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Es la educación, estúpido (II)

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 16 de octubre de 2019, 04:17h

Dicho lo dicho en la anterior entrega de este artículo, la Educación, como asignatura pendiente en el organigrama educativo de este país, aún hoy, a duras penas, llamado España, constituye la madre del cordero y ha constituido, desde el primer instante del advenimiento de la pseudodemocracia en España, piedra de toque de los Partidos Políticos, especialmente de aquellos que han logrado la meta de alcanzar el poder, a saber, Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Partido Popular (PP), desde cuyos Gobiernos se ha maltratado esta cuestión, clave para la sociedad, sobremanera para las generaciones venideras, que son, a la postre, las que han de recibir una formación integral, exhaustiva y verdadera, sin subterfugios y sin enmiendas ancladas en la ideología del Partido en el Gobierno de turno, maltratando los textos y manuales educativos y suplantando la verdad (sobre todo en materia histórica), arrancando las páginas que les incomodan y sustituyéndolas por otras escritas “ad hoc” y a satisfacción del jerifalte de turno, todo lo cual, desde aquella maldita Logse, que vio la luz bajo el régimen de Don Felipe González, dirigida a ideologizar a la infancia y a la juventud, con espurios dogmas y sentencias apocalípticas sobre aquellos asuntos o temas que, siendo verdaderos, incontestables por el acaecimiento y la prueba de los hechos, pensaron que era mejor obviarlos o sustituirlos por otros en los que apareciesen triunfantes los dogmas programáticos del Partido en el Poder. Pues bien, de aquellos polvos, estos lodos, y la citada Ley de Educación contribuyó, como una marabunta, a crear una masa informe de ignorantes, incapaces, no sólo de hablar correctamente, sino de ni siquiera poder escribir con orden y corrección, literaria y ortográfica, dando lugar al resultado en lo que a la postre desembocó, (como un rio caudaloso lo hace en el mar abierto), en las Universidades, receptoras de una turbamulta de incapaces de pensar y razonar. Porque, y esta es la realidad, las consecuencias de este analfabetismo, creciente y repulsivo, llegó a trasladarse a la institución que se piensa constituye la cúspide y el hogar del saber, del pensar y del razonar, contaminando de excrecencias tan alta institución, que, en definitiva, no ha podido escamotearse de la lava putrefacta que invadió e invade las aulas universitarias.

Por ello, por ese afán de adoctrinamiento que desde la instauración de la pseudodemocracia en este `país, repito, aún hoy, a duras penas, llamado España, perseguido y conseguido lamentablemente por los distintos Gobiernos, cada cual publicó su correspondiente Ley de Educación, constituyendo un oxímoron que hoy, a nivel nacional, alguien se rasgue las vestiduras, acusando de adoctrinamiento a las Leyes y Textos Educativos que se suceden en la fallida República Catalana, a cuenta, entre otras razones fundamentales, por la tergiversación de la historia, por el catalanismo como idioma dominante y, prácticamente, exclusivo, que reclaman los independentistas, cuando a nivel de la España monolingüe, ese adoctrinamiento se ha venido dando sin solución de continuidad. ¿Y cuál es el resultado de este rifirrafe por llevarse el gato al agua? Pues los extraordinarios malos resultados que en las encuestas educativas a nivel europeo y mundial, nos colocan en el último lugar, tales como se constata en el informe Pisa, considerando un éxito que en el ránking de Shanghái de las Universidades aparezca la primera española, la Autónoma de Barcelona, en el puesto doscientos, lo que sería para dar un vuelco total a todo lo que conlleva la educación en esta España de charanga y pandereta, como la calificara el insigne poeta y dramaturgo, Antonio Machado.

Porque, aunque los diferentes Partidos Políticos, han venido considerando la educación, a nivel de primaria y bachillerato, como una amalgama de desconocimientos e iletrismo para los alumnos, con tal de llevarse ese gato a su agua, creando una masa informe de carne con ojos, como decíamos anteriormente, con la única aspiración de crear una cohorte o legión de fieles escuderos, a las órdenes de “sí señor” y lograr así, de esta inefable manera, perpetuarse en el poder por los siglos de los siglos, poco o nada se ha venido en luchar contra los defectos endémicos instalados, como una enfermedad incurable y crónica, en las Universidades Españolas, a las cuales se les ha dado carta de naturaleza para hacer de su capa un sayo, comenzando por la endogamia, que al igual que en la naturaleza cuando se aparean parientes consanguíneos entre sí, ha dado lugar a la aparición de un producto, en muchos casos, no digno en todos, defectuoso (y no me atrevo a decir monstruoso, pero lo he dicho) en origen, y que se ha venido perpetuando a lo largo de los años y cursos, influyendo muy negativamente en el aprendizaje y formación del alumnado, el cual, como ya hemos visto llega a estas sacrosantas aulas (que así debieran ser por su exigible brillantez y excelencia), renqueantes y con la imperiosa y premiosa necesidad de pasar por la turmix a fin de desinfectar a los mismos todo el óxido y el barro que arrastran de sus estudios primarios y de bachillerato.

Y esa endogamia, petrificada ya como un fósil, en las Universidades Españolas, persisten en la actualidad y si cabe cada vez con más empaque y significación, de tal manera que para alcanzar la meta y entrar en el sorteo de los puestos de trabajo, deban los aspirantes renunciar a su libertad y deban cronificarse en las aureolas de sus mandamases, creando lo que vienen en denominar “escuela”, constituida por una serie de genuflexos dedicados, hasta la extenuación, a adorar al superior, riéndole las gracias, con sumisión rayana en la esclavitud, pues el que no siga estos pasos y parámetros quedará apartado de su porción o ración en el banquete final o en la Última Cena, hablando en términos religiosas, siendo sustituidos, en general, los más brillantes, en su caso, por los mediocres, redundando todo ello, repito, negativamente en el alumnado. De tal manera que con esa autonomía de que se les ha dotado y se jactan y que les ha sido concedida a las Universidades, no es de extrañar que, con carácter general, salvo excepciones, hagan de su capa un sayo, se hayan convertido en un patio de monipodio, en el que los dicterios del superior de turno hayan de ser admitidos, sin discrepancia, por una unanimidad que da miedo.

Y la corrupción, tal como ha salido a la palestra en la concesión de doctorados, másteres y otras hierbas, altas y bajas, ha empozoñado lo que nunca debió dejar de ser el centro del saber, de la ciencia, de la investigación, del aprendizaje, del pensar y del razonamiento y, en definitiva, de la libertad en su más amplio y máximo sentido.

MIGUEL-ÁNGEL VICENTE MARTINEZ

16 de Octubre de 2.019

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