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Algo más que indignación

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 02 de mayo de 2018, 01:53h

Esto es lo que ha provocado en la Sociedad española la sentencia dictada por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Pamplona, en relación con el juicio sobre cinco indeseables, cinco malnacidos, integrantes de la llamada “La Manada”, tal como ellos mismos se hacían llamar en ese juego infernal y satánico que algunos desalmados llevan a cabo a través de las redes sociales.

Indignación, estupor, asombro, ira, enfado, irritación, cabreo, enojo, pasmo, sorpresa, desconcierto, estupefacción, extrañeza, espanto, sobrecogimiento y conmoción, porque los más de trescientos folios (371 para ser más exactos, de los que 237 corresponden al discrepante) que ocupan los asertos de los tres jueces o magistrados que componían la Sala Juzgadora y Sentenciadora, en realidad, no hacen otra cosa que amparar la violación y dar pábulo al machismo más rancio, atávico e irracional que, en toda su extensión y formas, pudiera una mente humana ser capaz de albergar, conjugar, declinar y considerar.

Una sentencia más, que entrará en los anales de la historia entre las más perversas, lamentables, desconsideradas, irracionales y contradictorias, si es que no podría pasar a ocupar un sitio privilegiado en los mismos y que debería pasar a ser un modelo de estudio en las Facultades de Derecho y de Criminología, como el paradigma de lo que no debe hacerse ni ser considerado por quienes desde el estrado de un Juzgado tienen la facultad y el poder de juzgar y hacer cumplir y ejecutar lo juzgado (no olvidemos que estamos hablando del Poder Judicial, el que junto con el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, constituye uno de los baluartes esenciales, uno de los pilares fundamentales, el basamento sobre el que ha de descansar todo el entramado jurídico entronizado en el Ordenamiento Jurídico, necesario para catalogar a un país como acreedor al título de “Estado de Derecho”, basado fundamentalmente en la independencia de los dichos tres Poderes, a los que, por su peso específico y su importancia en la creación de opinión en la sociedad civil, habría que considerar como cuarto Poder a la “Prensa”, o quizás, ya en la era actual de la digitalización, más bien deberíamos llamarle “Medios de Comunicación”), digo, que dicha sentencia debería pasar a ser una sentencia que no debe faltar en los centros de estudio del Derecho y de formación en el mismo a las futuras generaciones, como la que nunca debió darse, como la que nunca debió haber visto la luz del día, la que debería haber sido abortada en el cerebro de las tres figuras judiciales que la han parido, siendo, por tanto, ejemplo de lo que no debe hacerse cuando se está jugando con las cosas de comer, o más concretamente, con la dignidad y la libertad de las personas.

No es de extrañar, por tanto, que la meritada sentencia haya levantado una polvareda como la que ha levantado en la sociedad civil en general, que se ha visto agraviada y concernida, tal como si todos y cada uno de los que el mismo jueves cuando vio la luz, y el viernes, y el sábado y el domingo, y lo que te rondaré morena, se han echado y se echarán a la calle desgañitándose hasta perder la voz, para exigir la inhabilitación de los tres Magistrados autores de esta decisión judicial aberrante, anormal y monstruosa, pidiendo a voz en grito la reparación y modificación de su contenido a fin de castigar a los malditos integrantes de esa llamada “La Manada”, por los delitos de VIOLACION SEXUAL y no simplemente por el de abuso sexual, y ello a la vista, que lo hemos visto todos, de las imágenes grabadas por los mismos autores de este aquelarre infernal y su consiguiente publicación vía Internet, para poner de manifiesto, lo machitos y valientes que son, cuando en realidad, se trata de una pandilla de cobardes, de tarados, de desalmados, de criminales de la peor ralea, de malnacidos, de desgraciados, de miserables de baja estofa (algunos con antecedentes por robo con fuerza, contra la seguridad vial, lesiones y desórdenes públicos y cuatro de ellos en espera de otro juicio por análogos hechos acaecidos en Pamplona), y por la sencilla razón de que todos y todas las personas morales, cabales y juiciosas, incluyendo al que escribe estas letras, se han considerado “víctimas” de tales desaprensivos e inmorales, tal como si hubiéramos sentido en nuestro propio cuerpo las aberraciones que llevaron a cabo sobre la pobre, inocente, indefensa y noqueada muchacha sobre la que ejercieron tales actos de depravación, perversión, corrupción y envilecimiento, los cuales requieren no sólo, sino que exigen, un castigo ejemplar y ejemplarizante, por el hecho concreto del caso concreto, y para que sirva de aviso a navegantes, a fin de que sepan, con claridad, certeza y rotundidad cuál o cuáles serían las consecuencias de un comportamiento tan aberrante y bestial como el que ha sido llevado a cabo por esos cinco animales en el peor de los sentidos (y dejando a salvo a los animales irracionales “sensu estricto”, que jamás de los jamases serían capaces de perpetrar las bestialidades llevadas a cabo por esos cinco despreciables seres que, aún encima, se jactaron y presumieron públicamente de tan desdichados e injustificables hechos).

