www.albaceteabierto.es

Políticamente incorrecto

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 31 de agosto de 2016, 06:03h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente
Han terminado los Juegos Olímpicos “Río de Janeiro-2016”, para disgusto de muchos aficionados al deporte, y para relax de otros muchos ciudadanos para los que aquéllos no dejan de ser sino un fasto que afecta y debe importar a los concernidos, a los familiares de éstos y, sí, como digo, de muchos aficionados al deporte, la mayoría de los cuales lo han practicado dejándose la espalda sobre el sofá, adoptando posturas médicamente incorrectas, que como poco les hayan producido un importante lumbago, y si a ello le añadimos una buena ración de aperitivos y bebidas (cervezas, vinos, etc.) rematando la faena con un buen copazo de coñac o un gin-tonic Premium, o varias/os, respectivamente, nos lleva a sumergirnos en una bomba que también hará llegar sus consecuencias, más temprano que tarde, y que habrán hecho agrandar la cintura de los interfectos algunos centímetros de difícil solución o eliminación.
Pero, en fin, hay que respetar que la ciudadanía, ante el panorama político que se nos ofrece a la vista y la contracción económica, que digan lo que digan sigue erre que erre, pueda echar una cana al aire y abstraerse del problema diario a que nos someten nuestros mandamases, que parecen estar de guardia permanente, para ponernos al borde de un ataque de nervios o, simplemente, para darnos la puntilla a quienes aún podemos respirar aunque sea con mascarilla de oxígeno.
En cualquier caso y dejando a cada cual el uso y, en su caso, el abuso de su propia libertad, no sé yo si lo que han conseguido nuestros atletas en los recién terminados Juegos Olímpicos, es para tirar cohetes y para andar en alharacas desmedidas, tales como, desde los propios medios de comunicación, se propalan y se difunden, amén de los recibimientos en los lugares de donde son oriundos nuestros esforzados competidores. Me parece muy bien la alegría y satisfacción por conseguir, en el deporte en que se compite, el mejor y mayor resultado posible. Al fin y al cabo, para ello es a lo que se va a competir. Pero sacar de madre los resultados obtenidos ya es harina de otro costal, sencillamente porque puede producir la perplejidad en más de uno, y puede contribuir a engordar ese cuerpo que, con toda la razón del mundo, Juan-Manuel de Pradas, llama la “demogresca”, que viene a ser como una masa amorfa de carne con ojos en que la ciudadanía queda convertida para regocijo de nuestros gobernantes, que a la postre lo que quieren es eso, un rebaño estabulado, que no plantee problemas o que, al menos, plantee los menos posibles y sea fácil reconducirles hacia la línea oficial del pensamiento único o casi único, permitiendo, eso sí, que quienes se adscriben a tal estado de cosas, crean vivir en el mejor de los mundos posibles y gozando de su libertad, que, generalmente, vendrá predeterminada por los dicterios de quienes ejercen de pastores del rebaño.
Y es que, si bueno es animar a nuestros esforzados deportistas a encauzar su acción por los caminos del éxito, a través de la preparación, el esfuerzo y el trabajo continuo y continuado, malo es el elogio excesivo y complaciente, reseñando nuestros triunfos o logros sin tener un punto de comparación, porque a los Juegos Olímpicos recién terminados han acudido casi la totalidad de los países del mundo conocido, y tanto en la comparativa propia, digamos interior, como en la externa o exterior, la actuación de los deportistas y representantes españoles, en realidad, deja bastante que desear.
Veamos, internamente, nuestra evolución, desde los Juegos de 1.992, los de Barcelona, que fueron los que despertaron a las autoridades políticas acerca de que había que hacer algo para no caer en el ridículo en unos Juegos jugados en casa, a lo que respondió el famoso plan ADO, y en los que se obtuvieron 22 medallas (13 de oro, 7 de plata y 2 de bronce); en los de Atlanta 1.996 se obtuvieron 17 medallas (5 de oro, 6 de plata y 6 de bronce); y en los de Sydney 2.000 las preseas obtenidas fueron 11 (3 de oro, 3 de plata y 5 de bronce); en los de Atenas 2.004 los metales sumaron 20 (3 de oro, 11 de plata y 6 de bronce); por su parte en Pekín 2.008 se obtuvieron 18 medallas (5 de oro, 10 de plata y 3 de bronce); en Londres 2.012 se lograron 17 medallas (3 de oro, 10 de plata y 4 de bronce); y, finalmente, y por el momento, en Río de Janeiro 2.016, se han conseguido 17 medallas (7 de oro, 4 de plata y 6 de bronce). Como se ven en estas últimas ediciones de los Juegos Olímpicos, España, desde su repunte del año 1.992, ha mantenido un cierto equilibrio en cuanto a los metales conseguidos, con un bajón en Sydney 2.000. Por tanto, no es que pueda hablarse de progresión de nuestros atletas de oca a oca, es decir, de unos Juegos a otros, por lo que por este lado no podemos estar muy orgullosos de los logros conseguidos. Más bien, nos hallamos ante una línea media y mediocre de logros y triunfos.
Desde el punto de vista externo, debemos entrar en el medallero general de los Juegos y ahí es donde nos damos de bruces con un baño de realidad. España se coloca en el puesto 14º del ránking general, pero es que la comparación con nuestros pares, es decir con los países con los que España se codea de tú a tú, la cifra es decepcionante, pues empezando de abajo hacia arriba nos hallamos con que Italia consiguió 28 medallas, Francia 42, Alemania 42 y Reino Unido 67, sin contar ni comparar con Japón 41 medallas, Rusia (tras la poda a que ha sido sometida) 56, China 70, y Estados Unidos 121. O sea, que en este aspecto, menos lobos.
Y, finalmente, también incide en la calibración del éxito el peso de las medallas, no los gramos, que supongo que todas han de pesar lo mismo, sino en la calidad del deporte o competición obtenidas, pues ya sabemos que la sabia y el origen de los Juegos, la base fundamental la integran el atletismo, sobremanera, y, en los modernos, la natación. No despreciamos los demás deportes, pues al fin y al cabo, son casi todos los que están, pero algunos de ellos, en su peso específico, dejan bastante que desear para compararlos con aquéllos dos mencionados.
Por tanto, recibir, como dicen los medios de comunicación, a nuestro héroes, es un tanto, como poco, de exageración, aunque también es cierto que no hay más cera que la que arde y debemos estar orgullosos de nuestros representantes, pero reconociendo nuestros límites y nuestras posibilidades, al menos, por el momento.
De Berlanga y de “Bienvenido Mr. Marshall”, fue la aparición de nuestra medallista Mireia Belmonte el pasado domingo en el Santiago Bernabeu, para realizar el saque de honor del partido Real Madrid-Celta, con las dos medallas conseguidas en Río colgadas al cuello.
Lo dicho al principio, políticamente incorrecto, o también podría decirse ¿impolíticamente correcto?.
 
MIGUEL-ÁNGEL VICENTE MARTÍNEZ

 

31 de agosto de 2016
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios