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Hay tres clases de políticos

Por Miguel López Valles
sábado 23 de mayo de 2015, 09:39h
Miguel López Valles
Miguel López Valles

Hoy es el día de reflexión previo a las municipales y autonómicas de mayo de 2015, y –puesto que mi opinión es que el voto ya está decidido- creo que debiéramos utilizar este día para pensar no en quien depositar nuestra confianza que cada cual ya lo sabe, sino en la política en general y sus carencias y problemas.

Igual que en Año Nuevo nos planteamos lo que hemos hecho mal en el año que termina y hacemos propósitos para enmendar nuestros errores, hoy tendríamos que pensar qué podemos aportar a nuestra sociedad durante los próximos 4 años cada uno no solo con nuestro voto sino con nuestra actitud ante la sociedad que hemos de construir entre todos.

Dos o tres cosas me gustaría plantear: En primer lugar hablaré de la idea que da título a este artículo.

A mi entender hay tres tipos de políticos. Los que entran en política para mejorar la sociedad con la intención de reincorporarse a su trabajo una o dos legislaturas después.

Son bastantes y los hay tanto en la derecha como en la izquierda pero su andadura suele ser corta ya que entran en un mundo que la mayoría de las veces les supera por su extrema complejidad. No es un mundo bueno ni malo. Es el que es y no se parece en nada absolutamente a lo que esperaban encontrar.

La segunda clase es la de quienes quieren hacer carrera profesional en política. También son muchos y se encuentran en todos los partidos; hacen de la política su profesión; son muchos de ellos honestos y necesarios porque aportan mucha experiencia y hacen de correa de transmisión para que las cosas, aunque lentamente, vayan progresando con el paso de los años. Mi opinión es que su trabajo es más importante de lo que se valora por la sociedad

Por último están aquellos que ven en la política una gran masa de dinero y sólo les preocupa el que puedan derivar en su propio interés. Estos son una minoría, pero hacen mucho daño porque -como sanguijuelas- no tienen escrúpulos, se disfrazan muy bien de rojo y azul, y provocan en la sociedad un desconsolado desapego hacia lo que debiera ser una noble profesión que empañan con sus fraudes y engaños.

Repito que son minoría pero una minoría muy sonora. Son los terroristas de la política y normalmente están en los partidos que ostentan el poder, y así en Cataluña surgen mayoritariamente en CIU; en Valencia en el PP, y en Andalucía en el PSOE, tres partidos con un respetable ideario pero que al manejar los enormes presupuestos que se amasan en las instituciones, se ven asaltados por estos desalmados que carecen de principios, de color y de entrañas.

Obviamente, como las ratas en las bodegas de los barcos, abandonarán los partidos que pierdan poder y se irán acercando a quienes vayan manejando el erario público, siendo imprescindible y muy necesario para la mayoría decente, detectarlos y enviarlos al trullo porque son el auténtico cáncer de nuestra sociedad.

El segundo tema a repensar lo han puesto sobre la mesa alguno de los nuevos partidos del escenario político actual y mi opinión es que obligarán a legislar en ese sentido mediante acuerdos en las próximas legislaturas a quienes llevan décadas haciéndolo porque es un clamor del ciudadano. Es el tema de las “Listas Abiertas”. Poco que añadir, salvo que este sistema por el que España ha de pasar en breve, supone más complejidad de la que parece, siendo una reivindicación noble y muy extendida en la población que los políticos han de aceptar como mandato de los votantes en el próximo quinquenio.

En todos los partidos hay grandes y mediocres cerebros; más y menos eficaces mentes; hombres y mujeres con más y mejores actitudes y aptitudes y debe darse al votante la opción de premiarlos con su confianza, aunque esto suponga una menor eficacia y una más compleja manejabilidad de los partidos, en el mejor sentido del término.

El último tema de reflexión es, aunque mi voz nade en contra de la corriente, para elogiar a los buenos políticos, que los hay y muchos en todos los bandos y para culpar a los auténticos responsables de su ineficacia que somos nosotros, los votantes, los habitantes de la piel de toro, los españoles que pretendemos desalojarlos a todos debido al cabreo que tenemos, pero que no estamos dispuestos a hacer política. Que no somos capaces de unirnos y formar un tejido asociativo con poder suficiente para imponer lo que quisiéramos que fuera un estado modelo.

Los españoles queremos votar cada cuatro años y olvidarnos. Por eso tristemente el “15 M” fue flor de un día. Lo valoro extraordinariamente pero sólo sirvió para transmitir a los políticos que queremos otra cosa. ¿Cuanta gente de aquellos corrillos que inundaron las plazas de España y que fueron un aldabonazo a los ciudadanos de todo el mundo occidental siguen hablando de política?. Toda aquella multitud no ha pasado a la clandestinidad ni es el sustento aunque si el pretexto de los nuevos partidos. Aquellos partícipes del “15 M” no se pusieron de acuerdo más que en dos o a lo más tres temas a los que no quito ni una pizca de transcendencia, pero ya no hay corrillos; ya no hay plazas; ya no hay nuevas opciones mal que nos pese. Volvemos a ponernos en manos de las antitéticas derecha e izquierda, y ese centro que todos quieren ocupar porque es el que otorga mayorías. Más partidos con las mismas ideas.

Un concepto el de derecha e izquierda a superar por los futuros administradores de lo público a los que no hemos de juzgar por su ideología sino por su eficacia y la bondad o maldad de sus medidas legislativas.

Que ustedes lo reflexionen bien.

23 de Mayo de 2015.

Miguel López Valles.

 

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