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En las próximas nos vemos

Por Miguel López Valles
viernes 03 de octubre de 2014, 17:31h
Miguel López Valles
Miguel López Valles

Sin ánimo de provocar interpretaciones sesgadas de lo que pretendo expresar en estas palabras, el Mundo, Europa, España, Albacete, e incluso mi propia casa si me apuras, viven un momento apasionante de cambio.

Para quienes gustan de estudiar situaciones históricas y cambios experimentados por la humanidad, sería prácticamente inviable relacionar tantas y tantas vivencias relevantes para el hombre en todas las facetas de la evolución (físicas, tecnológicas, políticas, sociales, culturales y hasta climatológicas).

Pues bien, los tiempos que corren (sin querer destacarlos por encima de ningún tiempo pasado, pues cada época provoca la que le sucede) seguro que no van a desmerecer en cuanto a su relevancia e influencia -para bien o para mal- en el futuro que a todos nos espera.

Vivimos una época de cambios convulsos que todos los gobernantes más los poderes fácticos intentan retardar para darle forma, sabiendo que lo que la gente quiere no es ya un trabajo ni un buen líder, ni esta o aquella reforma económica o políticamente reivindicada: lo único que la gente quiere es JUSTICIA “con mayúsculas”.

Se acabaron las estadísticas, las proyecciones matemáticas de los datos económicos, las fronteras ricos/pobres o norte/sur, los guetos culturales, las clases sociales y los derechos adquiridos; se acabaron las obligaciones históricas, las costumbres milenarias, la diferencia de sexos, las edades (juventud, madurez, senectud). Ya solo nos interesa la JUSTICIA, y esta no existe en la Tierra (esto no hay que explicárselo a nadie porque es una verdad palmaria).

En Francia el esperado socialismo hace aguas; Alemania -siempre la locomotora- como no esté lista, gripará su maquinaria si no engrasa los ejes de los furgones de cola; el Mundo Árabe se desmiembra y se asusta al ver cómo se radicalizan sus extremos. Pero es que en ese llamado nuevo régimen islámico están guerreando miles de ciudadanos europeos cansados de pensar en la tierra prometida que nos venden los políticos y a la que nunca llegamos. Hasta “San Obama” se difumina en sus peleas con senadores y congresistas -propios y ajenos- sin acelerar el progreso social más que ninguno de sus predecesores.

Siempre dije que para valorar el progreso de la humanidad hay que mirarlo con perspectivas de al menos cien años pues, si lo miramos a corto plazo, suele parecer que estamos siempre asomados al abismo.

Ahora además, temo que podamos dirigir nuestros pasos inocentemente hacia el vacío como sociedad global, si nos dejamos guiar por iluminados. Espero que el protagonismo en el futuro sea del pueblo, individuo a individuo y no de la masa encabezada por algún ayatolah.

Ya no vamos a votar izquierdas ni derechas, uniones de partidos ni líderes carismáticos. Ahora solo queremos JUSTICIA. Y esto es acercamiento y no distanciamiento de las clases sociales. Es elegir a las personas y no a las organizaciones (ya sé que 15 partidos en un parlamento son más fáciles de organizar y más operativos que 350 personas, pero es que ya no queremos que nos ofrezcan listados, sino personas).

La cantidad de desesperanzados es tan voluminosa que, como sociedad,  ya no creemos en una salida de la crisis basada en las teorías económicas. Y eso está provocando tensiones regionales en todas las naciones del mundo. Está provocando la radicalización de las organizaciones religiosas, está generando numerosos puntos de conflicto bélico, y hace que olvidemos la política (grave error) y, como el avestruz, nos tapemos los ojos y nos dejemos caer en brazos de los líderes de masas.

Yo ya no quiero que ganen los míos sino que se pongan de acuerdo en lo básico todos. Y lo básico es la educación y el reparto de la riqueza.

Ya no quiero ser europeo si el Mare Nostrum se convierte en un cementerio de pobres sin futuro.

Ya no quiero rezar con quienes se cambian de acera por alejarse del necesitado.

No perdono que los juzgados no tengan medios para hacer JUSTICIA.

Detesto que se abone la mediocridad en televisión.

Aborrezco que pongan un cartel en las inauguraciones de edificaciones informándome de quién la inauguró o quien era el ministro o gerifalte del lugar en esa fecha.

En fin, pequeñas cosas y grandes retos es lo que esperamos todos que nos ofrezcan en “las próximas” a las que me refería en el título de este escrito. Municipales, Autonómicas y Nacionales están a la vuelta de la esquina y ya no valdrán las antiguas recetas. Si los grandes partidos son muy criticados, los pequeños no merecen aún la suficiente confianza.

Sí creo que el pueblo cuando vota es sabio y eso me tranquiliza porque, a corto plazo, estará por encima de la oferta que se le haga desde cualquiera de los partidos y sabrá repartir fuerzas para no dejarse llevar por unos ni otros. Pero también sostengo que, sea ahora grande o pequeño quien nos vaya a gobernar, si no ataja la gran injusticia en su raíz, en pocos años desaparecerá, y esperemos que sea democráticamente porque otros métodos más virulentos no debemos permitir que nos asolen.

Bueno, que me alargo. En las próximas nos vemos. Y ¡ojo!, que la peña está muy cabreada. Y no hablo de mi casa, ni de Albacete, ni de España ni de Europa, sino del Planeta Azul que, si no lo mimamos, nos acabará explotando entre las manos.

Eso si el Ébola no acaba cediendo el testigo a los primates o a otra especie terrícola.

Albacete, 3 de octubre de 2.014.

Miguel López Valles

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