Dicho lo dicho, y ante la polvareda levantada, la alarma social creada y la indignación impregnada en el pueblo de a pie, con las dichas manifestaciones, y el solivianto de sus ánimos, ante los razonamientos contenidos en la Sentencia (si es que ésta puede ser llamada honrosamente de tal guisa, pues más parece un panfleto dirigido a mover a las masas hacia la depravación y la perversión humanas), bastando a estos efectos el siguiente párrafo: “Rodeada por cinco varones, de edades muy superiores y fuerte complexión, la denunciante sintió un intenso agobio y desasosiego, que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de sometimiento y pasividad, determinándole a hacer lo que los procesados le decían que hiciera”, o la referencia a que la víctima fue sometida, pero faltaron “golpes” o “intimidación” para ser violada, desesperación, angustia, ansiedad, abatimiento, tensión, rictus ausente, embotamiento, opresión, son algunas de las palabras con los que los magistrados de la Audiencia de Navarra describen el estado de la víctima en el cubículo, en la ratonera, donde tuvieron lugar los hechos, y añadamos, que está probado que la penetraron once veces, en menos de una hora, por delante, por detrás y por arriba, o sea, por tierra, mar y aire. Pues bien, si esto sólo y sólo esto, no bastaba o era suficiente, para colegir y llegar a la conclusión de que allí lo que se dio y vivió fue una violación múltiple, o más bien una múltiple violación, no sé yo lo que estas tres Señorías (si es que podemos llamarlas así, que visto lo visto, a mi juicio, son indignos de tal tratamiento y consideración) tendrían que haber considerado para llegar a la conclusión a la que toda la sociedad, sin excepción, prácticamente, ha llegado, cual es la de considerar los hechos allí, aquella fatídica e infernal madrugada de los San Fermines del año 2.016, acaecidos en un habitáculo de un portal de la calle Paulino Caballero de Pamplona de no más de tres metros cuadrados de superficie, son constitutivos de unas perversas y monstruosas violaciones sin solución de continuidad.

Como es lógico (yo creo, que más bien ilógico) enseguida ha salido a la palestra el Sr. Carlos Lesmes, Presidente del Consejo General del Poder Judicial, y, a su vez, Presidente del Tribunal Supremo, a apagar el fuego, exigiendo respeto para los Magistrados de tan irracional y perniciosa sentencia, a lo que cabría espetar que el respeto se tiene para quienes respetan al prójimo y se hacen respetar, pero no para quienes carecen de respeto para los demás, amén de adolecer de indignidad e ignominia (las alusiones a la víctima, especialmente las del discrepante Ignacio Gonzalez Gonzalez, son irresponsables, lapidarias, vejatorias, ofensivas, humillantes, denigrantes, hirientes, ultrajantes e insultantes). En realidad, lo que debiera haber hecho este Sr., me refiero, al Sr. Lesmes, es haber convocado de urgencia una reunión del Consejo que preside, a fin de abrir un expediente disciplinario para las tres joyas de la corona, con propuesta de inhabilitación “ad perpetuam”, y no cerrar filas, por compañerismo y corporativismo, con quienes desde ya, ellos mismos, se han descalificado para seguir ejerciendo la alta tarea de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado, habiendo respondido con una clara y meridiana clarividencia, la Alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, al considerar que, aunque política (por haber tenido la osadía el Sr. Lesmes de decir que las críticas de los políticos comprometen gravemente el sistema de justicia, como si tuviéramos que tragar las resoluciones judiciales con los ojos cerrados y la nariz tapada, cual aspirinas) al proclamar que qué se creen que son los jueces, ¿Dioses?, exigiendo su derecho a criticar ciertas decisiones de la judicatura, pues, añado yo, hasta aquí habríamos de llegar, a imponer un silencio y sometimiento a pies juntillas a lo que digan quienes se revisten de las togas y las puñetas y se parapetan tras ellas, cual si fueran infalibles en sus apreciaciones y decisiones, y hablaran, como el Papa, cuando lo hace en sede de doctrina de fe, “ex cátedra”.

