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El difícil arte de hablar a nadie

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 08 de junio de 2022, 03:55h

Según el Diccionario de Uso del Español, de María Moliner, ORATORIA es el “Arte de pronunciar discursos”, complementando dicha definición con un amplio catálogo, a saber, “Alocución, apóstrofe, arenga, argumentación, catilinaria, charla, conferencia, declamación, discurso, disertación, epístola, filípica, heroida, introito, laudatoria, palabras, panegírico, parlamento, peroración, perorata, pregón, proclama, sermón, soflama”.

De todos es conocido, o no, que el arte de la oratoria ya existía desde casi los albores de la humanidad, particularmente, en la cultura griega (Isócrates, Lisias y Demóstenes) y en la cultura romana (Cicerón), llegando a nuestros días, insertándose como asignatura en la carrera denominada “ciencias políticas” en la que habría que matricular a no pocos políticos de medio pelo, que por no saber, amén de estar ayunos de oratoria, no saben siquiera, hacer una O con un palote. Pero, esto es así, desde el advenimiento de la pseudo democracia a nuestro país, debido a la degradación que, sistemáticamente, ha venido sufriendo la Educación, desde la héjira de Felipe González, pasando por Zapatero y desembocando en el Pseudo-Doctor-Sánchez (cuya tesis doctoral es un plagio en toda regla) y que ha culminado con la Ley Celaá, dirigida fundamentalmente a lograr la oquedad de las mentes de los alumnos, bajo ese principio en que se basa la reforma educativa de que cuanto menos sepan, menos guerra darán, tratando de igualar a tontos, listos, trabajadores y gandules, introduciéndolos en el mismo saco, a lo que tiende directamente, que sea posible pasar de curso habiendo suspendido el anterior, en que desaparezcan las notas evaluativas del progreso o retroceso del alumnado, adobado todo ello con la implementación, incluso a nivel de primaria y bachillerato (si es que estas categorías se mantienen en la actualidad) al “ERASMUS”, herramienta inventada por la UE, en ese disloque o locura actual de fomentar el plurinacionalismo, gratificando a los alumnos agraciados con esos cursos, con un curso aprobado, normalmente con nota alta, quizás la máxima, y con un año sabático, dedicado al esparcimiento, el ocio y la vagancia, porque ya me dirán Vds. cómo es posible que sin saber el idioma o simplemente chapurreándolo del país de acogida, se logren notazas de asignaturas que en el país de origen normalmente serían suspendidas por el interfecto, generando una discriminación entre alumnos Erasmus y los aborígenes, recordándonos el epigrama de Nicolás Fernández de Moratín, según el cual “Admirose un portugués / de ver que en su tierna infancia / todos los niños en Francia / supiesen hablar francés. /’Arte diabólico es’ / dijo, torciendo el mostacho / que para hablar en gabacho / un fidalgo en Portugal / llega viejo, y lo habla mal; / y aquí lo parla un muchacho”.

Pues bien, volviendo a la ORATORIA, y dentro de esta asignatura, debe haberse desgajado como epígrafe con esencia propia, “EL DIFICIL ARTE DE HABLAR A NADIE”, en cuyo arte, por lo que nos ofrece el día a día de nuestro “fidalgo” Pseudo-Doctor-Sánchez, cada día más imbuido de introducirse como un personaje del Quijote, bien puede decirse que aquí sí conseguiría en toda regla y con todas la de la ley, la calificación de “Sobresaliente, Cum Laude”, bastando para constatar tal, el paseíllo de 15 o 20 segundos, junto al Presidente de los United States of America, cuando lo alcanzó por los pasillos y le iba largando una perorata de muy padre y señor mío, sin que Joe Bidem se diera por enterado, ni siquiera dirigiera, de soslayo, una mirada al bello de La Moncloa, aunque según Iván Redondo (al que le costó el puesto y la defenestración esta vergonzosa imagen), hablaron de lo habido y por haber, de la Otan, de las energías renovables, de la economía y etc.. etc..

