Según el Diccionario de Uso del Español, de María Moliner, salirle a alguien el tiro por la culata es tanto como “recibir un daño cuando pensaba causarlo u obtener un beneficio”, también, como sinónimo de “chasco, engaño, equivocarse”.
Viene esto a colación con el anuncio que, en enero pasado, realizó la Secretaría de Estado de la Santa Sede, de que el Santo Padre, Francisco I, no tiene prevista la visita a España durante el año 2.015, con motivo de la celebración del centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, entre otras razones porque la agenda del Sumo Pontífice está a tope, previendo numerosos viajes durante el año 2.015, en concreto dos al continente americano (Ecuador, Bolivia, Paraguay y Estados Unidos) y otro a África, amén de las muchas tareas que absorben el tiempo del Sucesor de Pedro.
Ni qué decir tiene, que esta noticia ha caído como un jarro de agua fría, sobre la piel de toro, sobre todo en la Comunidad Autónoma de Castilla y León, causando una gran desilusión esa ausencia en Ávila con motivo del V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús, al haberse considerado esa visita como muy importante por el espaldarazo que supondría la presencia Papal, según reconoció su alcalde, Miguel-Ángel García Nieto.
Quizás, o sin quizás, esta posición adoptada por el Vaticano, en orden a la ausencia del Vicario de Cristo en Ávila para la efemérides señalada, se fundamente en que este año 2.015, en el que se desarrollan varias citas electorales, fundamentalmente las de Mayo (Autonómicas y Municipales) y Generales (noviembre-diciembre) y, por ello, no haya querido el Papa involucrase en este clima electoral, y sobre todo no dejarse utilizar por ningún partido político para arrimar el ascua a su sardina, caso, más que probable, del Partido Popular.
Y quizás, o sin quizás, también, haya incidido en esta toma de postura y decisión, el poco respeto a la vida del concebido y no nacido, a quien el Partido Popular ha abandonado y dejado a su suerte, al negarse a derogar la Ley de Plazos que estableciera la llamada Ley-Aído, que permite, por la sola y libre voluntad de la madre, aniquilar el feto que la misma porta en su vientre durante las primeras 14 semanas de gestación, convirtiéndose en Juez y parte en ese Sumarísimo Juicio, en el que se dilucida la vida y la muerte del nonato, quien carece siquiera de defensor alguno en el mismo.
Todos recordamos la promesa electoral del Programa del Partido Popular con que concurrió a las elecciones de Noviembre de 2.011, en el que se comprometía, caso de ganarlas, como así ha ocurrido, prácticamente, a regresar a la normativa de 1.985 sobre este asunto, y que se llevó por delante al Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, cuyo proyecto, siguiendo la línea tradicional del humanismo cristiano e ideológico que ha impregnado desde siempre el ideario pepero, al dejar la reforma en aguas de borrajas a instancias del Presidente del Gobierno, Sr. Rajoy Brey, según éste, por no existir consenso social ni político al efecto, saliéndose de la tangente con excusa tan inane como inconsistente, a la manera como el que sale por la noche a comprar tabaco y no vuelve a su casa.
Y es que, es, precisamente, esa falta de consenso la tónica general que ha presidido todo el íter de la gobernanza del país, en esta España nuestra, a duras penas, aún llamada España, incluso habiendo usado y abusado del Decreto-Ley, con objeto de impedir la deliberación parlamentaria y teniendo enfrente y en contra a la totalidad del arco parlamentario. O sea, excusa de mal pagador, aunque, a decir verdad, en realidad, el programa electoral del PP se ha caracterizado por su reiterado incumplimiento en tantas y tantas materias y promesas que, una más, acaso la más importante por su contenido ético y moral, hayan creído que no importa y les será perdonada. Así ha hecho oídos sordos, sobremanera, a las dos últimas grandes manifestaciones de los “Pro-Vida”, una el 22 de Noviembre de 2.014 y otra el 14 de Marzo de 2.015 y contradiciendo sus postulados, pues no en vano, en marzo de 2.010 el Partido Popular, nada más y nada menos que, con la rúbrica de setenta de sus parlamentarios, presentó un recurso ante el Tribunal Constitucional contra la citada Ley Aído, y encabezado por el propio Presidente del Gobierno, Sr. Rajoy Brey, seguido por la Vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, por los Ministros Jorge Fernández Díaz, Alfonso Alonso o Fátima Báñez, entre otros, en un ejemplo de tirar la piedra y ahora esconder la mano. Creen los muy ladinos e ilusos que le van a tomar otra vez el pelo a la inmensa marea blanca que exige acabar con el aborto libre y la configuración del mismo como un derecho absoluto, exclusivo y excluyente, de la mujer, mediante el parche que anunció, en su día, el nuevo Ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, otrora portavoz del PP en el Congreso, de exigir el consentimiento paterno para que las menores de 16 y 17 años puedan abortar. Pero el pueblo ya no se deja engañar y las consecuencias de constituirse en cómplices de un genocidio uterino, ya se han sentido en las recientes elecciones andaluzas.
Y, encima, bravuconadas como las de la Sra. Celia Villalobos, de que en el PP no cabe nadie que sea contrario al aborto, o la del Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, Don Cristóbal Montoro, que se declara, públicamente, católico y, además, practicante, convertidos en mercaderes dentro del Templo de Dios, a los que Jesucristo, según el Evangelio según San Mateo (capítulo 21, versículos 12 y 13), les tiene preparada la expulsión: “Entró Jesús en el Templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas. Y les dijo: “Está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oraciones. ¡Pero vosotros estáis haciendo de ella una cueva de bandidos!”. ¡Qué gran premonición la hecha por el Evangelista!.
En fin, como se ve, al Partido Popular le ha salido el tiro por la culata, y el Papa Francisco I ha dado muestras, una vez más, de su gran olfato para no dejarse manipular y, menos, utilizar como un pelele, para embelecos electoralistas. Y es que alguien, en el Gobierno, se creía que Jorge Mario Bergoglio, no sabe lo que son los juguetes.
MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ
1 de abril de 2.015