Pasa el tiempo, con su cadencia y su transcurso incesante e imparable y casi en un tris-tras nos hemos cepillado el verano, o, al menos, el grueso de lo que se entiende por verano, fundamentalmente los meses de Julio y Agosto, y nos lanzamos, sin solución de continuidad, cuesta abajo y sin frenos, hacia el otoño, que se presume caliente, política y económicamente, aunque en Albacete tengamos por medio, como colchón, la Feria de Septiembre, para la que ya se tienen designados a los Manchegos de Honor convertidos en Embajadores de nuestra pequeña patria, que así de finos y de modernos “semos” los de mi pueblo, que acabamos, de un plumazo, con la inveterada costumbre, como en casi todos los pueblos de España y sin que en ninguno de ellos se rasguen las vestiduras por ello, de entronizar, como representantes supremos de la feria de rigor y de turno, a una Reina, acompañada de sus Damas de Honor y, miméticamente, también, a una Reina y sus Damas infantiles. Esta costumbre, al menos, hace concebir a una chica del pueblo llano la posibilidad de alcanzar el sueño de, aunque sólo sea por unos días, obtener el título de Reina, título que en España monopoliza Doña Letizia.
Una de las noticias estrella en este verano crepuscular, la han protagonizado, cómo no, nuestro Presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy Brey, y su homóloga alemana, la Canciller Angela Merkel, quienes, al parecer, han pasado una luna de miel, corta (sólo dos días), en tierras compostelanas, días en los que, como resalta la mayoría de los medios de comunicación, han alcanzado un enorme grado de sintonía y ello teniendo en cuenta el escaso margen temporal para conocerse mejor y a fondo, pero ya sabemos que el verdadero amor es el que salta a primera vista, y si no, que se lo pregunten a Romeo y a Julieta. Esperemos que el romance de nuestros líder y lideresa alemana no acabe tan temprana y trágicamente como acabó el del Montesco y la Capuleto. No obstante, y pese a la cortedad de la visita de la Canciller, tanto ésta como Mariano, le han sacado jugo y partido a las escasas horas que han pasado juntos, aunque siempre bajo la atenta mirada, y sobre todo oído, de los dos traductores, que los acompañaban no dejándoles solos ni a sol ni a sombra, poniendo al descubierto, una vez más, una de las carencias fundamentales y, a la vez, vergonzosas, de nuestros Presidentes del Gobierno, que sólo hablan el román paladino y de ahí no los saques, aunque cuando se retratan al lado de otros mandamases hacen como que hablan y mantienen una conversación moviendo los labios, que es lo que, a ratos, le ha pasado a Rajoy con la Merkel. Pero, en fin, ese déficit va a tono con el espíritu de indolencia y también vagancia de nuestros políticos, que, a veces, da que pensar en que la casta política está constituida y formada por lo peorcito de cada casa. Aun así, hablando, ventrílocuamente, como hablan la Doña Rogelia y la Daisy de Mari Carmen y sus muñecos, y mediando una mueca de cariño por aquí y otra por acá, dicen que nuestro Presidente ha logrado sacar las castañas del fuego al sobrado Cañete, Arias, Miguel, para regalarle algún carguete de rimbombancia en la cúpula Europea, y el probable nombramiento de Presidente del Eurogrupo para nuestro querido Ministro de Economía, el Sr. De Guindos, todo lo cual ha sido ampliamente elogiado y recibido con grandes alharacas por nuestros medios de comunicación, que ven en esos nombramientos la posibilidad de que nuestros representantes arrimen el ascua a las sardinas españolas, y yo me pregunto que si la Unión Europea, la UE, nació para tratar de hacer iguales a todos sus miembros, buscando la uniformidad de trato entre todos ellos, no veo yo esa alegría y ese frotarse las manos en aras de que el Sr. Cañete y el Sr. De Guindos, se dediquen a favorecer los intereses de España, en detrimento de los demás países, como tampoco debiera suceder a la inversa con otros jerifaltes de la Unión, pero basta este retazo de muestra para concluir que la Unión Europea es una falacia, una huida hacia adelante, en la que algunos pícaros, léase Alemania, por ejemplo, se están llevando el gato al agua, en perjuicio de otros “socios”, por lo que no es de extrañar esta algarabía, contento y jolgorio, sobre todo, en este país, aún hoy, a duras penas, llamado España, en el que el que no corre vuela y ahí tenemos el ejemplo de la corrupción elevada a su más alta potencia y que campa como un toro desbocado por todos los páramos de España, sin que entremos a mencionar especialmente ningún caso, porque nos dejaríamos muchos y porque ocuparía varias páginas y habría que escribir este artículo en más capítulos o entregas que los/as que tuvo Falcón Crest. Eso sí, por su reciedumbre y aunque no tenga origen en suelo español, lo que demuestra que en todas partes cuecen habas, mentar la imputación de la Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional (FIM), Christine Lagarde, por fraude político, cuando era Ministra de Economía de Francia, al actuar con negligencia en un millonario caso de arbitraje, conocido como “caso Tapie” y la negativa de la misma, al modo español, de dimitir, aferrándose al cargo como una lapa. Un caso que da la medida de quienes nos gobiernan en “Uropa” y de que la corrupción es más contagiosa que el Ébola o la peste bubónica, y de que vamos hacia ninguna parte por el camino comunitario.
