la periferia Europea con instrumentos económicos. Y diarios como New York Times o el Wall Street Journal, han hablado de la “furia destructiva de Alemania” o de la “maniobra más brutal en la historia de la UE” ante las condiciones impuestas por la UE a Grecia.

¡Pasen señores y vean el mayor espectáculo del mundo!.

 MIGUEL ÁNGEL VICENTE MARTÍNEZ

22 de julio de 2015

 

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