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Deberes y alcohol (y VII)

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 21 de diciembre de 2016, 06:10h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

Finalmente, volver al tema de la dejación del deber y función y obligación, que competen tanto a padres como a la autoridad competente, municipal y policial, de tratar de poner punto final, en la medida de lo posible, a esa lacra que se extiende como la lepra, en que se ha convertido la práctica del botellón, especialmente respecto de los menores, que campan por sus respetos consumiendo alcohol en cantidades industriales, sin que nadie mueva un dedo para impedirlo y rasgándose las vestiduras cuando ocurren hechos como los acaecidos en San Martín de la Vega, que acabó con la vida de una menor de 12 años, tras haber ingerido una botella de ron en la noche del pasado Halloween, o como el ocurrido el viernes pasado, día 25 de noviembre, en Leganés, con el ingreso de una niña de 13 años en el Hospital Severo Ochoa, por coma etílico, aunque en este segundo caso la pillaran a tiempo los equipos médicos y haya salvado la vida.

Y es que, aunque cerremos los ojos y no queramos reconocerlo, la falta de trabajo y de ocupación de los menores hacen que éstos se dediquen a sestear y vagar por las ciudades, maquinando maldades y machacándose con el bebercio del botellón, cuando no también, con el fumete del porro, mientras los padres, principalmente responsables en impedir esta actitud de sus muchachos se llaman andana y miran para otro lado y no quieran intervenir en esas tantas horas de pretendido asueto de sus vástagos, dejándoles a su libre albedrío. Siendo curiosa la contestación y el asombro de dichos padres cuando son interrogados o preguntados por haber visto a su prole practicando esas insanas y abominables prácticas, poniendo cara de corderos degollados y negando, cuando no jurando y perjurando que sus hijos no, porque estos les cuentan todo lo que hacen fuera de casa con pelos y señales, porque, ¡oiga!, “yo conozco muy bien a mi hijo, y hablamos mucho”. Ilusos que esconden la cabeza bajo el ala como las avestruces. Y si encima, cuentan con el apoyo de la autoridad municipal, que permite el botellón prohibido por la Ordenanza Cívica, nada más y nada menos, que cinco días de los diez que dura la Feria de Albacete, pues ¡apaga y vámonos!, sin darse cuenta de que incurre dicha autoridad en un delito contra la salud pública que puede tener resultado de muerte como ocurrió en San Martín de la Vega, con el añadido, además, del lamentable y esperpéntico espectáculo que se vive en los aledaños de la Plaza de Toros, que queda como si hubiera sido bombardeada y a cuya limpieza se aplican con esmero cuadrillas de barrenderos y maquinaria de limpieza (con cargo al bolsillo del ciudadano), con prestancia y rapidez, para borrar cuanto antes las huellas del delito; y si a ello le sumamos los inconvenientes que se generan a los vecinos de los barrios circundantes, ruidos, defecaciones y micciones urinarias en sus soportales, etc, etc., desde luego no es para ponerle al Alcalde de la Ciudad el Toisón de Oro. En fin, descerebrados quienes, practican el botellón, y descerebrados quienes debiendo impedirlo, padres y autoridades municipales y policiales, lo consienten, cuando no lo patrocinan.