Mas como quien en la cabeza no alberga más que madera, al poco nos sorprendió con ese soliloquio, en este caso telefónico, en el que en camisa, sobre la mesa de trabajo (es un decir), ordenador al frente y delante de éste la cartera de cuero de Presidente del Gobierno, más vacía que el estómago de Carpanta (porque, qué papeles pueden andar allá dentro en lo que es una cabeza hueca, en todo caso, llena de serrín) y con el auricular del teléfono en ristre, a modo de pica de varilarguero, tan pronto en la mano derecha, oído derecho, como en la mano izquierda, oído izquierdo, mientras alternaba tomar notas, bien con la diestra, bien con la siniestra, convertido en un redomado ambidiestro, si no en un bustrófedon, escribiendo una línea de derecha a izquierda y la siguiente de izquierda a derecha, mientras movía los labios como si se tratara de un líder, “el líder”, dirigiendo el destino del mundo mundial.

Y como no hay dos sin tres, la última nos la ha dado, larga y cambiada, como un torero recibiendo al toro a portagayola, en Davos, ante un auditorio semivacío, si no vacio del todo, en el que volvió a dar rienda suelta a sus ensueños de “Emperador”, contando lo bien que lo está haciendo al frente del Retroprogresista Criminal Gobierno de España, país que es el que más recuperación y antes tendrá (cuando en realidad nos hallamos a la cola, como siempre), la seguridad que se ofrece al inversor, que la cifra de paro es aparente porque, en realidad, más de un millón de parados no quiere trabajar, dada la alarma lanzada por los empresarios para encontrar trabajadores, sobre todo en la construcción y en la restauración, etc. etc.

Y para paliar esa ansia de sobresalir y taponar esas grietas de sus comparecencias allende nuestras fronteras principalmente (donde ya hace tiempo lo tienen calado y lo toman por otro botarate, estilo Zapatero, en ese tropezar dos veces en la misma piedra, tan propio del gen español), se le ofrecen comparecencias amañadas, tales como la reciente frente a parte de su Gobierno, ante ese equipazo que reconoce tener, de ministros y de ministras, en las que sí o sí (aquí sí que es así, como en la Ley que pretende aprobar Irene Montero) es obligado aplaudir hasta dejarse la yema de los dedos, si no las manos, echando llamas, por lo que pueda pasar si te pillan sin darle a las palmas; o en sus comparecencias en la precampaña andaluza; o en el propio Parlamento a cuenta de Pegasus, sobre el que el Pseudo-Doctor hizo una faena de aliño y con dos capotazos zanjó la cuestión, responsabilizando del fiasco de los espiados, al propio CNI y al Juez de la Audiencia Nacional que da cobertura a los mismos, quitándose de en medio (yo no sé nada y por tanto que responda Rita la Cantaora) y dejando el morlaco para que lo lidien sus subalternos, poco menos que haciendo lo que Cagancho en Almagro. Con la agravante en todos estos casos, que falto de argumentos y en ese afán de quitarse el toro de encima, tiene el cuajo de arremeter, venga o no a cuento, contra el principal partido de la oposición, el PP de Alberto Nuñez Feijóo, a cuenta de la corrupción desde in illo tempore, omitiendo que más corrupción es la que ya se ha venido desgranando en las filas del PSOE y no solo económica, sino implantando el terrorismo de Estado, por lo que ante este panorama sigue siendo increíble que el propio PP salve los muebles al Gobierno cuando lo abandonan quienes le han apoyado para que se mantenga, cuando, en realidad y verdad, hay que dejar de lado las razones de Estado, nimias, y abrazar la única razón de Estado que debiera estar vigente a día de hoy, cual es la de desahuciar al Pseudo-Doctor de La Moncloa, pues lo demás serán fuegos de artificio y contribuir a que este tío siga, sine die, cagando en La Moncloa.

MIGUEL ANGEL VICENTE MARTINEZ

8 de junio de 2.022

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