Y volviendo a la que ya debe calificarse como la pareja del verano, Rajoy-Merkel, que le han quitado el protagonismo a todos los personajes de la Jet Set y a quienes inundan las revistas del corazón y del papel couché, reseñar esos, dicen, seis kilómetros que la pareja de tórtolos ha recorrido del Camino de Santiago, con el final abrazo al Apóstol Santiago, el cual cada vez adolece de una cara de más admiración y extrañeza, si no de espanto, ante los sujetos que son obligados a darle el espaldarazo, pues no olvidemos que el abrazo se lo dan por la espalda al Apóstol. Y, al parecer, el culmen de esta visita, lo constituyó la cena que se metieron entre pecho y espalda, los dos tortolitos, en el restaurante más antiguo de la capital gallega, El Pasaje, donde la Canciller dio la campanada y se definió (iba a decir se desnudó, su alma, claro), en palabras del hostelero Pepe Rumbo, quien manifestó: “para nosotros fue impresionante porque es una señora muy cercana, y por los detalles que tuvo, demostró ser muy humilde. Prueba de ello es que se le cayó al suelo un trocito de queso y se agachó a cogerlo con total naturalidad”. O sea, aviso a los señores de la demoscopia, la humildad y la naturalidad se miden en base a la recogida de un trocito de queso caído al suelo, ¿cómo lo recogeremos?: ¿Dando un triple salto mortal? ¿ No lo recogeremos y que lo recoja otro? ¿Le daremos un puntapié para traspasar la patata caliente a los comensales de la mesa de al lado? ¿Lo pisaremos para hacerlo casi invisible? ¿O lo recogeremos directamente agachándonos, como uno más?. Aquí hay que advertir que en los restaurantes que se precien de tales, debajo de cada mesa colocan a un individuo, a fin de que vaya recogiendo todo lo que caiga al suelo, sea un trozo de queso, una albóndiga, un cuchillo o un tenedor. De haber contado con este servicio, la Merkel se hubiera ahorrado una genuflexión. En cualquier caso, la anécdota revela la falta de reflejos del anfitrión, que debió tirarse en plancha para evitar que su huésped doblara el espinazo. En cuanto a los pimientos de Herbón que acompañaron a las sardinillas a la plancha, no se sabe a ciencia cierta si alguno de ellos hizo cantar a frau Merkel, la Traviata o unirse al coro de las Valquirias, porque medir sus efectos por la rojez de la cara, este color acompaña a la misma con o sin pimientos. En fin, que Rajoy no cabía de gozo en sí, estaba más contento que unas pascuas y parecía un chiquillo con zapatos nuevos o el día de su comunión. Acaso pensara que la teutona lo tomaba por Churchill del siglo XXI.
Y ya la última, para cerrar este ciclo, la crítica que se ha llevado nuestra Reina, Doña Letizia, que el viernes, día 22 de los corrientes, osó acudir a ver la última película de Luc Besson, “Lucy”, vestida con vaqueros rotos, zapatillas de deporte y camiseta estilo “indie”, calificándose los rotos del vaquero, por su posición y efecto, como el resultado de una caída en bicicleta (que, a lo mejor, es lo que le pasó) y asignándole, por ello, todo el riesgo de ser demasiado moderna. Aquí, como se ve, no se escapa ni un pelo que uno deje enganchado en el peine para ser objeto de crítica y de zapeo.
MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ
3 de septiembre de 2.014