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Del negro al blanco

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 20 de junio de 2018, 07:40h

Es verdad, como un templo, que más vale nacer con estrella, que nacer estrellado, o sea, que es preferible lo primero a lo segundo, y, de hecho, en la vida real, este adagio o refrán se constata día a día, y desgraciadamente, con más asiduidad de lo que fuera deseado. Un ejemplo, muy significativo, por lo actual y por lo grosero en la comparación, lo hemos vivido en los último doce años, los ocho primeros con la llegada a la Casa Blanca por primera vez en la historia de los Estados Unidos de América, o sean, de los United States of America, o EEUU, como en siglas se le viene denominando, de un Presidente negro, a la sazón, Mr. Obama y Sra., que no hay que dejar de lado a ésta, la cual, si acaso, ha sido más mediática que su propio esposo, en eso que es, simplemente, robar protagonismo al verdadero protagonista, valga la redundancia, cual era el mismo Presidente, pero, todo hay que decirlo, con pleno conocimiento de causa y consentimiento del propio concernido, por constituir la pareja ideal del titeretismo a cuyo ejercicio se dedicó desde el minuto uno la citada pareja, con sus bailoteos adyacentes, que los convirtieron en unos verdaderos Showman y Showwoman, y que, de verdad, lo ejercieron hasta la saciedad y cansar. Y los cuatro años segundos por repetición e inercia del electorado que quedó mimetizado, cuando no atontado, debido al mamoneo de la ilustre pareja, que dejaron huella e impronta de su vaciedad, de su relativismo y de su postureo ante las cámaras, cosa que se les daba de maravilla. Pues bien, cuando se estudie y analice en el futuro la llegada de Mr. Obama a la Casa Blanca, con el tiempo suficiente por medio para hacerlo fríamente, se verá que el legado de Obama es un bluff, mera retórica, mero sinsentido, y que lo único que quedará para la historia, para los anales de ésta, será simplemente lo dicho anteriormente, haber sido el primer Presidente de Estados Unidos de raza negra. Mas, entronizando con lo dicho al principio de este artículo, habrá que convenir que Barack Obama debe ocupar plaza en ese grupo de personas que hemos etiquetado como nacidas con estrella, pues bien cierto es que durante sus dos mandatos apenas ha recibido crítica alguna por sus decisiones o más bien por sus no decisiones, siendo casi por todos los medios de comunicación objeto de loas constantes, sobre todo en los europeos, incluida España, ahítos de héroes con los pies de barro, siendo inentendible e injustificable que nada más ser nombrado Presidente de los EEUU, la Academia Noruega (que a ésta habría que echarle de comer aparte, por sus cambalaches sexuales) le concediera el Premio Nobel de la Paz, cuando aún no había llorado como deben y se espera que lloren los recién nacidos salidos del claustro materno, o lo que es lo mismo, sin haber dicho siquiera mú, y que si de verdad hubiera sido como debiera ser un personaje de escaparate mundial, y más al frente de la primera potencia del mundo, él, por sí y ante sí, haciendo un acto de fe, debiera haber renunciado al mismo, autoconsiderándose inmerecedor de dicho Premio, pero su aceptación ya dió de por sí sola el alcance de la actitud y de la aptitud de quien, como aquel monje que caminaba, llevando al hombro una furcia, iba exclamando: “todo es bueno para el convento”. Pero poco se podía esperar de quien, intelectualmente, andaba un poco escaso de equipaje. Y sobre todo, teniendo en cuenta que no cumplió su promesa estrella, cual era la de cerrar Guantánamo, y, por ser, en definitiva, el Presidente que pasará a la historia como el que más tiempo ha mantenido al país en guerra (ni un solo día de su mandato sin guerra), siendo el principal impulsor de la Guerra de Siria, Guerra que aún continúa y que ha originado a Europa, a la Unión Europea, un verdadero quebradero de cabeza con el tema de los inmigrantes que en principio, alentó y propició la Cancillera Alemana, Angela Merkel, de lo que, al poco, se arrepintió y tuvo que “decir digo, donde dije Diego”, que así se las gastan los mandamases europeos, que publicitan sus inmensos deseos de solidaridad y hermanamiento, pero escarmentando en cabeza ajena, tales como Grecia e Italia, aun cuando en cuanto a ésta ya hemos visto el pronunciamiento de Matteo Salvini, Vicepresidente y Ministro del Interior del Gobierno Italiano, negándose a que el buque “Aquarius” atracase en alguno de los puertos italianos, habiéndose hecho cargo de los más de 600 inmigrantes que portaba la España de Pedro Sánchez, en una decisión que hay que aplaudir, aun con cautela, para no repetir el efecto llamada que aconteciera con el inefable Presidente del Gobierno José-Luis Rodríguez Zapatero, porque la solidaridad tiene, más bien debe tener, unos ciertos límites, máxime cuando en el propio país existen menesterosos, o sea, pobres de solemnidad, y muchas familias, más de las que uno puede imaginar, que no llegan a fin de mes o llegan a trancas y barrancas, con innumerables carencias y que afectan a un muy buen nutrido número de menores que se hallan no en el umbral, sino de lleno en el estado de la pobreza más absoluta, o los jubilados, con pensiones de mierda y subida de un 0,25%, que hacen inviable la vida de los mismos dentro de un Estado que se autonomina Democrático, de Derecho y de Bienestar Social.

