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Cuentos de Navidad

Por Miguel Ángel Vicente
martes 06 de enero de 2015, 23:19h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

Siempre que nos adentramos en los días de la fiesta  navideña parece como que nuestros corazones se hacen más acogedores, más comprensivos y más proclives hacia el amor por el prójimo y nuestras almas ansían dar de sí lo mejor que cada uno llevamos dentro, y siempre suceden historias que se compendian en verdaderos Cuentos de Navidad que sirvan de enseñanza e ilustración de cara al futuro y descanso de nuestras aceleradas vidas en el día a día.

Uno de los mayores y más hermoso compendio de estas historias fueron las glosadas por el británico Charles Dickens, en lo que se conocen como sus “Cuentos de Navidad”. Y aunque la vida sigue igual y las historias se repiten a lo largo de los años, a veces, como dos gotas de agua, siempre parece que en navidad, haya nieve o no, abrimos un hueco en nuestros corazones, una ventana abierta hacia la solidaridad, hacia el amor, en definitiva, en estos emblemáticos días, en los que nos proponemos, al menos en intención, recomponer nuestras vidas, acercándonos hacia el bien y desechando el mal. Quizás, por ese mimetismo o esperanza que nos insufla el llamado Día de Reyes, en el que nuestro regalo, por muchas cosas fantasiosas que hayamos escrito y pedido en nuestras cartas, se limiten a un buen saco de carbón, aunque como no hay mal que por bien no venga, podríamos acopiarlo para calentar nuestro hogar cuando el petróleo vuelva por sus fueros y la factura del gas nos obligue a no encender la calefacción.                                           

Pues bien, en esta sintonía y siguiendo la tradición, no sé si ancestral, pero con algunos años a las espaldas, el Rey Felipe VI, como hiciera su padre el ex Rey Juan Carlos I, nos obsequió en el preludio o precalentamiento de la Nochebuena, con el clásico discurso o mensaje navideño del Jefe del Estado, dirigido, desde la 1 de TVE, a todos los españoles, en tan entrañable noche, y que llegó a alcanzar un récord de audiencia (share se dice en círculos técnicos y de alto standing), llegando a sobrepasar los ocho millones de interesados en la palabra del Rey, incluidos los españoles catalanes y vascos, cuyas televisiones autonómicas, rompiendo también una tradición ancestral, tuvieron a bien retransmitir la comparecencia de Felipe VI y su bautizo en este tipo de eventos.

Desde luego, si, como dicen, el escenario fue un entramado montado adrede o de consuno, para la ocasión, pero inexistente en la realidad de La Zarzuela, con el objetivo de dar una imagen de sencillez, calidez y cercanía, ¡vamos!, aparentar la sala de estar de cualquier hogar de un español cualquiera, con un sofá en primera línea, dando a entender el lugar donde su Majestad, en cualquier momento podría recostarse, estirar las piernas y echar una cabezadita, típica siesta española, haciendo la digestión tras la ingesta de una opípara comida, bien podríamos decir que la primera nos la dio en la frente y revela la impostura de un acto sumido en la trama argumental de una obra de teatro, de una puesta en escena carente de realidad y, por tanto, de calor, de sinceridad y de contenido hogareño y riguroso, para confortar a las masas entre las que cunde el desánimo y la desconfianza, tal como me imagino ocurriera entre las huestes de la Armada Invencible cuando se dieran cuenta de que no habían sido enviadas a luchar contra los elementos, tal como, con amargura y desconsuelo, confesara nuestro amado Rey de España, por entonces, Felipe II.

El resultado fue un acto formal, con la interpretación de una partitura precocinada, frío, insulso, falto de frescura y carente de espontaneidad y que cualquier mortal, que supiera leer o, incluso sin saber, lo hubiera hecho igual de bien. En definitiva, la expectación, si es que de verdad la hubo, ante lo que nuestro Monarca pudiera enviarnos a través de la pantalla televisiva, no tuvo más recompensa que un más de lo mismo: que seamos buenos, que permanezcamos unidos, que se sea implacable contra la corrupción, y que tengamos fe y optimismo en un futuro que, por lo demás, sigue pintando negro azabache para muchos españolitos de a pie, y a los que ya, a estas alturas, no pueden reconfortar palabras altisonantes y biensonantes de cara al tendido. Por eso, estremece y nos deja estupefactos que, al día siguiente, los más sesudos analistas se estrujasen el cerebro o la mollera para dar sentido o explicación a cada palabra, silencio, movimiento de cejas o gesto del Monarca, convertidos en arúspices del más allá, aunque quizás, esto venga a formar parte también del atrezzo que rodea y ha de rodear a esta efemérides. Ya lo dejó escrito nuestro gran Calderón de la Barca en su magna obra “El gran teatro del mundo”.

