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Y la montaña parió un ratón

Por Antonio Navarro Escudero
miércoles 19 de noviembre de 2014, 16:19h
Antonio Navarro Escudero
Antonio Navarro Escudero

Afirmar a estas alturas que la irrupción de PODEMOS en el escenario político español ha logrado remover las negras aguas de nuestro sistema democrático es una redundancia. Al respecto, se han escrito ríos de tinta, y no seré yo quien insista sobre ello.

Decir también que PODEMOS ha despertado un sano entusiasmo popular por la política, vista esta como un abismo de esperanza es un oxímoron, en tanto que esa misma población hastiada y humillada con la clase política dominante, ha vuelto a ella, y esta vez con idea de quedarse.

No obstante, lo que anuncian los últimos sondeos del CIS, más allá de la intención de voto hacia esta formación y el estado de ánimo de la sociedad española, es la búsqueda de algo nuevo, un nuevo agente de cambio para recomponer el destrozo que <<unos y otros>> han hecho en la sociedad española.

Sin duda, ese algo nuevo lo representa PODEMOS, que hace tan solo unas semanas se constituyó formalmente como partido en una asamblea fundacional celebrada en Vista Alegre (Madrid). Una asamblea excepcional por su altísimo nivel de participación y que ha servido además para configurar organizativamente este partido.

Es a esto último, al modelo organizativo a lo que me quiero referir. PODEMOS surge inicialmente del acuerdo entre el “grupo de Somosaguas”, que es el nombre por el que se conoce al grupo de profesores de la Universidad Complutense en Somosaguas (Pablo Iglesias, Monedero, Errejón…..), la Izquierda Anticapitalista (IA), partido de corte Trostkista, antiguo espacio alternativo dentro de IU, en origen liga comunista revolucionaria (LCR) y miembros del 15-M.

Auspiciados por las apariciones televisivas del antes tertuliano Pablo Iglesias, que ejerce un liderazgo indispensable en todo el proceso, hasta el punto de incorporar su rostro en la papeleta de voto de las elecciones al Parlamento Europeo del 25-M, PODEMOS es hoy el fenómeno político que amenaza con poner fin al bipartidismo que ha estado presidiendo la escena política española desde los inicios del regreso de la democracia en nuestro país, recomponiendo el tablero político con nuevas dicotomías: casta/pueblo, oligarquía/gente, nuevo/viejo…

En cuanto a lo organizativo, PODEMOS inicia su andadura a través de “círculos” territoriales, que vienen a ser estructuras de base para la participación. En estos círculos se debaten y realizan propuestas cuyas conclusiones son recogidas telemáticamente por el centro, que las difunde y da a conocer al resto de círculos. Se aboga por tanto por un modelo de participación horizontal.

Pero “la montaña parió un ratón”. A la hora de configurar las estructuras de dirección, PODEMOS ha optado por constituir un partido tradicional, jerarquizado a partir de la figura de Secretario General y un sistema de designación de cargos, en el que tiene difícil cabida la pluralidad, como advierte Echenique, “con el método de votación a través de un sistema de listas completas con un solo click (sistema “plancha”) se ha establecido un sistema de elección mayoritario de facto, aunque formalmente se trate de listas abiertas, lo cual a simple vista, no parece muy coherente entre quienes han abanderado la crítica a la partidocracia, y apuestan por listas abiertas para la designación de cargos institucionales. Con estas consideraciones que no siendo las únicas, quiero llamar la atención acerca de un asunto en absoluto menor, que debiera reconsiderarse una vez superadas las “urgencias”. En este caso, la eficacia suple a los principios aún a riesgo de proyectar una siempre engorrosa imagen de oportunismo. Si vamos a ganar, y seguro que ganaremos, ya tendremos tiempo de ajustar los desajustes.

Con esto no pretendo hacer de aguafiestas ni desconsiderar un sistema que ha sido aceptado por una abrumadora mayoría de las personas identificadas con el proyecto, pese a que las mayorías por el hecho de serlo no siempre tengan la razón, los 70.000 votos de diferencia entre el número 62 de las lista presentada por Pablo Iglesias y el 63, son muy elocuentes. Si el hiperliderazgo de este termina asfixiando una sana pluralidad interna, necesaria en toda organización de masas, empezarán a aparecer los primeros síntomas de las organizaciones políticas “clásicas”. No vaya a ser que las tesis de Michels: <<lo que nace como demanda de libertad se trastoca siempre en una nueva estructura de mando, en una segunda jerarquía>>, acabe haciéndose realidad en un proyecto tan ilusionante como al día de hoy representa PODEMOS.

Antonio Navarro Escudero 

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