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El Mar Menor

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 08 de septiembre de 2021, 06:38h

Dios creó al hombre y puso en sus manos toda la Creación del Mundo; y, solamente este mismo hombre, será el único ser capaz de destruir ese mundo. Parece una sentencia lapidaria, pero, en cierto modo, sí lo es, y una premonición anunciada de lo que, posiblemente, ocurrirá de aquí a unas décadas, de una manera inexorable y, casi ya, imposible de detener: nos hallamos ante un Planeta, el Planeta Tierra, al borde del colapso, paralelamente a como se atisban los principios del fin de la civilización Occidental, basada, otrora, en los principios cristianos, que alentaban hacia un progreso progresivo, valga la redundancia, pontificando los principios innatos a la naturaleza humana, tanto éticos, como morales, divinos y humanos. Pronto el mundo quedará huérfano de personalidades relevantes con las que se podría avanzar, con paso firme y sin ambages, hacia la Tierra Prometida, hacia un mundo feliz y del estado de bienestar. Hoy sólo, salvo algunas excepciones, existen mindundis, innumerables “Juan Lanas”, personas huecas y vacías de corazón, alma e intelecto, al frente de las Naciones, preocupados por su propio “ego”, con peluqueros, esteticistas, masajistas, manicuras y pinta manos, con objeto de comparecer y aparecer en público y que éste se obnubile ante la belleza y el postín de estas marionetas de pim pam pum, que rompen espejos a diario al no verse lo suficientemente hermosos para sus pretensiones, y que se dedican a sestear, a tumbarse panza arriba al sol, a dormir el sueño de los justos, dejando a su socaire la resolución de los problemas que a diario preocupan a la ciudadanía, los cuales les importan una higa, pues ellos sí que se blindan, oportunamente, a través de medios legales y otros no tanto o, incluso ilegales, para llenar sus alforjas, además con una avaricia sin igual, y al ciudadano de a pie que le den morcilla o por la retambufa. Son meras estatuas de sal, a la manera de la mujer de Lot, en su huida de Sodoma y Gomorra, castigadas por la mano divina, precisamente por su desbordamiento hacia el esperpento, la perversión y la depravación. Insulsos, indolentes, ineptos, incapaces, pero eso sí, encantados de haberse conocido.

En realidad, cualquier otro ser vivo de la naturaleza sea animal o sea vegetal, le da mil vueltas al ser humano de este siglo XXI, teniendo en cuenta que aquéllos progresan adecuadamente con arreglo a su propia naturaleza y son incapaces de incurrir en los desmanes y las aberraciones en que incurre el ser humano (pongamos, por caso, asesinar al nasciturus en el vientre de su madre, o al debilitado, por razón de la edad o por mor de la enfermedad, dándole el matarile con la recientemente aprobada eutanasia). Y nos congratulamos de que vivimos en el mejor de los mundos, viniéndome a la memoria la serie de reportajes y entrevistas que, durante todo el mes de Agosto, a diario nos refrescaba el verano Salvador Sostres, en la contraportada del Diario “ABC”, bajo el rótulo generalizado de “la mejor generación de España”, cerrando los ojos a la verdadera realidad que nos ofrece esa generación (¿qué demonios constituye la empresa dedicada a “manager de influencers”?), en la que no digo yo, que no haya verdaderos talentos, mas éstos, a mi juicio, son simplemente, la excepción que confirman la regla, pues más bien nos hallamos ante la peor generación, no de España, sino del mundo, aunque agravada, como casi todo lo negativo en nuestro país, y a las pruebas me remito, con las Leyes de Educación que se han ido promulgado durante las legislaturas precedentes, especialmente la última, la llamada Ley Celáa, que potencia la gandulería, cuando no la golfería, la ignorancia y la mentecatez, pues a ello tiende directamente la posibilidad de pasar de curso con ocho suspensos (para no herir la sensibilidad del mentecato) o dedicar más horas a la búsqueda del sexo de los alumnos, que a las matemáticas (que ya se miran en sede de género, lo que es rizar el rizo o el colmo de la insensatez y la sinvergonzonería), desterrando la práctica de la memoria (¿para qué, si me puedo meter en internet con el móvil, cuando siendo cirujano me proponga practicar una operación?) y eso sí, mucha, mucha, mucha ideología, para convertir al ciudadano en una masa cretinizada, según propala Juan-Manuel de Prada, o en una masa de carne con ojos y, a lo que se ve, incluso ya sin ellos; fines y objetivos a los que se dirige como un rayo la Ley de Universidades que pergeña el indolente y pasmado Ministro de la cosa, Manuel Castell. Y aquí tengo que nombrar a mi hermano mayor, Antonio-Enrique, que tras superar la prueba de ingreso (en los años 50 del siglo pasado), para acceder al bachillerato, una vez aprobada la misma (tras una mañana de infarto para su Maestro, que, en ayunas, acompañaba a sus alumnos al examen, Don Senén, se llamaba el hombre, un Maestro de los de antes), con gran desparpajo, desenfado y soltura, muy serio y compuesto, ante nuestra madre, Antonia, y nuestra tía soltera Conchi, de pie y apoyado el codo en una silla, como un cantante de flamenco, soltó la siguiente baladronada: “Ya he acabado la carrera, y ahora ¿qué hago?”. Pues eso, con siete, ocho o nueve años, a ejercer donde te manden: médico, abogado, piloto, ingeniero de Telecomunicaciones, etc., etc., que los conocimientos ya vendrán, como dicen algunos que se casan por cansancio o por abulia, “el amor ya vendrá con los años de convivencia” (lo que mas bien será al revés, o sea, que el amor desaparezca y sobrevenga el aborrecimiento con el paso de los años) . Pues bien, si no el Premio Nobel a la precocidad, sí se merecería, al menos, un Príncipe de Asturias, o el Cervantes, pues sin saberlo, al final de los años 50, inició el camino que ahora, cree haber descubierto nuestro Retroprogresista Criminal Gobierno de España.

