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Es la educación, estúpido (i)

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 09 de octubre de 2019, 07:28h

Con el abandono de los principios éticos y morales que cimentaron la civilización cristiana de Occidente, sustituidos por el relativismo y el materialismo rampantes que invaden en la actualidad todas las instituciones públicas y privadas y que llega, como un río que desemboca en la mar, a recalar en la ciudadanía en general, de ahí que finisecularmente se haya acudido, ante la insulsez, el calzonacismo y el merenguismo de las autoridades en general y el ciudadano en particular, a aquella proclama de “¡Es la Economía, estúpido!”. Pues bien, aunque la economía sea una asignatura importante y necesaria para la salud de una sociedad, de un país y del mundo mundial, se ha venido olvidando, otra asignatura, incluso de mayor calado, más primigenia que aquélla y sin la cual esta última devendría en agua de borrajas, en una calamidad calamitosa valga la redundancia, cual es la asignatura denominada en general “Educación”, que, en realidad, y por lo menos en este país, aún hoy, a duras penas, llamado España, ha venido siendo obviada, cuando no olvidada y baqueteada, de una manera perversa, incongruente, inadmisible y casi vejatoria, sobremanera desde el advenimiento de lo que en este país, referido, España, se ha venido en denominar, dándole carta de naturaleza, “Democracia”, que ya vemos, a las claras y sin ningún género de dudas, que estamos a años mil de ser considerados un país democrático, a no ser que nos conformemos, como memos y pacatos, simplemente, con la denominación y porque cada equis tiempo nos llaman a las urnas a votar, en este último año de desgloria nacional, hasta cuatro veces y las que te rondaré morena, y por este sólo hecho, la ciudadanía cree vivir en el mejor de los mundos, sin darse cuenta de que esa llamada a votar no acaba sino en el posible continuismo de quien ya ha conseguido la poltrona, o, a lo más, al cambio de unos por otros, como los cromos, total para seguir igual y puteando desde las altas instancias al ciudadano de a pie, al cual se le ha abstraído el cerebro, impidiéndole pensar y lo peor empeciéndole razonar, convertido en una masa de carne con ojos o en esa masa cretinizada a la que regularmente se refiere Juan-Manuel de Prada, hasta el punto de haber inoculado en el alma del ciudadano ese aporía de que su voto es decisivo para mantener a unos o poner a otros, y una vez conseguido este primer escalón, llevarle, como un fiel borrego, como una res vacuna estabulada, a acercarse al colegio electoral para depositar, como un rito pagano, la papeleta en la urna, en eso que se ha dado en llamar la fiesta de la democracia, a la que, como en Fuenteovejuna, todos a una, esa masa cretinizada, como un río de lava que se despeña ladera abajo del volcán en erupción, se acerca, incluso con el bebé en brazos, a fin de que desde la más tierna infancia los vástagos se vayan acostumbrando a este rito, que yo diría satánico, y que no se descarríen en el futuro de esa fila continua que hacen las orugas cuando descienden de los pinos en los que de su nido nacieron.