Y es que, como siempre, en nuestra ancestral costumbre, de esconder la cabeza bajo el ala y echarle la culpa a un contubernio judeo-masónico o a una confabulación de los elementos de la naturaleza, para atacar en este caso a la judicatura, se trata de extender el foco a la legislación penal (a cuya modificación se ha puesto manos a la obra el Gobierno, o, al menos, eso dicen, que no las tengo todas conmigo), y no es así, ya que esa legislación, esas leyes penales, se aplican a unos hechos claros y cristalinos, contundentes y concluyentes que no admiten interpretación en contrario, ni duda alguna sobre su interpretación, y más en este caso en que existen grabaciones que prueban los hechos que allí acontecieron, sólo que estos tres jueces, que han dado un claro ejemplo de machismo empedernido, aunque haya una mujer entre ellos, y sobre todo el discrepante que pide en voto particular la absolución de los imputados, o sea, el tal Ignacio González González, al cual habría que preguntarle si es que hubiese deseado ser el sexto “prenda” de “La Manada” en la noche de autos, como ha dejado entrever el catedrático de Dercho Constitucional de la Universidad de Sevilla, Javier Pérez Royo, llegando al paroxismo cuando expresa en su voto particular que “lo que documentan las imágenes es sexo entre desconocidos, en el entorno clandestino y desapacible del rellano de un portal. Aprecio en los videos un ambiente de jolgorio y regocijo en todos ellos”, de lo contrario no se entiende su posición, cuando repito, los hechos están claros y grabados y la propia sentencia los recoge como tal, siendo, por tanto, incontrovertibles. Claro que no faltan las voces que tratan de atemperar el clamor popular contra esta sentencia, tal como el Magistrado Enrique López, en el Diario “La Razón”, del día 28 del mes pasado, quien habla de “populismo en la Justicia” o en el Diario “ABC”, el mismo día, Ignacio Camacho, en las que más o menos vienen a concluir y llamar ineptos, profanos y legos en derecho a quienes se manifiestan y critican esta execrable sentencia, quizás porque piensan que hay razones de Estado (¡Ay las razones de Estado! bajo las cuales se esconden, se tapan y se encubren los más abyectos delitos de lesa majestad y humanidad!) para mirar para otro lado, y a los que habría que espetarles, que, si se considera a la masa social como un conjunto de carne con ojos, sin entendimiento ni capacidad de discernir entre el bien y el mal, ¿por qué está regulado el Jurado Popular que lo integran la gente, en principio anónima, de la sociedad civil?, No deja de ser una contradicción, que contradice, valga la redundancia, abierta y claramente, los argumentos esgrimidos por tales opinadores.

En definitiva, una sentencia contraria a la razón, a la sensatez y al sentido común, amén de a la propia Ley Penal, a la moral y a las buenas costumbres, por basarse en una interpretación de los hechos equivocada, torticera, sesgada, subjetiva, tendenciosa, arbitraria, sectaria, temeraria, insostenible e injustificada, teniendo en cuenta que, tal como ha declarado el portavoz de la asociación de “Juezas y Jueces para la Democracia”, Ignacio González Vega, los Magistrados de la Audiencia de Navarra, con el relato de hechos probados que recoge la sentencia, habrían podido condenar, si hubiesen querido, a los cinco miembros de “La Manada” por agresión sexual. De hecho ya se contempla que, con el relato de hechos probados en la sentencia, el Tribunal Supremo podrá condenarles por agresión sexual.

Y si el Sr. Lesmes y el Gobierno de España, querían silencio y comedimiento sobre esta sentencia y las manifestaciones que ha originado y seguirá originando, (que esto no acaba nada más que de empezar), les ha salido el tiro por la culata, pues prácticamente todos los medios de comunicación extranjeros se han hecho eco de la sentencia y las manifestaciones en contra de la misma (“manada de lobos” titulaba la “BBC” británica, con ello se dice todo; el periódico británico “The Guardian”, en un artículo sobre el tema concluye “una vez más, una vez más, qué decepción”; o el periódico aleman “Frankfurter Allgemeine Zeitung” se preguntó “¿la cultura machista en España no desaparece?) recogiendo la indignación provocada por aquélla. Una vez más, nuestro sistema judicial (recordemos el affaire Carles Puigdemont) es puesto en entredicho a nivel europeo y mundial, lo que denota que España, bajo el mandato del Presidente del Gobierno, Don Rajoy, Mariano, es un país que ha entrado en descomposición y desintegración, no sólo ya políticamente sino además, ahora, judicialmente, o por decirlo más comprensivamente institucionalmente, lo que hará que la “Marca España” baje muchos enteros, entrando en negativo, en el ránking mundial de los países desarrollados, democráticos y susceptibles de ser calificados de “Estado de Derecho”.

MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ

2 de Mayo de 2.018

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