Pues bien, uno de esos signos de que quizás nos hallemos al borde del precipicio camino del caos total, en el que prevalecerá el llanto el crujir de dientes, lo tenemos en el caso del MAR MENOR, ese Mar que ya tuvo dos ingresos en la UVI, en los años 2.016 y 2.019, y que, como el hombre es el único animal que tropieza, no sólo dos, sino tres e infinitas veces, en la misma piedra, en este verano se nos ha presentado contaminado de tal manera que milagro será que pueda reponerse, una vez más, y no sea el caso de que haya que ir dándole la extremaunción, pasando a constituir un nuevo “Mar Muerto”. Ya que las noticias que afectan a su estado de salud, son bastante alarmantes y casi crónicas, hasta el punto de que en un solo día hayan sido retiradas cinco toneladas (que se dice pronto) de peces y crustáceos muertos en la costa u orilla del mar, sin contar con las innumerables toneladas de algas putrefactas que se van retirando a lo largo de todo el año, y ahora, una vez más, cangrejos, quisquillas y peces panza arriba, sin contar una de las especies más admiradas y más simpáticas, los llamados “caballitos de mar”, que puede decirse que están en vías de extinción, cuando poblaban esta zona otrora.

Aquí y ahora, tengo que recordar un poco mi infancia, cuando allá por los años 50 y 60, mi padre nos llevaba a la recua, formada por dos varones y cinco chicas, en vista de ser tantos y tan pequeños, a veranear al Mar Menor, concretamente a Lo Pagán, cuando el veraneo no se estilaba, aunque en esto mi padre y mi madre fueron unos avanzados y cuando salíamos de casa con el Seat 1.500 llenos hasta la bandera (sin límite de plazas ni cinturón de Seguridad), los primos de mi madre decían, ¿a dónde vais Antonia?, y ésta les contestaba “a la playa”, y aquéllos le espetaban con un “estáis locos, con el calor que hace” (generalmente, el mes de Julio). Tal era nuestra osadía, que en el propio Lo Pagán, sin asfaltar, calles de tierra y polvo, sin agua corriente, no existían pisos turísticos como los de ahora, algún chalet aislado, como el de mi tío Agustín (que llegó a ser Alcalde de Molina de Segura), y nos alojábamos en una casa del pueblo, que desalojaban los nativos, que se trasladaban a casa de unos familiares, y allí nos metíamos nosotros, esperando, cada mañana, al aguador, que traía el agua potable, con un carro tirado por mulas. En esta época, sí que el Mar Menor era el Rey, y la razón de ir allí era simplemente que al ser tantos y tan pequeños nosotros, era difícil que tuviéramos un percance dentro del agua. Allí fui testigo de ver caballitos de mar vivos en el agua y, alguna vez, alguno muerto en la orilla de la playa, que recogíamos y lo guardábamos hasta que su mal olor nos obligaba a tirarlo a la basura. Y allí, conocimos a la primera bañista en bikini (no como los de ahora, pero bikini al fin y al cabo), que todos mirábamos con cara de asombro y cierto espasmo (creo recordar que el color era azul o verde) y no sólo nosotros, sino todo quisque. Me parece que la muchacha era rubia y francesa (¡Oh, la la, France!). Hacíamos excursiones por otras zonas y así llegamos a conocer Campoamor y Los Arenales del Sol, vírgenes, mar de agua y mar de arena, inacabable.

En fin, es una pena que ese Mar Menor, tan querido por mi niñez e infancia, tenga los días contados, mientras el Gobierno de Murcia y el Central se echan la culpa mutuamente, dirimiendo sobre si son galgos o podencos, mientras ese Mar Menor agoniza con toda su fauna incluida. Entre todos lo mataron y ella sola se murió.

¡Que la Santísima Virgen María de los Llanos, Patrona de Albacete, en este su día grande, nos acoja en su seno y nos perdone tanto pecado que cometemos a diario con tanto desparpajo!.

MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ

8 de Septiembre de 2.021

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