Otro discurso, digo cuento, no menos paradigmático y enfático, nos lo ofreció nuestro eximio Presidente del Gobierno, Don Mariano Rajoy Brey, quien sin cortarse un pelo, sin trastrabillarse ni enrocarse, ha dado por finiquitada la crisis, diciéndonos expresamente que “es historia, ya se nota en los salarios”. Y yo me pregunto: ¿me lo dices, o me lo cuentas? ¿estudias, o trabajas? Y es que, hay que tenerlos cuadraos y con punta para deslizarse por esta pista de nieve helada, con los skies al revés y pretender ganar el Gran Slam, sin darse un costalazo de esos que te dejan baldao para los restos. O lo que es lo mismo, que hay que tener un desparpajo como no digan dueñas. Y como estamos en año electoral y los zapatos aprietan, otros dos peperos más se han lanzado a recibir el año nuevo dándose un baño en las aguas frías del puerto de Barcelona, y nos han dejado dos guindas que le quitaron al pavo cocinado para el día de Nochebuena: Ministro de Economía, Don Luis de Guindos, “se ha perdido el miedo a perder el trabajo”, y Portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, Rafael Hernando, “ahora es más fácil encontrar empleo que hace unos años”. Sin comentarios y que Dios y la Santísima  Virgen y Santa Lucía les conserve la vista. Claro, que por mi parte, que soy un malpensado y que le busco los tres pies al gato, no pueden prosperar tales asertos o aseveraciones, aunque el Gobierno, con el Ministro de Hacienda, Don Cristóbal Montoro, al frente, por fin de los por fines, ha decidido ponerle un parche al incumplimiento de su programa electoral y, para este año, ¡qué casualidad que tengamos a la vista tres elecciones (municipales autonómicas y generales)! ha decidido que ya era hora de dejar de ahogar al ciudadano de a pie y, sobre todo y sobremanera, a la sufrida clase media, que, los unos por los otros, entre todos la mataron y ella sola se murió, pues se la han cargado de una manera infame, imperdonable y casi criminal, y nos ofrece unas migajas rebajándonos algo la escala de gravamen del IRPF, de manera que con esta sesuda medida del Gobierno de España, los sueldos subirán una media de 32 euros al mes. Ya ven, ni para comprar pipas o castañas pilongas o asadas según el gusto del consumidor. Además, el salario mínimo interprofesional subirá un 0’5%, es decir, tres euros, ni para echar a la primitiva a ver si hay suerte y podemos salir de la miseria, eso sí, previo descuento del confiscatorio 20% que se sacó Montoro de la manga para amargar la alegría de los agraciados por cualquier tipo de premio. Ante esto, sí que lleva razón, Rajoy, los salarios suben, eso no hay quien lo niegue.

Mas, si hemos de ser sinceros, estas declaraciones lanzadas al viento de Poniente, más que calmar a los mercados y a los ciudadanos, producen el efecto contrario, que no es otro que alarmar, porque los hechos y la realidad son tozudos y los datos reales contradicen tales aseveraciones. La deuda pública alcanza el 96% del PIB (y eso que para calcular éste estadísticamente hemos introducido lo que presumiblemente mueven ciertas actividades ilegales, tales como la prostitución, el tráfico de drogas y de armas, entre otras). La deuda autonómica es un pozo sin fondo, cuyo agujero es ya de 232.009 millones de euros, y al alza. Un informe de Cáritas sobre exclusión social, concluye que sólo tres, ¡sí, sólo tres! de cada diez españoles viven sin carencias y las personas en situación vulnerable crecen hasta los 11’7 millones, un 25%, y cinco millones de ellos en exclusión severa. Y mientras esto sucede, los ultra ricos, en relación con el año 2.013, crecen un 34%, agrandándose cada día más la brecha entre ricos y pobres. Y todo ello sin olvidar a quienes este largo y proceloso lapso de tiempo que viene durando la crisis (va para siete años) se han dejado la vida, la hacienda y las ilusiones en el camino. Y según una macro encuesta de NC Report para “La Razón”, concluye que el 64’7% de los encuestados desconfía de la recuperación económica en 2.015. Por eso mueve a risa, por no decir otra cosa, que nuestro Presidente del Gobierno, Don Mariano Rajoy Brey, vaticine el “despegue definitivo” de la economía en 2.015, omitiendo, ladinamente, que el despegue quizás lo prevea desde el aeropuerto de Ciudad Real o del de Castellón, que tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando.

Por lo demás, reseñar lo ridículo que tiene el ver que cada Presidente Autonómico, miméticamente, haciendo de su capa un sayo, tenga la osadía de dirigirse a sus lugareños, entonando el himno de la alegría y de la fortuna y la suerte que tenemos de que cada cual gobierne a los suyos, cuya Autonomía, por arte de birlibirloque, es la puntera entre las Autonomías todas que sufrimos y padecemos, haciendo uso de su juguete preferido, cual es la correspondiente cadena autonómica, al servicio del jerarca de turno. ¡Vaya tropa!.

MIGUEL ANGEL VICENTE MARTINEZ

   7 DE ENERO 2.015

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