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De cabeza hacia el desastre

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 05 de agosto de 2020, 04:04h

Viendo el panorama que se extiende sobre la piel de toro y la inacción, la parálisis, la improvisación, la imprevisión y un largo etcétera de análogos términos, por parte del autollamado, a bombo y platillo, Gobierno Progresista de España, no sólo ya ante, durante y post (teórica) pandemia del coronavirus, todos los indicadores indican, inexorablemente y sin remedio, que vamos directos y de cabeza al hoyo y serán pocos los que se salven del desastre que se avecina. Si la irresponsabilidad de quienes tendrán que responder más temprano que tarde ante la justicia, si es que ésta no se achanta, dada la continua injerencia del Poder Ejecutivo en el Poder Judicial, y para eso ahí está la Fiscala Generala del Estado (o de la Estada, si queremos llevar hasta sus últimas consecuencias el aberrunto de nuestra Vicepresidenta Primera del Gobierno, Carmen (a) Calva Poyata, en feminizar el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española) y sus cohortes para doblegar a quienes quieran, de verdad y conforme a la ley, pedir cuentas de las tropelías que a lo largo de todo lo este periplo han ido siendo cometidas por nuestro actual Ejecutivo, sin olvidar a sus adláteres, acólitos, corifeos, paniaguados y mamandurrieros, de la guisa de Fernando Simón o Iván Redondo, por citar a los que estando fuera del Consejo de Ministros, la han ido cagando, pasito a pasito, y que dadas sus raíces de tentetiesos recobran siempre la posición vertical por mucho que les sacudas, por lo que no se dan por enterados de sus meteduras de pata, que no son de jabugo, sino de un mortal humano más, por lo que es casi, no, casi no, totalmente imposible pensar en que dimitirán o abandonarán el cargo, por muchas razones, entre otras, por falta de vergüenza torera, y la remuneración de los mismos, por lo que qué les importa el daño, incluso mortal, que inflijan a la ciudadanía, y no tenemos que irnos muy lejos para probar tales asertos, por ahí está, en la mente de todos, los más de cincuenta mil paisanos que han dejado este mundo por culpa de quienes por su cargo y situación privilegiada, debieran haber hecho lo imposible para evitarlo, y sin dejar de lado a los casi 300.000 contagiados y 150.000 curados, muchos de los cuales arrastrarán de por vida unas secuelas que les convertirán en peleles vivientes. Pero, al parecer, todo esto, a este tipo de gente, por un oído les entra y por el otro les sale, o, incluso, ni siquiera les entra por oído alguno, siempre que ellos se sientan a salvo y manden a la primera línea de fuego a los sanitarios, en su más amplio sentido, con más de 50.000 contagiados, por la falta de medios (mascarillas, batas, respiradores, etc.), convirtiéndoles, en realidad, como kamikazes (del japonés, que significa “viento divino”, y que eran los pilotos suicidas japoneses de la Segunda Guerra Mundial que lanzaban sus aparatos contra el barco enemigo que querían destruir) y de los que más de 50 se dejaron la vida volteados por la cornamenta de un voraz virus que les ganaba la partida. Y todo ello, como en un estofado cualquiera, alimentado de meteduras de pata (otra vez) y de fraudes en la adquisición de material preventivo, mucho del cual, costando una millonada de euros, resultaba inservible para su función, pagando sobrecostes o encargando, sin ningún tipo de publicidad su adquisición a empresas inexistentes en muchos casos.

Pues bien, dicen que tras la tempestad, viene la calma, pero da la casualidad de que la tempestad, en este caso, no se ha terminado, incluso, ni siquiera ha amainado, pues ya estamos viendo los rebrotes que se están produciendo a lo largo y ancho de nuestro país, sobremanera en Cataluña, Aragón, Navarra, Andalucía, por citar los más sobresalientes (¡vaya honor!) en esta nueva situación, que ya empieza a enseñar los dientes y parece indicar que vamos hacia otro confinamiento global. Y es que, en este país, aún hoy, a duras penas, llamado España, debiera estar vigente aún aquél refrán, que durante el franquismo se propalaba, de que “la letra con sangre entra”, porque a la vista de los sucesos, día tras día, con personas cerriles (aplicado a personas, “torpe” u “obstinado, difícil de convencer con razones”), que desoyen los más mínimos consejos para defenderse ellos mismos del contagio y defender a quienes están a su alrededor, como el no uso de la mascarilla, o las reuniones multitudinarias (para celebrar un ascenso de categoría de un equipo de fútbol) aquí en este punto, ejemplar fue la reacción de los madridistas, imbuidos por sus dirigentes, de no salir a Cibeles a celebrar el alirón de la trigésimo cuarta liga conquistada por el Real Madrid), o de la celebración de botellones, unido al defecto de mascarillas, a no guardar la distancia social (poco me gusta esta designación, que bien pudiera ser sustituida por “distancia sanitaria” o “distancia anticontagio”, o “distancia salvadora”), el pasarse el vaso o botella de boca a boca, y tiro, como en la oca, porque me toca, poniendo de relieve y contradiciendo ese mantra de que tenemos las juventud mejor preparada de nuestra historia, cuando la mayoría goza de una irresponsabilidad de energúmenos y de una carencia o falta de conocimientos atroz, y no digamos ya a la hora de la escritura (en la que las faltas de ortografía, de comprensión y de dicción, harían levantar los cadáveres de algunas figuras de nuestras letras, tales como la de Don Ramón Menéndez Pidal u Ortega y Gasset).

