En estos días se celebran la vida y muerte de Jesús de Nazaret, un judío de la estirpe de David que tras 33 años de vida, y sólo unos pocos de manifestaciones públicas, es asesinado a manos de sus propios gobernantes.
Sus más cercanos seguidores lo convirtieron en Dios, los musulmanes lo nombraron Profeta, en su tierra fue proscrito (es difícil siempre triunfar entre los tuyos) por su disconformidad y enfrentamiento con aquella burguesía incipiente.
Sus fieles, impregnados de un mensaje pacifista y antisistema muy original y transgresor para la época, han logrado desarrollar una de las organizaciones humanas más implantadas en nuestro planeta y con una voluntad de trascendencia tal, que pienso que perdurará en el tiempo y que sólo podría ser desterrada, al igual que otras religiones, por la llegada a este mundo de una Justicia con mayúsculas. Esa Dama representada con una balanza en las manos que todos ensalzamos con nuestra mente y despreciamos con nuestros actos, y cuya universalización haría innecesarias todas las religiones y doctrinas que nos rodean.
Pero hablemos de lo que importa, que para mí es, hablar de la forma de alcanzar una Sociedad Feliz.
Jesús de Nazaret, en ese sentido, creo que tiene mucho que contarnos. Nada importa que sea o no sea Dios. Voy más allá. ¿Qué importa si existe o no existe Dios?.
El mensaje de Jesús era en pocas palabras, cuidad a los enfermos; rechazad la injusticia hacia los demás; rodearos de quien os quiere y haced grande vuestro mensaje; creed en un mundo mejor, y sed felices con poco.
He viajado lo suficiente a países pobres para saber que la felicidad no está en una economía saneada sino en las gentes de bien.
He conocido a suficientes enfermos como para saber que cuando les servimos, recibimos más paz de su respuesta a nuestro acercamiento que lo que realmente les damos.
Sé que el hombre es un ser egocéntrico por naturaleza y por eso creo firmemente que la única forma de alcanzar la justicia para uno mismo es defender la que afecta a los demás.
Todas las filosofías (orientales y occidentales) hablan del crecimiento de las virtudes cuando se comparten. Ampliemos nuestras relaciones con quienes nos rodean, y sumemos actos bondadosos entre nosotros para que nuestra dicha crezca.
Creamos en la quimera de un mundo mejor sin necesidad de llevarlo a otra dimensión que no sea la de esta Tierra tan exuberante que hemos recibido de nuestros antepasados.
Seamos capaces de ser felices con poco.
Estas pocas ideas resúmen para mi lo que Jesús de Nazaret quiso transmitirnos, y por eso me siento seguidor suyo.