Pues bien, frente a quienes nacen con estrella, nos encontramos con los que nacen estrellados. Y este es, parece ser, el caso de Donald Trump, otro Presidente de los United States of America, sucesor, precisamente, en el tiempo y orden, del anterior, Mr. Barack Obama, lo que hace aún más significativo y llamativo el caso y la diferencia de trato a que uno y otro han sido sometidos. Porque si para el primero, todo fueron alharacas, nueces hueras y vacías, fuegos de artificio, hasta el punto de que, y quizás no me engaño, cuando cagara también fuera enardecido por lo bien que lo hiciera, el Republicano que, además, dió un repaso, o sea, sopas con onda, a la pepona demócrata, Hillary Clinton, que gozaba de todas las simpatías habidas y por haber (sin que se entendiera después del problema de su esposo, también Presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, con la becaria o becarias, que, al parecer este era el entretenimiento del Presidente cuando no estaba ordenando bombardear este o aquél país), la cual se las prometía muy felices, pero que el tosco Trump, entrando cual elefante ( y nunca mejor dicho) en cacharrería, le hizo despertar de un sueño que también hubiera sido agitrop en la historia de los Estados Unidos, o sea, la primera mujer en sentarse en el despacho Oval, que qué quieren que les diga, para mí este cambalache y compadreo de que la esposa del que fuera, en su día, Presidente, se presente a Presidenta, me parece impropio de una democracia seria y más impropio aún de personas cabales, con sentido de la responsabilidad, y con vergüenza torera. Pero, así se las ponían a Fernando VII y éste encantado de haberse conocido y de ser el primero en marchar por la senda de la Constitución (aunque ésta se la sudara), a lo que incitaba al pueblo español. Y cierto es, que ya desde el primer día, los medios de comunicación, se dedicaron a tirarle al desgüello al nuevo inquilino de la Casa Blanca, atacándole por tierra, mar y aire, con una animadversión impropia de medios de comunicación con sentido común y que deberían, al menos, en apariencia, lucir una imparcialidad a todas luces exigible por la propia naturaleza de la misión que les está encomendada, conformando, según dicen, el Cuarto Poder del Estado. Mas, desde ese mismo minuto uno, el propio concernido, o sea, Donald Trump, ha hecho oídos sordos a todo tipo de comentarios, más propios de un patio de porteras, y poco menos que, haciéndoles un corte de mangas, incluso a los propios medios de comunicación habilitados ante la Casa Blanca, no acudiendo a la fiesta anual que los mismos celebran, con la presencia del Presidente de turno (consintiendo éste que le tomen el pelo), pagándoles con la misma moneda y no dejándose influir por toda una jauría de lobos esteparios dispuestos a atirársele al cuello y degollarle, dejándole tieso en el sitio, largándoles el mensaje con otro refrán: “ladran, luego cabalgamos”. Y siendo, como es, el único Presidente que desde el minuto uno se ha puesto y dispuesto a cumplir con sus promesas electorales, acallando bocas y sumiendo a tanto mediocre en el desconcierto y en la estupefacción. Y, para remate, la cumbre de Singapur, con el autócrata norcoreano, Kim Jong-un, una cumbre histórica, que marcará un antes y un después, en la Guerra Fría, que aún venía existiendo entre las dos Coreas entre sí, por un lado, y entre la del Norte y Estados Unidos, por otro. Este hecho ha dejado perplejos a propios y extraños, más bien a éstos que a aquéllos, y que de acuerdo con lo que venimos debatiendo, poca o casi nula publicidad ha tenido en nuestro país. ¡Ay, si tal odisea hubiera sido llevada a cabo por Mr. Obama! ¡A cuántos se les hubieran abierto las carnes! ¡Cuántos fuegos de artificio hubiéramos visto y cuantas lindezas hubieran sido predicadas de aquél! Pero, como ha sido labor de Donald Trump, más bien críticas veladas y no veladas, deseando que acabe todo como el rosario de la aurora. Que así las gastan, aunque se perjudiquen, quienes persiguen la banalidad y la inconsistencia: Antes muertos, que sencillos. Así les luce el pelo. Que les siente bien y que sigan por ese camino que no conduce sino a la amargura y a la desesperación, porque Donald no va a cambiar para darles gusto. Con su pan se lo coman.

MIGUEL ANGEL VICENTE MARTINEZ

20 de Junio de 2018

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