Craso error, e infantil conformismo de quienes de tal guisa actúan, sin caer en la cuenta de que la democracia exige unos cánones mínimos, para poder alcanzar el honorable nombre de tal, sin que esos cánones, por desgracia, se den en la realidad española, en la que chirrían por los cuatro costados la interferencia e injerencia entre los Poderes del Estado que debieran conformarla, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, cuya independencia sacra y absoluta, constituye la esencia fundamental de lo que por democracia real y verdadera se conoce en política. Desgraciadamente, en este país, repito, aún hoy, a duras penas, llamado España, esa independencia brilla por su ausencia y, aún peor, cada vez la interferencia e injerencia, sobre todo del Poder Ejecutivo sobre los otros dos poderes, especialmente grave respecto del Judicial (que es el que debe amparar al ciudadano de a pie en relación con los excesos del Poder Ejecutivo), hace que esto sea una “Dictadura Democrática” o una “Democracia bananera”, en la que las distintas Administraciones Públicas, del Estado, Autonómica y Local, no parecen tener otra misión que “putear” al ciudadano y hacerle llevar por un camino de espinas, importando poco la seguridad y el bienestar del mismo, pareciendo sólo gobernar y administrar los jerifaltes en pos de su bien particular, particularísimo en algunos casos, en un mundo de corrupción, en el más amplio sentido de la palabra, pues abarca no sólo a lo económico, sino a otras muchas facetas de la vida, y sin que el ciudadano de a pie tenga arma alguna para defenderse, ya que el Poder Político actúa “manu militari” y sin posibilidad, prácticamente, de contravención alguna por parte del ciudadano, constituyendo esto un verdadero y ejemplificante oxímoron, ya que se presume que todo el aparato institucional del Estado y demás organismos públicos, están para la protección y al servicio de la ciudadanía, lo que no es cierto, sino más bien, lo contrario. Y por poner un ejemplo, simplemente, que haberlos haylos a miles, la última sentencia del Tribunal Supremo, ordenando “manu militari” casi, al modo del Poder Ejecutivo (que todo se pega), o sea, del Gobierno de Sánchez, actualmente en funciones, que por estar en esta situación debieran haber guardado algo más las formas los ínclitos Magistrados del Supremo, pero que si quieres arroz Catalina, aquí nadie guarda ya las formas ni para qué, ordenando la exhumación “ipso facto” y exprés y de manera intempestiva, de los restos del Generalísimo del Santuario del Valle de los Caídos, incluso pisando la autoridad del Juez Instructor, que exigía, como debe ser, licencia oportuna para proceder, en su caso a tal, mas como urge por la proximidad de las elecciones, el próximo 10 de Noviembre, y para darle pábulo y ventaja en la campaña electoral al Pseudo-Doctor Sánchez, a fin de que pueda abanderar el cumplimiento de la única promesa electoral que hiciera en su día a sus cohortes de simpatizantes y votantes, sus señorías no han tenido empacho en dilucidar de tal guisa esta “cuestión de Estado”, chocando esta premura en resolver y el modo exabrupto con que se ha llevado a cabo, con la languidez, la indolencia y la flojera, con que están dilucidando la resolución de otros asuntos que duermen el sueño de los justos en el cajón del olvido del Alto Tribunal, sirviendo de muestra, aunque en este caso sea del Tribunal Constitucional, al que también habría que echarle de comer a parte, el recurso interpuesto, en su día (HACE MÁS DE DIEZ AÑOS), por 50 Diputados del Partido Popular, contra la Ley del Aborto, esa Ley, que en la época negra del Gobierno de Don José-Luís Rodríguez Zapatero, fue bendecida, siendo Ministra de la Cosa, la inefable y bien recolocada, Bibiana Aído, instaurando un genocidio uterino sin par en la historia (100.000 fetos masacrados al año) lo cual es para que estas señorías, amparadas en sus togas y en sus puñetas, hicieran un acto de reflexión, más bien de contrición, y entraran en un proceso de propósito de la enmienda y de cumplir la penitencia, que por lo escandaloso del tema arrojan y siembran nubes sobre sus teóricamente honorables cargos, los cuales están dejando como el rosario de la aurora y hechos totalmente unos zorros.

Mas viendo lo que vemos y que la democracia es la asignatura pendiente en este país (nunca mejor dicho, hablando de educación), no es de extrañar que dos viejos zorros (en el sentido peyorativo de la palabra), tales como Felipe González (PSOE) y Mariano Rajoy (PP o lo que le queda de él) se hayan dejado ver, cara a cara, en el denominado Foro La Toja, desternillándose de risa, cuando las circunstancias por las que atraviesa este país, son más bien de pena y de llantos, de lágrimas y crujir de dientes, pero qué se les puede pedir a este par de individuos que gobernaron España durante casi todo el periplo que se ha venido denominando como el del advenimiento de la democracia, y bajo cuyos mandatos la corrupción campó por sus respetos por los páramos de España. Y que si tuvieran vergüenza se habrían exiliado o, como poco, haberse escondido en alguno de esos lugares que hoy tan en boga venimos denominando “la España Vaciada”, y que por sus tropelías y desmanes, debieran ser cautos y cautelosos, y no jactarse de sus acciones, faltas de vergüenza torera, pues durante sus mandatos, el verbo trincar se hizo viral, y sin darnos cuenta de que ese descojonamiento que hicieron visible ese par de dos recaía directamente sobre todos los españoles que tuvimos la desgracia de sufrirlos. Pero, así nos luce el pelo, y encima cachondeo, autotitulándose “los Churchills” de esta España de charanga y pandereta, que Sir Winston levantara la cabeza los corría a gorrazos por tan majadera y temeraria comparanza. Y, encima, ciertos estamentos, haciéndoles la ola y riéndoles las gracias. ¡Vivir para ver!.

MIGUEL-ÁNGEL VICENTE MARTINEZ

9 de Octubre de 2.019

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