El problema del consumo de alcohol y, consiguientemente, el botellón, se han convertido en una práctica habitual entre nuestros jóvenes y, dentro de ellos, no pocos menores, pues se cifra el inicio del consumo, en cantidades industriales, o sea, hasta ponerse de alcohol hasta el culo, rozando o incurriendo en el coma etílico, en los 13’8 años de edad, con las consecuencias letales para el organismo de los que lo ingieren, que ven en ello una gracia y un ejercicio de libertad. Y es que la ola sigue como la de un tsunami, y a los casos ya conocidos de San Martín de la Vega y de Leganés a principios de este pasado mes de noviembre, otros dos menores de 12 y 13 años fueron ingresados por intoxicación etílica. Y estos son los casos que trascienden, porque existe la orden de no publicar más información para no asustar a la población y evitar, además, el efecto dominó. Por ello, han saltado todas las alarmas, con arreglo al refrán de nuestro refranero, tan certero como, a la vez, tan puñetero, según el cual nos “acordamos de Santa Bárbara, cuando truena”, y así, la nueva Ministra de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad, Dolors Monserrat, ha retomado el proyecto, que ya se contempló, en tiempos de la ex Ministra Ana Mato y que su sucesor, Alfonso Alonso, no quiso abordar, de crear una norma para evitar, sobre todo, que los menores consuman alcohol y la prohibición y persecución del botellón, ya que según la Ministra la actual legislación es “papel mojado” y se necesita una ley de amplio espectro y de nivel nacional que obligue a entrar en vereda a todas las Comunidades en que se ha desmembrado España. Y es que, como proclama dicha Ministra, “mientras nuestros hijos de 12 ó 13 años ingresan en los hospitales con comas etílicos, no podemos mirar hacia otro lado”, y más teniendo en cuenta que los 15 años es la edad media de los jóvenes que toman bebidas alcohólicas, y de alta graduación, de forma periódica, por lo que, como siempre, tocando el bolsillo será la más eficaz medida para solventar o, al menos, paliar, el problema, al responsabilizar a los padres, tutores o guardadores como responsables subsidiarios, que viene a ser tanto como lo proclamado en ese otro refrán, tan español, de que “la letra, con sangre entra”, aunque en este caso sea sangre dineraria, que suele ser la que más duele. Además, el borrador contempla que el vino o la cerveza se iguale al resto de bebidas, una medida que no se había adoptado antes por las reticencias de los sectores implicados, vitivinícolas y cerveceros, considerándose bebidas alcohólicas “todas aquellas que contengan una graduación natural o adquirida igual o superior al 1’2 por ciento de su volumen”. Pues según la Ministra, el objetivo principal es conseguir “el consumo cero entre los menores, elevar la edad de inicio del consumo, reducir y evitar el acceso de menores al alcohol, garantizar la salud de nuestros menores y evitar que un consumo temprano comporte una adicción o dependencia posterior”. No se basa para la adopción de estas medidas en cantos de sirena, sino en datos constatados que avalan la necesidad de poner en marcha esta ley que apunta a que el alcohol es la sustancia psicoadiptiva más consumida por los menores de 14 a 18 años; en el año 2.014 el 68% había consumido alcohol en el último mes; la edad de inicio es muy baja, tanto de manera ocasional, que es a los 13’8, como con periodicidad, que es a los 15; el consumo se realiza mayoritariamente el fin de semana, pero un 2% de los jóvenes de 14 a 18 años reconocen que consumen alcohol diariamente. Son datos escalofriantes, que, según la Ministra, exigen a los padres “vigilar a sus hijos..., pero la Administración también tiene que hacer su papel, vigilar para que se cumplan las leyes”. A este respecto, es sintomático que la Policía Local Albaceteña, haya levantado, entre Enero y Octubre de 2.016 casi 260 actas por la práctica del botellón en diversos espacios abiertos de la ciudad, semejantes a las del 2.015, denunciando a 35 establecimientos por venta de alcohol a menores y ha enviado a los padres de 106 menores una carta o circular comunicando el consumo del alcohol por sus hijos menores de edad. Por su parte, la Ordenanza Cívica Albaceteña, prohíbe taxativamente el consumo de alcohol en la vía pública, por lo que sorprende, la licencia que el Alcalde de la Ciudad, primer obligado al cumplimiento de las leyes, especialmente en este caso tan sensible que afecta a una importante cantidad de menores, se quiera hacer el moderno y el liberal permitiendo esta práctica, repito, nada más y nada menos que durante cinco días de Feria y algún otro que sale al paso, como el día de Jueves Lardero, creyendo que hace un beneficio a los jóvenes y lo que en realidad, hace es un mal favor a dichos menores y a la generalidad de la población albaceteña que ven en el regidor de la Ciudad al primer incumplidor de las normas que el propio Consistorio adopta, sin perjuicio de la responsabilidad, incluso penal, en que pudiera incurrir.

Como se ve, no sólo hay que abordar la conformación de una Ley de Educación que cumpla con su principal objetivo, que no es otro que el de formar y educar a nuestro jóvenes, desde la más tierna infancia hasta su acceso a la universidad, sino que también se hace necesaria y exigible una reconducción permanente del profesorado, así como una implicación veraz y precisa de los padres en la perfilación, moldeo y pulido de la conducta de sus hijos, y cómo no una llamada de atención y un tirón de orejas a la autoridad competente para que cumpla con su función fundamental de evitar el botellón, el consumo de alcohol en la calle, principalmente respecto de menores de edad, y en la represión y sanción oportunas basadas en los actos que contravienen y conculcan la legislación al respecto.

MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ

  21 de diciembre de 2016

                        

 

            

 

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