Y es que, a mi juicio, se ha partido de un error garrafal, al haberse interpretado la conclusión del Estado de Alarma y su consiguiente confinamiento, como la finalización de la pandemia y la vuelta a nuestra vida anterior, lo cual no es ni ha sido así, por mucho que desde el Gobierno Progresista de España se propale el inicio de la “nueva normalidad”, que no sé yo, si consistirá en que los pollos pongan huevos y las gallinas se los zampen, y la realidad, es que nada ha cambiado, porque el virus sigue ahí y su mortandad sigue vigente, y si algo ha cambiado ha sido para mal, pues a la vista está que, para conseguir la victoria sobre el virus, señor Presidente del Gobierno, Pseudo-Doctor-Sánchez, no basta con cantar la victoria antes de tiempo, induciendo a cometer desagradables imprudencias (como la de sus compañeros de partido saltándose a la torera las normas anticontagio en el Parlamento, total para aclamarle al estilo del Presidente de Corea del Norte, Kin Jong Un), pues la nueva normalidad implica pérdida de libertad y de movimiento. Por cierto, durante el confinamiento muchas familias se quejaban de sentirse, poco menos, que en prisión, sin darse cuenta de que esos dos meses de encierro eran propicios para practicar la conciliación, pues, en realidad, se la ponían a huevo, tal como se las ponían a Fernando VII, pero, claro, aquí no nos tomábamos los días sabáticos que la legislación laboral concede graciosamente para tal menester, como casi en todo, a costa del empresario, y así, de esta manera, no luce tanto.

Y la segunda parte, que va a durar, quizás, más que la epidemiológica, va a ser la económica, o sean, los efectos negativos que desde que se desató la pandemia, va a tener para la economía en general del país, aunque se hagan ver sobre todo, los efectos negativos sobre la hostelería, y como conjunto de servicios destinados a proporcionar alojamiento y comida que prestan a sus clientes los hoteles, bares, restaurantes, etc., que creían iban a poder ponerse a flote en la presente temporada veraniega, sin tener en cuenta que hace sólo cuatro días se terminó el estado de Alarma y que el flujo de visitantes extranjeros ni de lejos podría acercarse a los récords, que, año tras año, se superaban, amén de contar con este Gobierno Progresista, que más que progresar, hace retroceder, lanzando improperios contra este sector. Recordemos el ninguneo al que le sometió el Ministro Comunista, Garzón, para el que la turismo era poco menos que una flor de verano, o las últimas de quien ya debería retirarse de la vida pública, por vergüenza ajena, el Doctor o no, Fernando Simón, encantado con que no vengan británicos, belgas o alemanes, porque así no traerán consigo el contagio, cuando la realidad es que es a la inversa, y, además de aconsejar a sus ciudadanos a que no viajen a España, vetan la entrada de españoles en sus países. Y ahí tenemos a la Ministra de Asuntos Exteriores, González Laya, que más que arreglar el asunto, lo ha empeorado, pues en connivencia con su Presidente, ha hecho aflorar la ira del Premier Británico, Boris Jhonson, que expresamente, se opone al corredor propuesto hacia Baleares y Canarias. Y es que, hay que reconocerlo, no pintamos “ná”, aunque nos creamos los mejores y los más simpáticos del mundo mundial.

Y ya ha empezado a enseñar su cara más amarga la crisis económica, con ese millón largo de nuevos parados, los dos millones y medio que aún siguen en ERTES y el cierre de empresas y locales comerciales. La que se avecina no es para tomárselo a risa como se lo toma este Gobierno Progresista de España, que bien pareciera que no tuviera nada que ver con España y los Españoles.

MIGUEL-ÁNGEL VICENTE MARTINEZ

5 de Agosto de 2.020

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