Apenas hace unas horas que, con la Puerta de Hierros, se deberían haber abierto los brazos de esta provincia cuyos corazones laten a una en torno a la Feria de Albacete entre cualquier 7 y 17 de septiembre. Pero ese determinante indefinido (‘cualquier’) no combina este año con una realidad que, con dureza y sin esperarla, nos ha robado demasiadas cosas que, más allá de la Feria y las Fiestas, hablan de seres queridos y de un tiempo irrecuperables.
Aunque cueste, hemos de ser conscientes de que éstos no son ‘cualquier’ año, ni ‘cualquier’ septiembre. Son un año y un septiembre en el que, naturalmente, todas y cada una de las personas de esta tierra nos sorprendemos por momentos lidiando con suspiros que hablan de recuerdos, de instantes especiales en los que, seguramente, antes no habíamos ni reparado. Muchos de ellos, inevitablemente ligados a esa Feria única que nos ha contado los años; que nos ha reencontrado con tanta gente; que, al mismo tiempo que nos ha extenuado, nos ha dado la vida; que nos ha abrazado en orgullo y nos ha llenado de sonrisas.
Seguramente hoy haya muchas personas que aún se resistan a aceptar este paréntesis momentáneo cuya duración depende únicamente de nuestro compromiso; este ‘hasta pronto’ a la mejor Feria del mundo: la de Albacete. Pero es ella misma, desde ese paréntesis, la que nos recuerda que estos días en su ausencia son precisamente para que cuidemos unos de otros mientras la sostenemos en el recuerdo. Que volver a vivirla plenamente, como merece y merecemos, depende de que no hagamos inútil, engañándonos con una ‘no-Feria’, cada uno de los durísimos días recientemente vividos, entre el dolor de muchas personas; la soledad de otras tantas; y el propósito de salir de ésta, de todas.
Este año, ‘la Feria va por dentro’, más que nunca. Se lo debemos a ella y a quienes ya no están. Nos lo debemos. Todas y cada una de las personas de esta tierra somos Feria. Y Albacete luce poco a poco señales que hablan de ella. Nuestras ventanas y balcones se visten de cenefas. Los refajos, fajines, pañoletas y chalecos, relucen. Alzar la bota con vino de la tierra, recobra su sentido. Y un buen Miguelito de La Roda ayuda a digerir los nudos de la garganta. Que están, pero se desatarán.
Nos habría encantado que nuestros queridos ‘Quijote y Sancho’ estuvieran un año más oteando jocosos el eje del Recinto, siendo acompañantes de lujo en las miles de fotos que inmortalizan las Ferias de tantas personas. Lamentablemente, no puede ser. Pero, desde su tradicional ‘casa’ a las puertas del Palacio Provincial, ellos también nos recuerdan, orgullosamente ataviados de un sentimiento que, este año, ‘la Feria va por dentro’, reconectándonos con una realidad a la que no podemos cerrar los ojos. Porque somos una tierra enormemente responsable y comprometida y porque, cuando llegue, el reencuentro nos hará conscientes de que todo ha valido las penas”.
Santi Cabañero, presidente de la Diputación Provincial de Albacete.